8 de agosto de 2008

La gran conjura contra el referéndum

Por: Carlos Echazú Cortez

Paceño nacido en 1964. Graduado en Ciencias Políticas en la Universidad de Uppsala en Suecia. Se ha desempeñado como docente universitario en varias universidades públicas y privadas del País. Ha dictado cátedra en las materias de Historia de Bolivia y Ciencia Política. Es autor de dos ensayos político-históricos sobre el “Estado y dominio de clase” y “Estado y clases dominantes en Bolivia”. Ha escrito también un manual crítico en métodos de investigación denominado “Crítica al método y método crítico”.

Nuestro país ingresa esta semana a un momento crucial de su historia. Una gran conjura se ha tejido para evitar la realización del referéndum revocatorio. Esto se debe a que las oligarquías conservadoras temen, cada vez con mayor razón, que el resultado de esta consulta popular les sea adversa y genere una nueva correlación de fuerzas que beneficie al gobierno de Evo Morales. Sin embargo, no se trata solamente de una nueva correlación de fuerzas en las prefecturas. Aún más importante que eso, a juzgar por los sondeos de opinión, es la nueva fuerza con la que saldría del referéndum el presidente Morales.

Los opositores del gobierno, llámense logias del oriente o partidos neoliberales, saben que la coyuntura política podría retrotraerse a enero de 2006 cuando Evo Morales obtuvo su histórica victoria electoral y la oposición no se atrevía a sacar cabeza. La diferencia ahora sería un gobierno menos ingenuo, sus enemigos claramente identificados y expuestos y, seguramente, con la decisión, autoridad y legitimidad para ejercer realmente el poder, algo que evidentemente ha estado perdiendo en los últimos tiempos.

Eso es lo que temen las oligarquías y están decididas a evitar que acontezca a cualquier costo.

En primera instancia, creían que podían rechazar simplemente el referéndum aduciendo que "no solucionaría los problemas del país". Sin embargo, cada vez era más claro que la motivación que daban para rechazar la consulta popular era una estupidez. No sólo entraban en contradicción flagrante con los retos que habían hecho a Evo Morales, solo meses antes, para que se sometiera a ese mismo referéndum. También era un reconocimiento implícito de que todo lo que dijeron del gobierno eran patrañas y calumnias, puesto que si el gobierno era tan malo, pues la lógica solución a "ese problema" era sacarlo del camino mediante el voto popular. Tampoco conjugaba ese rechazo a sus pretendidas posturas de defensores de la democracia frente a un gobierno autoritario. Tamaño absurdo: el dictador insistiendo en referéndum revocatorio, mientras que los defensores de la democracia rechazándolo.

Como entraron en cuenta que el rechazo era una necedad, pues intentaron una nueva argucia. Pensaron que podían deslegitimar el referéndum denunciando que el padrón electoral estaba perforado por el proceso de carnetización gratuita. Se pasearon por todos sus medios de comunicación con denuncias de inscripciones dobles indicando que el MAS estaba fraguando un fraude de escala mayor. Tanto fue su insistencia que hasta los más incrédulos empezaron a dudar. Sin embargo, tampoco esta vez su nuevo plan salió como ellos esperaban. Pronto vino el Consejo de Expertos Electorales de Latinoamérica (CEELA) y después de una minuciosa auditoria al padrón electoral llegó a la conclusión de que éste no tenía un margen de error mayor al de otros países y por lo tanto estaba completamente adecuado para garantizar una votación transparente.

Lo que demuestra que estas "denuncias" contra el padrón electoral eran simplemente maniobras políticas para intentar deslegitimar el referéndum es que los que denunciaron a los cuatro vientos y por todos los medios, no aparecieron ante el CEELA que los convocó una y otra vez e incluso llegó a ampliar su plazo para recibir denuncias.

Otra de las maniobras para deslegitimar el referéndum era la acusación de inconstitucionalidad. Sin embargo, y por mucho que lo repitan una y otra vez en todos sus medios de comunicación, la población en general sabe que no pueden hablar de ilegalidad aquellos que hace muy poco llevaron a cabo referendums flagrantemente ilegales. Además, más allá de consideraciones jurídicas, la población sabe que el referéndum es la salida política necesaria a los conflictos que se desarrollan en el país.

Lo curioso y revelador de toda esta maniobra es que los "defensores de la legalidad" llegaron a utilizar a la única miembro suplente del tribunal constitucional (cuyo nombre no recuerdo, porque me provoca nauseas hacerlo) para que declarara ilegal el referéndum, siendo que hasta un estudiante de primer año de derecho sabe que ella no podía ni siquiera admitir el recurso interpuesto. Curiosa manera de defender la legalidad: violándola.

Por eso es que ahora, en esta semana final antes del referéndum, cuando todas sus maniobras han fallado, los oligarcas y todos sus acólitos, deben recurrir a su último recurso: La convulsión general. Se trata de crear un estado de caos de tales dimensiones que el referéndum sea irrealizable.

Esta convulsión es, entonces, parte de la gran conjura para evitar el referéndum y sus conflictos son claramente artificiales.

Veamos, por ejemplo, el conflicto creado por la Central Obrera Boliviana. Preguntémonos ¿Cuando, en los últimos tiempos de regímenes neoliberales, la COB tuvo capacidad de movilización, para bloquear carreteras y tomar predios estatales? Fue justamente ante la terrible crisis del movimiento sindical que otros movimientos sociales, como juntas vecinales y cocaleros, emergieron como sujetos de resistencia primero y luego como sepultureros de aquellos regímenes. En aquellas luchas la COB jugó meramente un rol simbólico, por su heroico pasado. Y ahora, de repente la COB aparece, justo estas semanas, con una capacidad de movilización no vista hace décadas y con consignas sintonizadas con la llamada Media Luna (el voto castigo). Naturalmente habrá que ser muy ingenuo para pensar que esto es casualidad. La única explicación posible es que la dirigencia de la COB ha sido comprada y eso anuncia la muerte del ente matriz de los trabajadores bolivianos.

De este modo, la convulsión tiende a agudizarse por el empecinamiento de aquellos que saben que en estas luchas se están jugando, no solo prefecturas, sino su sobrevivencia política y todos los intereses económicos que ello conlleva.

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