31 de julio de 2008

Opinión y polarización

Por Claudio Rossell Arce

Mucho se ha dicho y escrito sobre la poderosa maquinaria de opinión puesta en acción en la "media luna", pero especialmente en Santa Cruz, cuyo efecto evidente es una indisposición generalizada de la población de ese lado del país hacia occidente, el gobierno y, especialmente, el Presidente de la República.

Una reciente encuesta, realizada la tercera semana de julio por la empresa Focaliza por encargo del Observatorio de la Gestión Pública, aporta nueva evidencia, esta vez estadística, al respecto. Se trata de un estudio cuantitativo realizado en los nueve departamentos del país en los ámbitos urbano y rural (este último habitualmente ignorado en las encuestas) que muestra una "instantánea" del estado de la opinión.

A modo de indagar la opinión de la población respecto de temas distintos del Referéndum Revocatorio, la encuesta preguntó a la gente si había escuchado "hablar más cosas positivas o más cosas negativas" respecto al presidente Evo Morales. Los resultados, si bien previsibles, muestran la enorme brecha entre lo que se dice, y escucha, en occidente y en oriente.

Según el promedio nacional 37,3% de la población escuchó hablar ‘más cosas positivas’; 44,8% oyó ‘más cosas negativas’; 14,3% que ni lo uno ni lo otro y 3,6% no respondió. El detalle está en la comparación por departamentos. Tomemos por caso únicamente la frecuencia de respuestas de quienes reconocen haber escuchado ‘más cosas negativas’.

En Chuquisaca fue el 62,2% de la población que eligió esa opción; en Tarija el 68,1%; en Santa Cruz el 71%; en Beni el 51,6%; y en Pando 54,2%. En La Paz el porcentaje se invierte, sólo el 26,1% de la población dijo haber escuchado ‘más cosas negativas’ del Presidente; en Oruro fue el 31,1% y en Potosí el 20,7%. Entre ambos extremos está Cochabamba, donde el 39,6% escuchó ‘más cosas negativas’ y el 39,2% ‘más cosas positivas’. Además, destaca el hecho de que la diferencia en el porcentaje entre ámbito urbano y rural es, exceptuando los casos de Oruro, Potosí y Pando, de más de 20 por ciento, siendo obviamente mayor en las ciudades.

A partir de esta constatación: en la “media luna” una mayoría clara de la población ha escuchado hablar mal del Presidente, es fácil imaginar que todas las preguntas que indagan sobre la percepción de la población respecto de la situación política, económica y social obtienen respuestas pesimistas de una clara mayoría en los departamentos de la “media luna”. Sucre y Cochabamba, que mediáticamente aparecen como aliados de los departamentos orientales, muestran frecuencias menos extremas.

A la hora de repartir culpas la polarización también se hace evidente: en La Paz, Cochabamba, Oruro y Potosí para la mayoría de la población la culpa “del desabastecimiento y de la inflación” en el país la tienen ‘los empresarios privados’; por el contrario, en Chuquisaca, Tarija, Santa Cruz, Beni y Pando esta culpa, según la opinión mayoritaria, es de ‘el gobierno’.

¿De dónde, pues, proviene semejante desacuerdo en la opinión de unos y otros siendo que en todo el país gobierna el mismo Presidente y se comparten las mismas penurias económicas? De la insistentemente denunciada maquinaria propagandística, alimentada desde secretos y eficientes think tanks y con el militante compromiso de casi todos los medios de comunicación, y que en los casos de Sucre y Santa Cruz de la Sierra llega a extremos abiertamente fascistas al aplicar las peores formas de violencia fáctica o simbólica contra quienes se atreven a disentir en público.

Ante ese panorama, lo menos que puede reclamárseles a los estrategas de comunicación del gobierno es su falta de perspectiva, su obcecada idea de que inundando las emisiones televisivas y radiales con spots o los diarios con sus artes a página plena y todo color basta para convencer a la gente de que lo que se les dice por todos los demás medios es flagrante mentira. Sorprende que siendo un gobierno de esencia popular lo menos que se cuide sea, precisamente, la comunicación de orientación popular. El primer campo de batalla en la pugna política es, obviamente, el simbólico, y hasta ahora el oficialismo no se ha anotado, en éste, casi ninguna victoria.

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