Regreso al sur del continente luego de una estancia breve en La Habana. Caminando sus calles no pude dejar de evocar mi arribo a Cuba en 1991; llegué por un año y me quedé catorce. Viví y experimenté allá los peores momentos y rigores del denominado "período especial en tiempos de paz". Eran días propicios para agoreros que desde diferentes tribunas del mundo jugaban al juego de calcular los meses de vida que según ellos le quedaban al proyecto revolucionario; otros se ocupaban de ofrecer recetas de toda laya para salvar la crisis. En Miami los mafiosos se afilaban las uñas planificando el retorno y la recuperación de bienes y propiedades (recuerdo que en esa ciudad se ofrecía una obra de teatro cuyo título era "En el 90, Fidel revienta"). Un periodista de apellido Oppenheimer hacía dinero con su libro "Castro: la hora final". Pero transcurrieron los noventa, y no hubo reventazón ni hora final.
Y llegó el nuevo siglo, y este 1 de enero de 2009 la Revolución cubana celebrará sus primeros cincuenta años de vida. Amenazada, atacada, bloqueada, aislada, invadida, bombardeada por miles de horas de propaganda radial subersiva y falaz, sometida a golpes de toda clase, sujeta a presiones inconcebibles, Cuba va. Y va, mostrando que es posible construir una sociedad diferente, austera, justa, fraterna, humana...¡vivible!...aún en las circunstancias más aciagas.
Detrás de esa hazaña descomunal no hay fórmulas mágicas ni pócimas secretas. Más allá de heroísmos indudables, se trata sencillamente de un pueblo que decidió defender su dignidad y su soberanía, y que sigue creyendo en la fuerza arrolladora de las utopías y en la honestidad, coraje e hidalguía de dirigentes que siempre estuvieron en la primera línea de combate, con Fidel y Raúl a la cabeza.
Desde esas poderosas nutrientes aquel pueblo tuvo la osadía de enfrentar y vencer una y otra vez al imperio más poderoso de la historia. Así es hoy capaz de brindar solidaridad no desde las abundancias sino desde la generosidad y el desinterés, personificados en decenas de miles de médicos, educadores, técnicos e investigadores que comparten sus conocimientos en un sinnúmero de países. Se trata de valores que deconciertan a los que sólo creen en el lucro y suponen que hombres y mujeres tienen precio.
Por eso, vaya al pueblo cubano nuestro agradecimiento y nuestro abrazo, por haber demostrado con hechos concretos que el ser humano puede ser mejor, y que las revoluciones son siempre posibles.
Alejandro Dausá, 30-enero-2008
30 de diciembre de 2008
A la Revolución cubana
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