Tomado de Nueva Economía, Gerardo Bustillos (13/04/09. “Por qué Bolivia lo está haciendo (relativamente) bien”. Dos economistas recomiendan echarle un vistazo a las políticas económicas para encontrar respuestas a una coyuntura turbulenta.
Bolivia tiene importantes lecciones de economía que enseñarle al mundo obre la forma de sobrellevar una crisis financiera mundial aplicando políticas que no son estrictamente convencionales pero que demostraron sobrada eficiencia en cuanto a sus resultados. Esto demuestra que la nueva corriente populista instalada en América Latina encara el manejo económico con un sentido de mayor responsabilidad que el que tuvieron anteriores regímenes de ese mismo corte ideológico en el continente. Un populismo económicamente responsable.
Los principales “secretos” de la “receta” económica boliviana fueron la gran acumulación de reservas internacionales en el período de la bonanza de precios, el manejo del tipo de cambio, una menor exposición a las corrientes financieras internacionales y el bajo nivel de endeudamiento externo.
Sus logros: un buen respaldo financiero en reservas, niveles estables de depósitos bancarios, escaso impacto en la cuenta corriente y en el componente fiscal y certidumbre en los agentes económicos. Y pensar que otras economías más poderosas están sumidas en verdaderos colapsos económicos. Muy pocos habrían pronosticado que Bolivia estaría dando cátedra de cómo enfrentar la crisis.
“Vale la pena echarle un vistazo más a cercano a esta versión boliviana del populismo”, dicen los economistas Juan Antonio Morales y Thomas Trebat en un artículo titulado: “¿Por qué Bolivia lo está haciendo (relativamente) bien?” (Why is Bolivia doing (relatively) well?), publicado en inglés, y en el que exponen algunas razones por las que una economía tan pequeña y altamente vulnerable por su dependencia de los precios de las materias primas internacionales -como la boliviana-no ha sucumbido ante la crisis internacional.
El artículo es un explícito reconocimiento a las medidas de política del gobierno boliviano y al desempeño de las autoridades económicas y su valor radica en que uno de sus autores es un destacado analista y profesional boliviano, ex presidente del Banco Central, quien se desempeña actualmente como profesor visitante en la Universidad de Columbia (USA). No se trata precisamente de un allegado ideológico del gobierno del MAS, por lo tanto hay un evidente componente de honestidad intelectual. Trebat es un economista especializado en A.L.
Los autores señalan que la economía boliviana no registró muchos de los efectos de la crisis mundial sobre América Latina esperado en el pensamiento económico clásico que señala que una caída en los precios produce un déficit en cuenta corriente y que, ante la ausencia de flujos de capital, ese desfase debe ser cubierto por las reservas internacionales, lo que incide en su agotamiento, merma la confianza de los consumidores, posterga decisiones de inversión y puede estimular la fuga de capitales.
Pese a la caída de los precios de los productos básicos, la pérdida de reservas en la economía boliviana ha sido mínima. Los depósitos en el sistema financiero muestran más bien una creciente evolución representando una señal de confianza en la economía, pese incluso a la retórica populista gubernamental. Si bien es evidente que la balanza comercial presentó déficit en enero, ese pequeño desfase se financia sin necesidad de recurrir a las reservas del BCB que mantienen su expansión, aunque a un ritmo más moderado.
Resta todavía saber el impacto de la baja del precio del gas. Sin embargo, se asegura que en lo fiscal, Bolivia parece ser capaz de soportar las presiones del shock externo. Si bien es innegable esa disminución de ingresos, el gobierno está en condiciones de cerrar el déficit ya sea con el ahorro generado o con la posibilidad de prestarse recursos del mercado interno. Esta crisis en Bolivia ya no será como las de antes, aseguran los autores.
Varios son los factores que permitieron el destacado desempeño de la economía boliviana en medio de la “tormenta” internacional, según detalla el artículo, el primero de ellos es el régimen del tipo de cambio deslizante (crawling peg) que se caracteriza por fluctuaciones pequeñas, miniapreciaciones y minidepreciaciones, sin previo aviso, y que temporalmente se encuentra fijo.
Bolivia apostó por este régimen y lo mantiene por más de dos décadas, a pesar de que tras la crisis asiática y la crisis generada (década de los noventa) por la devaluación de Argentina (2001-02), la tendencia imperante en la región se inclinó hacia los tipos de cambio flotantes (Chile, Colombia, Brasil y México). La persistencia boliviana ha ido incluso contra el propio consejo del FMI.
Durante el período del boom de precios internacionales, las autoridades económicas bolivianas mantuvieron una política de una limitada apreciación de la moneda nacional mientras que los demás países apreciaban significativamente sus monedas respecto al dólar, lo que colocó al boliviano en una situación competitiva respecto a sus vecinos. Estos encaran ahora procesos de devaluación, mientras que Bolivia mantiene su tipo de cambio fijo.
La política cambiaria también fue útil en el pasado. Durante la crisis en América Latina (1999-2003), el BCB aceleró la devaluación de la moneda nacional, lo que permitió a la economía boliviana salir relativamente ilesa de aquél momento crítico. La experiencia boliviana reivindica los méritos de un tipo de cambio fijo con pequeños ajustes a pesar de que su régimen cambiario no es precisamente santo de devoción de los economistas.
Otro acierto que se destaca fue la acumulación de un importante stock de reservas en pleno período de auge de precios de las materias primas (equivalente al 41% del PIB 2008 y mucho mayor que el nivel de otros países de la región). Se subraya que, en el caso boliviano, esa ganancia fue esencialmente del resultado del superávit en cuenta corriente generado por los altos valores de las exportaciones con escasa o nula contribución de los flujos de capital.
Por estar al margen de los círculos del capital extranjero, el país no presenta riesgo alguno de un brusco y repentino freno en los flujos de financiamiento externo que tanto preocupa en otras latitudes.
Más aún, la economía boliviana presenta un nivel moderado de endeudamiento externo (13% en 2008) a causa de distintas iniciativas de alivio aplicadas en los años previos a la crisis. Por esta razón, tampoco sentirá ningún impacto de una posible disminución del financiamiento oficial externo. De hecho, estos flujos son menores y el país carece de un programa vigente con el FMI.
La política fiscal también desempeñó un papel importante en Bolivia con un sector público que ha generado un significativo ahorro, haciendo innecesaria la demanda de financiamiento externo. Contrariamente a lo que acontece en otros países, desde el inicio de la crisis, Bolivia ha registrado importantes volúmenes de ingreso de divisas, cuyo origen se atribuye a una repatriación de capitales de los migrantes bolivianos. Un flujo que ha alimentado los depósitos en el sistema financiero.
La caída de los precios de las materias primas tampoco ha causado demasiados sobresaltos en la economía boliviana, dicen los autores. Las perspectivas de crecimiento oficiales hacen referencia a un 5% y, aunque las proyecciones privadas son menores, en ningún caso se sugiere una drástica desaceleración ni mucho menos una recesión.
30 de abril de 2009
Lecciones económicas de Bolivia
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