Carlos Echazú C.
Con el título de La "Moral Revolucionaria", (entrecomillada) el pasado domingo, 21 de diciembre, Carlos Mesa escribe un artículo en su columna de La Razón en el que pone en tela de juicio la moral y la ética, no sólo del gobierno, sino de "los que siempre estuvieron en la izquierda". Como es su costumbre, y la de los "comentaristas" en nuestro país, se atribuye la calidad de intérprete de lo que el país piensa y dice "El país se está preguntando ¿que entiende el gobierno por comportamiento ético?". "¿Que ha pasado- continúa con tono de sorna- (con aquellos) cuya honestidad intelectual y moral está fuera de duda, que defienden hoy a capa y espada las arbitrariedades que este gobierno comete y que antes criticaban con igual vigor a quienes las cometían en los gobiernos 'derechistas y neoliberales' (las comillas son de él) de la democracia del 82?".
Siendo desde toda la vida un izquierdista, acepto el reto de Mesa para responder sus preguntas, no necesariamente para defender al gobierno, (que errores y arbitrariedades naturalmente tiene) sino más bien, en defensa de la moral revolucionaria que no puede ser cuestionada por un neoliberal confeso como Mesa.
Las "arbitrariedades" que Mesa le endilga al gobierno no son, ni de lejos, las mismas que otros –los de la izquierda- le asignaríamos. Por eso podemos responder una a una las acusaciones de quien posa, desde que era periodista, luego presidente y ahora opositor con pretensiones presidenciables, de "juez intachable".
Mesa considera que las arbitrariedades del gobierno consisten en el "avasallamiento del poder judicial" y la "destrucción de la independencia de poderes", la "utilización de los medios de comunicación del estado como instrumentos de propaganda", la "ilegal detención de un prefecto", y otras detenciones "que vulneran los métodos que la ley establece", los "insultos del presidente", los "casi cincuenta muertos que tiene esta gestión"; la "corrupción de Quintana" (de la que el juez Mesa dice no estar en posición de juzgar) y, no podían faltar, "los cheques venezolanos repartidos como confites sin aprobación congresal".
Ahora bien, una vez ennumeradas las acusaciones "éticas" de Mesa conviene insertarlas en sus respectivos contextos. En este marco, conviene recordar que una de las tantas poses que Mesa gusta tener es la de historiador. Entonces llama naturalmente la atención que un "historiador" haya olvidado que el poder judicial en Bolivia nunca tuvo independencia alguna. ¿No recuerda, el aprendiz de Tucidides, lo que en nuestro pasado no muy lejano se llamaba el CUOTEO POLÍTICO?. En ese entonces, los políticos del neoliberalismo (Seguramente Mesa recuerda al MNR, como ejemplo) se repartían los cargos del poder judicial "como confites" y, a causa de eso, el poder judicial fue nada más que un apéndice de los otros dos poderes. ¿Recordará, el historiador Mesa, que por estos motivos nuestro poder judicial nos llevó a detentar tristes títulos en campeonatos internacionales de la corrupción?, ¿recordará, el historiador, que nuestro país estuvo varios años convulsionado a causa de contratos hidrocarburíferos entreguistas que debieron haber sido anulados por el poder judicial si éste cumplía su deber? Lo que queda en claro de este razonamiento es que el gobierno de Evo no destruyó ninguna independencia del poder judicial, simplemente porque ese fantoche jamás tuvo independencia. No se puede destruir lo que jamás hubo. También queda en claro que los izquierdistas criticamos severamente al poder judicial, hoy como ayer. No hay nada de doble moral en eso. Por el contrario, se llama consecuencia y es la base de la moral revolucionaria.
Otro de los cargos que Mesa hace a la moral del gobierno y de los izquierdistas es la utilización de los medios de comunicación estatales como instrumentos de propaganda política. Para enfrentar esta acusación, conviene recordar otra de las poses de Mesa; la de periodista. Como tal, sabrá Mesa que en la teoría de la Democracia se considera que los medios de comunicación tienen un aporte a la Democracia en la medida en que la variedad de ellos exprese el pluralismo de la sociedad. Antes, cuando él era periodista y campeaba el neoliberalismo, el pluralismo era una mito, porque los medios privados, incluido el suyo, conjugaban perfectamente con la propaganda de los gobiernos neoliberales en los medios estatales. Ahora el pluralismo comienza a ser una realidad en la medida en que apenas, por algunos medios, los del estado, comienzan a escucharse voces ajenas a las de los empresarios neoliberales. ¿Comprenderá esto, Mesa, el comunicador? Se lo explicamos despacito: Ahora, gracias a la acción del gobierno sobre los medios de comunicación estatales, comienza a haber algo de pluralismo.
Haciendo uso de su tercera pose, la de Juez, Mesa acusa al gobierno de haber detenido ilegalmente a "un prefecto" (es muy revelador que no lo nombre por su nombre). Todos sabemos que se trata del masacrador Leopoldo Fernández. De este modo, nuestro Juez, como la mayoría de los jueces corruptos del país, abogan por la supuesta "necesidad" de probar y demostrar la culpabilidad del "acusado" antes de condenarlo. Si bien el principio postulado es correcto, no tiene ninguna aplicación a este caso, puesto que hasta la comisión de la UNASUR ha demostrado fehacientemente la flagrancia del delito. Hubo organización, una cadena de mando y recursos y personal de la prefectura envueltos en la masacre. Hasta un tonto se da cuenta de quién es el responsable. El lobo feroz durmiendo con la panza hinchada, caperucita desaparecida y los jueces bolivianos preguntándose ¿quién habrá hecho desaparecer a caperucita? Cuando los jueces, incluido el indicado, pretenden salvar la responsabilidad del carnicero de "El Porvenir", lo único que hacen, es intentar perpetuar la impunidad tan típica de su sistema judicial.
