Max Murillo Mendoza
Después de la segunda guerra mundial, los judíos se dieron cuenta de que dependían de ellos mismos frente al mundo. Estaban solos. Sólo su propio nacionalismo les salvaría y el mito del pueblo elegido. A pesar de sus cabronadas hacia el pueblo palestino, los judíos han logrado sus propósitos. Resucitaron el hebreo y su cultura milenaria: forjaron un nacionalismo y un Estado. Una identidad frente al mundo.
Nosotros probablemente, en otras circunstancias, estemos en el mismo dilema. Depender de nosotros mismos, de nuestras propias fuerzas económicas, culturales, políticas, sociales, militares y estatales. El punto de partida de nuestra identidad? Esta tan claro. Los peruanos tienen al Cuzco. Nosotros tenemos a Tiahuanacu. Un imperio que dominó también a los valles y los llanos, que intercambió y comerció con las distintas culturas del oriente boliviano. Ese es nuestro punto de partida de nuestra identidad. Los idiomas los tenemos, como muchas herencias y costumbres culturales; aunque nos falta recuperar las tecnologías agropecuarias y probablemente agroecológicas, del dominio ambiental y alimentario.
Existe un obstáculo a flor de tierra. Son las colonias asentadas en estas tierras. Algunas son definitivamente contrarias a nuestras costumbres y maneras culturales de ver el mundo, por ejemplo la croata, la árabe y en menor proporción la alemana e italiana. Incluso contrarias a las culturas autóctonas de este país, es decir contrarias al 60% de la población llamada boliviana. Muchas de estas colonias se han adueñado, por ser un país pigmentocrático es decir racista, de las estructuras del poder político y económico. En muchos casos aliados a mestizos corruptos, como Leopoldo Fernández, han atropellado en distintas épocas y circunstancias a este país. Siguen en esa tarea. Y definir la suerte de estas colonias debe ser parte de este proceso de construcción de nuestro Estado. Pero no pueden ser más parte del poder político o económico, no sería coherente.
En esta hora clave de nuestra historia urge tener las cosas claras. A dónde debe llevarnos este proceso? Semejantes esfuerzos de los movimientos sociales, solamente para mantener la democracia formal colonial y pactada? Realmente no sería coherente, sería traicionar esos sueños de los pueblos indígenas y milenarios. Si los compañeros del MAS no se sienten con las fuerzas ni la convicción necesaria para dar estos pasos, pues deben ceder el puesto a los compañeros que tienen más claro qué hacer. Si las cartas a jugar nos llevan a enfrentamientos con el derruido orden colonial, debemos asumirlo como tal, al final no sería novedad en la historia de los cambios sociales mundiales. Las lecturas de la realidad de los acontecimientos de estos días, nos muestran con claridad meridiana las intenciones de los pueblos indígenas y campesinos: acelerar en la construcción de un nuevo Estado, de una Nación. De un nuevo pacto social. Y los grupos coloniales deben atenerse a las consecuencias, si siguen jugando a la violencia y la falta de respeto a la historia de este país.
Cochabamba, 3 de octubre de 2008.
Después de la segunda guerra mundial, los judíos se dieron cuenta de que dependían de ellos mismos frente al mundo. Estaban solos. Sólo su propio nacionalismo les salvaría y el mito del pueblo elegido. A pesar de sus cabronadas hacia el pueblo palestino, los judíos han logrado sus propósitos. Resucitaron el hebreo y su cultura milenaria: forjaron un nacionalismo y un Estado. Una identidad frente al mundo.
Nosotros probablemente, en otras circunstancias, estemos en el mismo dilema. Depender de nosotros mismos, de nuestras propias fuerzas económicas, culturales, políticas, sociales, militares y estatales. El punto de partida de nuestra identidad? Esta tan claro. Los peruanos tienen al Cuzco. Nosotros tenemos a Tiahuanacu. Un imperio que dominó también a los valles y los llanos, que intercambió y comerció con las distintas culturas del oriente boliviano. Ese es nuestro punto de partida de nuestra identidad. Los idiomas los tenemos, como muchas herencias y costumbres culturales; aunque nos falta recuperar las tecnologías agropecuarias y probablemente agroecológicas, del dominio ambiental y alimentario.
Existe un obstáculo a flor de tierra. Son las colonias asentadas en estas tierras. Algunas son definitivamente contrarias a nuestras costumbres y maneras culturales de ver el mundo, por ejemplo la croata, la árabe y en menor proporción la alemana e italiana. Incluso contrarias a las culturas autóctonas de este país, es decir contrarias al 60% de la población llamada boliviana. Muchas de estas colonias se han adueñado, por ser un país pigmentocrático es decir racista, de las estructuras del poder político y económico. En muchos casos aliados a mestizos corruptos, como Leopoldo Fernández, han atropellado en distintas épocas y circunstancias a este país. Siguen en esa tarea. Y definir la suerte de estas colonias debe ser parte de este proceso de construcción de nuestro Estado. Pero no pueden ser más parte del poder político o económico, no sería coherente.
En esta hora clave de nuestra historia urge tener las cosas claras. A dónde debe llevarnos este proceso? Semejantes esfuerzos de los movimientos sociales, solamente para mantener la democracia formal colonial y pactada? Realmente no sería coherente, sería traicionar esos sueños de los pueblos indígenas y milenarios. Si los compañeros del MAS no se sienten con las fuerzas ni la convicción necesaria para dar estos pasos, pues deben ceder el puesto a los compañeros que tienen más claro qué hacer. Si las cartas a jugar nos llevan a enfrentamientos con el derruido orden colonial, debemos asumirlo como tal, al final no sería novedad en la historia de los cambios sociales mundiales. Las lecturas de la realidad de los acontecimientos de estos días, nos muestran con claridad meridiana las intenciones de los pueblos indígenas y campesinos: acelerar en la construcción de un nuevo Estado, de una Nación. De un nuevo pacto social. Y los grupos coloniales deben atenerse a las consecuencias, si siguen jugando a la violencia y la falta de respeto a la historia de este país.
Cochabamba, 3 de octubre de 2008.
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