Max Murillo Mendoza
Sin hacerse ilusiones y falsas expectativas, ya que como dice el maestro Octavio Paz, la historia es lo más inexacto e irreal que hay (además que sólo existe en la cabeza ilusa de los historiadores), pues al parecer se inauguró una nueva etapa en el mundo. Se dejó definitivamente la catastrófica herencia del consenso de Washington: cataclismo medioambiental y cataclismo económico con la crisis global. Pero los efectos empezamos a sentir recién. Esta etapa nacida en Londres el 3 de abril tiene la característica de ser más multicultural. La debilidad de la unipolaridad del G-7 es evidente. Están repatriando sus dineros de todo el mundo, sin importarles que los países afectados se hundan y sus nacionalismos silenciosos (e hipócritas) por fin dan la cara.
La transición será muy dura. En efecto, ni siquiera se sabe a donde vamos, ni como acabará este terrible barullo económico. Al menos sabemos que no hay más unipolaridad. Los mercados emergentes empiezan a ponerse a la vanguardia; lamentablemente con la misma lógica de la destrucción mercantil capitalista. El saqueo es ahora entre nosotros mismos: sálvense quién pueda. Las solidaridades tienen tiempos de caras bonitas, es decir cuando no hay crisis o turbulencias económicas. Ahora todos cuidan su casa. Interesa un comino lo que le pase al vecino, para eso está la política y la ideología. La economía es terrenal: no hay lugar a especulación ideológica.
Qué hacemos los que estamos en la periferia de la periferia? Nuestra vulnerabilidad es crónica y sistémica. Incluso sostenible. Las universidades no son centros científicos, sino ideológicos y capillas de vividores e ilusionistas de baratijas. Es decir, esperar de ellas algunas ideas es exigir demasiado. En Bolivia las ideas y los aportes vienen de fuera de las universidades. El Estado tiene poca presencia y si lo tiene es para joderle al ciudadano con su burocracia y lentitud y exclusión de sus servicios. Sus clases altas son provincianas y analfabetas, anacrónicas en sus maneras de concebir la política y la economía, sin iniciativas privadas, sino esperando la mamadera del estado, y cuando no hay esto corruptas y depredadoras al máximo.
Con este escenario quizás no tengamos pito que tocar, sino porque para nosotros no es novedad una crisis más. Siempre estamos en crisis. Nuestra manera de vivir es una constante crisis, quizás por eso la cantidad de fiestas que tenemos?
Sin embargo, nuestra ventaja comparativa son las colectividades llamadas hoy por hoy movimientos sociales. Ellos nos han demostrado que todo es posible si se trata de estar organizados, incluso cambiar las reglas de juego de un país. Pero lamentablemente no tienen acompañamiento en el conjunto de la sociedad. Les miramos simplemente con lentes políticos. Y la miopía de la sociedad no permite mirarles en las ventajas comparativas: sus organizaciones y sus capacidades para movilizarse con objetivos comunes y superiores. Por qué no para la economía? Para las iniciativas privadas y composición de mercados? Otra vez, como siempre, esperamos recetas y recetas y enlatados para intentar otros fracasos más. Cuando nuestras ventajas comparativas están ahí, esperando una manito de iniciativas y agresividades de valor agregado que nos permitirían avanzar, creo, de mejor manera. Además con lo nuestro.
Son las enfermedades mentales que no nos permiten ver más allá de lo evidente. Acostumbrados a buscar recetas para parchar el momento, para sobrevivir una época corta e individual. La coyuntura política, por su característica de crisis, nos agobia y no nos permite ver más allá de las cosas. Ojala en esta nueva etapa que inicia el mundo, podamos encontrar una ruta propia, aprovechando la multiculturalidad de las relaciones mundiales, y claro nuestras propias ventajas comparativas frente al mundo.
Cochabamba, 6 de abril de 2009.
7 de abril de 2009
El G-20 y el inicio de la multipolaridad
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