Algo parecido ocurre con las acusaciones que Mesa hace al gobierno sobre las otras detenciones ocurridas "al margen de la ley". Pareciera ser que en Bolivia no ha ocurrido algo excepcional. Por lo tanto, no hemos visto a racistas asaltando y saqueando instituciones estatales, tampoco hemos visto a esos delincuentes propinando una pateadura, nada menos que al comandante de la policía. Cualquier persona, medianamente equilibrada, se da cuenta que si es que los hijitos de Al Capone se atrevieron a patear al comandante de la policía, lógicamente harían lo mismo, para amedrentar a cualquier otro policía de rango inferior. Por lo tanto, cuando el terrorismo es tan alevoso, en cualquier parte del mundo se hace uso de medidas excepcionales como la de arrestar a los principales sospechosos con capuchas y llevarlos donde jueces que no estén sujetos a la presión de la mafia. No hay nada de raro en esto, ni de doble moral. Ante sucesos excepcionales, se justifican medidas también excepcionales.
Los supuestos insultos del presidente constituyen otro de los temas favoritos de la prensa. Acá no corresponde ya ni siquiera razonar, dado que los hechos hablan por si solos. Los medios, ni Mesa, pueden señalar un solo insulto que haya brotado de la boca de Evo. Pero tan pronto Evo pronuncia el vocablo "Oligarquía", todos ellos se sienten profundamente ofendidos, como si se les hubiera mentado a la madre. Aclarémoslo de una vez por todas, "Oligarquía" no es un insulto, es un concepto de la ciencia social. Según el diccionario significa "grupo social integrado por los más poderosos capitalistas y sus representantes políticos"[1]. ¿Puede alguien negar que sea una caracterización precisa para la oposición de Evo? Lo revelador, sin embargo, está en que acusan al presidente de lanzar insultos, cuando en realidad son sus opositores los que le dicen macaco o indio (con el típico sentido peyorativo que se le ha dado en Bolivia durante toda la vida) Pese a eso, jamás periodista alguno se ha acercado a uno de estos personajes y le ha preguntado ¿porqué insulta usted al presidente?
Siguiendo con su repetición acrítica de todo lo que dicen los medios y sus opositores, Mesa, se ha convertido en otro de los siniestros personajes que buscan desesperadamente muertos para endilgárselos al gobierno. Según su cómputo ya van como 50!! Sin embargo, y digan lo que digan, hay una cosa que queda muy clara para diferenciar las masacres de los neoliberales y los fascistas y las penosas muertes ocurridas durante la gestión de Evo. La diferencia radica en que los masacradores dieron armas de guerra a las fuerzas represivas y ordenaron dispararlas contra el pueblo. Si algo de eso hubiera hecho Evo y con el nivel de violencia que desataron los opositores, entonces los muertos, en cada oportunidad, se hubieran contado por centenares. Por eso a Evo no se lo puede acusar de represor, por el contrario tal vez haya que acusarlo de haber sido demasiado tolerante con los fascistas.
Sobre la supuesta participación de Quintana en el contrabando, llama tremendamente la atención que se haga todo un escándalo de eso cuando todo el mundo sabe que el contrabando en esa y mucha mayor escala ha existido siempre en el país y además se lo enfatice tanto justo en el momento en que la UNASUR presentaba su informe sobre lo ocurrido en El Porvenir. Simplemente los medios necesitaban noticias para desviar la atención. Pero, bien lo importante acá es la complicidad con el contrabando para ganancia ilícita privada, que es lo que hicieron todos los gobernantes neoliberales (¿recuerdará Mesa el caso del narcoavión, que involucraba al MNR?). Eso definitivamente no hubo en el caso de Quintana. Así que el hecho no es, ni de lejos, comparable.
Finalmente, los cheques venezolanos culminan la gama de acusaciones que Mesa hace a la moral de los izquierdistas. Realmente da pena ver como la solidaridad de Cuba y Venezuela quita el sueño a los opositores de Evo. En algún recóndito lugar de nuestro ser hubiéramos deseado que la proyectada oposición de Mesa al Gobierno de Evo sea diferente de la de los fascistas de la oligarquía. Lastimosamente, esta acusación demuestra que la oposición de Mesa tiene el mismo carácter que la de Costas, Marinkovick o Tuto Quiroga. No les importa para nada que la solidaridad de estos dos países beneficie a la población más necesitada de Bolivia. Lo único que quieren es desprestigiarla y embarrarla para que no tenga el efecto electoral al que tanto temen. De Mesa, al que tanto gusta hablar de cultura, se hubiera esperado una mención positiva sobre el programa de alfabetización, pero en su artículo no hay nada al respecto. En otro artículo, semanas atrás, Mesa dice algo al respecto, pero solamente con la finalidad de usar su sarcasmo, diciendo que la alfabetización se realizó "en español, el idioma del conquistador y colonizador", como si se pudiera pedirles a los cubanos que realizaran esta labor en aimará o en quechua. Al fin y al cabo, ¿que se puede esperar de los neoliberales?, ¿Qué ganan ellos con que los indios aprendan a leer y escribir?, ¿Cómo entonces pedirles que comprendan el gran significado histórico que tiene esta magnífica solidaridad?
5 de enero de 2009
La moral revolucionaria sin comillas
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