Por: Max Murillo Mendoza
Casimiro Olañeta, político nefasto para la historia de Bolivia, vuelve a rondar por la mentalidad citadina capitalina. Los expatroncitos y exterratenientes, hoy incrustados en todos los partidos tradicionales de Sucre, incluidos los de izquierda (MBL, PS1), ven peligrar el juego de sus intereses en esta nueva etapa de la historia patria. “Las familias de sangre azul” buscan excusas para justificar muertos, para saldar cuentas por su impotencia y mentalidad decimonónica. No les gusta que sus ex -pongos hoy les interpelen, es más: les gobiernen. Su derrota histórica es evidente. Sólo les queda la violencia patronal, “su complejo de superioridad” se ahoga en sus jovencitos alcoholizados apaleando campesinos y gozando de su racismo enfermizo y banal. Los herederos de Olañeta se rasgan las vestiduras ante los cambios. No quieren dejar el siglo XIX.
Pero la impunidad tiene patas cortas. Ni siquiera su poder económico les dará seguridad ante el avance y las conquistas de los desposeídos. Como la dictadura de la oligarquía de Santa Cruz, empieza a resquebrajarse el llamado comité interinstitucional (a la cabeza de los izquierdistas de Sucre), y los de la línea dura arremeten corrompiendo a los medios de comunicación, a toda la estructura del poder judicial, a universitarios fracasados e hijitos de papi y lumpen de la ciudad de Sucre. Es síntoma de descomposición orgánica, no les queda más que la violencia y el terror del miedo.
Los olañetas y los arguedas siguen siendo lectura obligatoria en los colegios privados y fiscales de Bolivia, y lamentablemente esa mentalidad de la destrucción, del racismo, del odio a lo boliviano, de la vergüenza ante lo cholo, y del amor a lo extraño y extranjero y extranjerizante, hacen que los jóvenes de las ciudades no tengan absolutamente nada de autoestima, y se refugien en todo lo ajeno a lo nuestro. Y este patológico comportamiento social impide por supuesto un avance hacia un nacionalismo boliviano, es decir hacia un reconocimiento de lo nuestro: sí raza, costumbres, maneras de ser y pensar frente al mundo. Por tanto economía y producción.
El fortín y bunker del pensamiento y la mentalidad olañetista-arguedista, es definitivamente el sistema educativo boliviano. No es raro que los universitarios de Sucre sean precisamente los abanderados de esta cruzada racista y patronal, como no ha sido raro que el 11 de enero cochabambino haya sido encabezado por los jovencitos por la democracia, todos universitarios egresados de los más brillantes colegios privados de Cochabamba. Por tanto, si de cambios se trata, debemos hacer un giro radical en el sistema educativo boliviano. ¿Cuál es el pilar más importante de la revolución Cubana? Pues señores su sistema educativo.
El próximo 6 de agosto, demostrando un cambio de rumbo en nuestro sistema educativo, para hacerlo más competitivo, con resultados realmente científicos y bolivianos, deberíamos quemar los libros de esta mentalidad olañetista-arguedista, que nada tienen que ver con nosotros y nuestra historia. Mentalidad anti-indigena y anti-boliviana, mentalidad del odio hacia nosotros mismos. Que Sucre nos llame la atención para formular nuevas estrategias educativas, para formular alternativas de comunicación fuera de las cortes olañetistas. Que Sucre nos llame la atención para acelerar los cambios y joderles a nuestros dirigentes y su asombrosa lentitud y falta de creatividad carajo.
Gloria al Tambor Vargas!!!
Gloria a Juana Azurduy de Padilla!!!
Cochabamba, 24 de mayo de 2008.
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