Por Claudio Rossell Arce
La teoría que sustenta los principios de gestión de crisis señala que ésta se compone, en todos los casos, de cuatro "factores estructurales" que determinan la gravedad de la situación, es decir si se trata de un conflicto (recordemos que las nociones actuales de democracia habilitan para ésta el concepto de “gestión del conflicto”) o de una verdadera crisis.
El primero de ellos es el poder. Éste, dice Luciano Elizalde, autor de "Estrategias en las crisis públicas" (Ed. La Crujía, Buenos Aires, 2004), es un asunto que tiene que ver con la interdependencia y el consentimiento. La primera se refiere a la red de relaciones que determinan quién ostenta el poder; el segundo al apoyo, sea cual fuere, que da sustento a ese poder. Cuando el poder está verdaderamente amenazado, se tiene una situación de crisis.
Estamos, entonces, ante un típico caso de crisis desatada sobre los prefectos de departamento —y los poderes fácticos que operan detrás de ellos— a partir de la malintencionada aprobación en el Senado de la Ley de convocatoria a referéndum revocatorio y la posterior promulgación de ésta por parte del Poder Ejecutivo, pues hasta las más discretas encuestas señalan la ostensible debilidad de varios de ellos. Pero además, considerando que la crisis no sólo se trata del ejercicio puro y duro del poder sino de la interdependencia asociada a éste, los propios legisladores —que creyeron estar asestando un duro golpe al oficialismo— y la agrupación ciudadana que los acoge han ingresado en su propia crisis al descubrir que los nada democráticos comités cívicos que conforman el Consejo Nacional de la Democracia (Conalde) no les perdonaron este desliz y hasta amenazaron con romper toda relación con ellos.
El segundo factor estructural es el tiempo. En una situación de crisis, el o los agentes involucrados creen, o saben, que tienen poco tiempo para actuar (queda menos de un mes para el revocatorio), así, todos se apresuran a implementar sus campañas proselitistas a sabiendas de que no hay propaganda capaz de esconder por completo las evidentes falencias en materia de gestión pública, que es lo que, digan lo que digan los medios, importa a la población. Por su parte, los legisladores, acostumbrados a retrasar, cuando no a entrabar, la acción legislativa, ahora no saben cómo presionar al Congreso para que apruebe las modificaciones a la ley que tan malintencionadamente aprobaron y de las cuales depende que recuperen o no el apoyo del Conalde.
El tercer factor es el de las emociones conmocionantes. El temor a perder el poder, sumado a la idea de falta de tiempo para actuar lleva a los agentes a un estado emocional poco apropiado para la reflexión serena, necesaria para una eficaz planificación estratégica. Así, es perfectamente comprensible ver en los medios de comunicación a políticos opositores ensayar argumentos indefendibles tratando de justificar lo injustificable, de hacernos creer que somos imbéciles y no nos damos cuenta de que el error y la mala fe esta vez no provienen del Gobierno, sino de ellos. Las idas y venidas de los prefectos, que no quieren referéndum, que sí quieren que… es otra manifestación de su emocionalidad descontrolada.
El cuarto elemento, producto de los anteriores, especialmente del tercero, son los comportamientos no controlados. El temor a perder el poder, la idea de que hay poco tiempo para actuar y las emociones en las que se está sumido llevan al agente, con demasiada frecuencia, a asumir comportamientos erróneos. El caso más patético en las últimas semanas ha sido el del Prefecto de Cochabamba, que no sólo ensaya discursos que caen por su propio peso sino que pone en evidencia su vena sediciosa con amenazas de todo calibre. Lo peligroso de este cuarto elemento está en que un agente verdaderamente desesperado puede caer en la tentación de pasar de los discursos a los hechos.
En las siguientes semanas, a partir de lo señalado, se podrá ver hasta dónde llega la crisis de los prefectos, que seguramente no harán más que ahondar su desesperada situación con discursos y actuaciones desesperadas. Esperemos que no se les ocurra intentar la solución por el desastre.
17 de julio de 2008
Referéndum y crisis de los opositores
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