8 de septiembre de 2008

Mitos de la ideología liberal

Max Murillo Mendoza
El mercado total, la libre determinación de las fuerzas motrices del mercado: oferta y demanda, y la ausencia del control estatal son, sabemos hoy más que nunca, simples slogans de la ideología liberal, o ultraliberal. Por decirlo suavemente: for export. Para consumo de masas, sobre todo de las masas de oligarcas tercer mundistas. La actual crisis crediticia norteamericana, que ha arrastrado irresponsablemente al mundo entero, está empujando al gobierno de Estado Unidos y Gran Bretaña a nacionalizar sus Bancos e instituciones de Créditos, sino sería la hecatombe total. También sabemos que esas potencias protegen mejor que nadie sus mercados internos, las migajas y las sobras les sirve para competir. Sus enormes reservas monetarias y comerciales, les da el poder para chantajear al tercer mundo. No hay libertad de comercio, eso es un cuento de tertulia para las trasnochadas voces del libre comercio. Ese poder siempre les sirvió para someter a los pueblos a su antojo: “o estás conmigo, o estás en contra mía”.
Miren el bloqueo a Cuba, miren el chantaje a los gobiernos de Centro América o el famoso ALCA. Los oligarcas de Santa Cruz son tan pelotudos que creen que pueden hacer competencia a los agroindustriales de Estados Unidos. Los resultados de ese libre comercio están a la vista en el caso de México: desocupación y cierre de empresas medianas y pequeñas del agro. Millones de campesinos y medianos empresarios jodidos por la miopía de gobernantes liberales.
Cierto es también que nuestros llamados estados nacionales, si es que tienen algo de eso, no son precisamente la panacea de buenos resultados. Han sido siempre botín de guerra de los distintos gobiernos, que a su turno han inundado de mercenarios políticos corruptos en competencia, para enriquecerse hasta la tercera generación. Y esto ha sido excusa para los liberales en sus propuestas de privatizar empresas a más no poder. Hoy por hoy siguen con ese discurso, sin presentar propuestas más creativas. Sánchez de Lozada fue el experimento más cercano de esa corriente. Todos los colores políticos, desde la izquierda tradicional hasta la derecha más recalcitrante, apostaron a esa posición. Los resultados también han sido desastrosos.
Está claro que mientras no estructuremos un Estado, con políticas de Estado que contemple derechos y deberes inclusivos e incluso sanciones ejemplares (por qué no fusilar a corruptos?, como en algunos estados del Asia?), no funcionará la economía. Si no hay transparencia en el manejo de la cosa pública, la gente no creerá en la actual propuesta del MAS. El pueblo quiere transparencia en lo cotidiano, en el diario vivir. Los discursos son los discursos y aguantan todo; pero faltan los mensajes más claros. Insisto, por qué no fusilar a unos cuantos corruptos? Eso sí sería creíble. No hay problema, se hace un decreto y listo. Es decir, nuestro desafío es autóctono. Consolidar nuestras instituciones de Estado, con la gente más idónea posible. Entonces la competencia limpia, y la economía de mercado y estatal funcionará de mejor manera.
Cochabamba, 8 de septiembre de 2008.

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