27 de mayo de 2008

Sucre, cuna de la indignación y el repudio nacional

Por Marcelo Arandia Alarcón

Sin lugar a duda lo que ha acontecido en la Culta Charcas o Sucre, Capital de la Republica, es INDIGNANTE y repugnante desde todo punto de vista. Este episodio lamentable desnuda una cruda realidad del país donde el racismo y la intolerancia se constituyen en el instrumento que guía los actos de ciertos grupos minúsculos y retrógrados, que no son capaz de confrontar sus ideas a través del diálogo, sino que recurren a estas prácticas fascistas como último recurso para querer imponer sus caprichos demostrando así la desesperación en que se encuentran ante el avance de un tejido social que apuesta a un cambio estructural de este país.

Lo que hemos visto en Sucre, debe ponernos en alerta máxima, a todos y todas, tanto los miembros de oposición, los "oficialistas" y los que creemos que en este país se pueden cambiar estructuras anacrónicas de un Estado ausente de la solución de problemas estructurales como la pobreza, el subdesarrollo, el analfabetismo y ahora el racismo interno. Estamos empezando a acostumbrarnos a ver cómo en plena vía pública, lo demostró Sucre, se cometen delitos tipificados inclusive en el código penal boliviano, como es el maltrato, y los vejámenes sufridos por campesinos que por el simple hecho de disentir con el discurso de sus verdugos, que al unísono de gritos como VIVA LA AUTONOMÍA DEPARTAMENTAL... SUCRE CAPITAL PLENA DE BOLIVIA... SUCRE SE RESPETA... CARAJO...!!! Fueron humillados y maltratados salvajemente por sus propios hermanos chuquisaqueños, olvidándose que estos verdugos también en su gran mayoría provienen de las mismas polleras y abarcas, que ellos desclazadamente maltrataban en señal de superioridad.

Es innegable que este hecho se manifiesta con tanta facilidad en algunas partes del país, por la ausencia de ciertas estructuras de Estado, es inconcebible ver como en ciertas regiones del país, este tipo de actos xenofobitos y racistas, se suceden con cierta cotidianidad principalmente hacia sectores populares, campesinos e indígenas, sin que las instancias llamadas a pronunciarse lo hagan, sino pregunten que pasa en San Ignacio de Velasco, donde días posteriores al referéndum autonómico, representantes cívicos y otras autoridades locales agredieron furibundamente al sacerdote Adalid Vega Veizaga a quien acusaron de ser contrario al proceso de las autonomías y que por ese simple hecho debía abandonar la región y, ninguna autoridad, impuso la ley hasta ahora. Similar situación pasa en la Región del Chaco, donde aún se pone en duda ciertas lacras sociales que aún persisten, como la existencia de familias esclavas en algunas haciendas, por lo que el Estado hasta ahora no tiene una solución estructural precisamente por su actitud paciente y contemplativa para dar solución a estos problema que en realidad exigen urgente solución.

La pregunta es, ¿qué podemos hacer desde la sociedad civil, para que estas manifestaciones cabernarias se puedan ir revirtiendo?, para lo cual sin duda, tendremos que empeñarnos en generar iniciativas que empiecen a frenar este tipo de abusos, porque en Sucre, han humillado a Bolivia toda, y a diferencia de otras manifestaciones de racismo que huyen de los medios de comunicación, en Sucre, tenían sus propios medios que los acompañaban para mostrar su "valentía" delincuencial.

Que pena por Sucre, lamentablemente unos cuantos opacan su carácter multiétnico y pluricultural, por lo que ahora este país debe comenzar a luchar por la UNIDAD EN LA DIVERSIDAD.

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