31 de julio de 2008

La guerra del fuego

Por: Jorge Alberto (Chichi) Landívar Cabruja*

Extractado de la web REBOCTAS

El otoño dejó atrás al verano, luego vendrá el invierno, también la humedad cedió ante los vientos secos y de sur, las aguas del cielo despejado ya descansan dejando sus reservas en el interior y sobre la tierra.
Tiempos de siembra; chaquear, quemar, limpiar, preparar el suelo, sembrar, esperar las primeras lluvias de octubre, sacar las hierbas malas, combatir plagas. Tiempos de quemar pastizales secos para que se regeneren y produzcan abundantes brotes nuevos, verdes y tiernos para el ganado.
Plantas y animales del monte se van preparando nuevamente, una vez más para la catástrofe anual, para muchos la última, lástima que solo algunos podrán salvarse, mientras otros desparecerán para siempre. El Arca de Noé aún no aparece desde aquel lejano día que partió, llegará tal vez cuando las aguas estén altas como al otro lado del hemisferio. Quizás Noé ya está viejo y cansado, puede ser que al mando del timón ahora retornen los hijos que concebimos : La Niña y El Niño, pero esta vez juntos...
Llamaradas rojizas, amarillas, anaranjadas se extienden en los campos agrícolas y pecuarios; humaredas negruscas, blanquecinas, grises se elevan hacia el cielo; cenizas desiguales en tamaño y formas caen desde lo alto; calor suave de lejos, intenso de cerca. Tremendo espectáculo sobre la tierra, parece ser una necesaria batalla, en la que unos deben eliminar a otros para vivir.
Batalla necesaria que tiene como casi todas dos bandos, pero esta es diferente, desigual, unos acaban con los otros de manera cruel, los identifican, persiguen, los hacen suplicar, atormentan, flagelan, queman vivos, agonizan, mueren. No hay diferencias entre recién nacidos o adultos, entre hembras o machos, pequeños o grandes, jóvenes o viejos, fuertes o débiles. Convenciones, protocolos, derechos que los pueden asistir están en estos momentos en cosas grandes e importantes para la humanidad entera, como la Cumbre de Río en el país de la samba, mujeres y playas maravillosas o en la exótica y formal Kyoto o en la más cercana y pintoresca Cumbre de Las Américas, no para cosas chicas que suceden en esta parte del planeta.
Desastre total, lombrices, insectos, tortugas, perezosos, tatuses mueren de inmediato; hurinas, jochis, ciervos, puercos, antas, monos, tapitices, lagartos, corren y se arrastran un poco más adelante, caen y también son devorados; pimpines, chuubis, harpías, parabas, carpinteros, picaflores, siringueros, batos, alzaron vuelo, si logran salvarse deben olvidarse para siempre de sus nidos y polluelos. Si hubieron heridos y mutilados, quedarán así para siempre, si quedaron sobrevivientes nunca más volverán a su hogar; arbustos, árboles, palmeras, troncos secos ya no existen…
Los más fuertes que lograron atravesar las alambradas hacia fuera del desolado campo, tuvieron unos minutos más de vida. Al otro lado divisaron figuras parecidas a charcos de agua y fueron hacia ellos; era un espejismo desprendido de la carretera y sobre ella estaban en imparable movimiento los que remataban a cualquier bicho que sobrevivió al infierno, desde enormes camiones y flotas, hasta pequeños autos y taxis. Eran mercenarios públicos y privados unidos para la estocada final al otrora poderoso Reino Animal; a su paso dejaron pellejos sangrientos de zorros, gatos monteses, meleros, osos hormigueros. Su aliado natural el Reino Vegetal nada pudo hacer porque los fuertes sotos, cuchis, cupesís; los medicinales chaacos, isigos, paratodos; las esbeltas chonta, asaí, sumuqué; los imponentes paquióses, ochoóses, mapajos; los coloridos tajibos, toborochis, gallitos, cayeron primero en la Guerra del Fuego…
Queda el olor a carne, pieles y plumas quemadas, se ven tizones de todo tamaño, se escucha el viento sobre un campo raso, se siente que la muerte acaba de irse, se percibe que volverá el próximo año en la misma época. Solo queda el sabor amargo que dejan las cenizas de la conciencia…
Lástima que no hubieron cruces rojas ni verdes ni cascos azules ni sociedades protectoras ni superintendencias que se detengan a observar esta escena. Lástima que los locos no estén sueltos, ellos podrían ayudar a cruzar o a escapar a los sobrevivientes, curar a los heridos, buscarles un nuevo hogar natural, tomar la dirección del lugar donde se produjeron los incendios o quemaron pastizales, hacer un grito de protesta, lástima que todos los que vieron esto son cuerdos y normales, los mismos que aplaudieron la Ley del Medio Ambiente…
Tiempos de cosecha; frutos y semillas toman el tamaño, forma, color, sabor, olor esperado; es tiempo de cosecha। Semillas reservadas para la próxima temporada, ganado robusto y sano, alimentos y recursos suficientes para los meses o años siguientes, la vida continúa…aún.

San Ignacio de Velasco, Santa Cruz, Bolivia, julio del 2.008

* DIRECTOR PARQUE NACIONAL NOEL KEMPFF MERCADO – SERNAP

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