4 de septiembre de 2007

Constituyente en democracia

Constituyente en democracia

Por: Ciro Añez Núñez*
Lastimosamente en menos de tres años, el sistema democrático nacional se ha visto peligrosamente debilitado y por muy enajenado que parezca, la vulneración de los derechos humanos en perjuicio del propio pueblo, llegó a convertirse en el instrumento más efectivo para conseguir premeditados propósitos, perdiendo el Estado cada vez más el control de su sociedad pluricultural.
La ingobernabilidad es resultado de varios factores, entre ellos podemos citar: el rol que desempeñan actualmente los países subdesarrollados dentro del nuevo orden mundial, la generalización de la corrupción que conlleva la pérdida de credibilidad de los poderes públicos que constituyen la base del gobierno, la incapacidad política para afrontar el problema de la crisis económica, sumados a una agobiante deuda externa, el desempleo, analfabetismo, falta de liderazgo e interés estatal en la tecnología y el desarrollo del conocimiento.
Todos estos factores generan mayor oportunismo, intransigencia y anarquía en el país, que siendo estos problemas coyunturales, no son solucionables a corto plazo mediante salidas legislativas, cambios de modelos o paradigmas, imposición de fórmulas o cálculos políticos. El fondo de la problemática responde a la pérdida de los valores fundamentales del ser humano que si no son desarrollados individual y colectivamente, aún existiendo el mejor marco normativo resultará improductivo regular adecuadamente el comportamiento.
En los albores de la Asamblea Constituyente es menester que exista un ambiente propicio, absolutamente contrario a la confrontación y la anarquía, pues hemos decidido instaurar aquel escenario para debatir ideas no para librar contiendas bélicas, máxime si la democracia confiere a dicho proceso, un aura de protección a los derechos y garantías de los ciudadanos, no debiendo ser distorsionadas en asambleas populares dictatoriales, ni convertidas en instrumentos para un gobierno despótico y autárquico, pues ambos extremos restringen la convivencia normal de los seres humanos.
Ya es hora que en Bolivia prime el respeto por la legalidad, retomando el principio de autoridad en resguardo de los derechos fundamentales y garantías constitucionales, conservando el orden instituido del sistema democrático, evitando la contradicción de garantías y libertades con libertinaje y expansión del uso de la violencia y de la fuerza.
La Constituyente nos ofrece un momento histórico para la renovación del plan de vida institucional, que sin constituirse en el antídoto de solución a todos los problemas del país, amerita un ambiente de sosiego para el análisis de propuestas que den cobertura a los principios y valores supremos en respeto de la libre expresión, sin arengas ni insultos. Debiera primar los discursos sapientes con enorme visión de futuro hacia una nueva Constitución que genere unidad en la diversidad, ponderando el individualismo de las regiones, sin subyugación ni opresión egocéntrica.
En un mundo globalizado, no debemos perder la perspectiva de la paz social y la integración, mediante una democracia cosmopolita, puesto que Bolivia no es una isla desértica, con mayor razón debemos ser responsables de nuestras vidas y conflictos, dando soluciones coherentes y visionarias, sin crear grandes codependencias ni autodestrucción, siendo honestos con nosotros mismos y con los demás, teniendo la capacidad de trabajar con las demandas foráneas, dentro de un ámbito normativo para entonces vigente.
* Abogado constitucionalista. Este artículo fue publicado en los Diarios El Nuevo Día y La Razón, en fecha: 27 de julio de 2005 y fue reeditado en la página web Petroleum World: http://www.petroleumworldbo.com/extrabolivia072705.htm
Este artículo a pesar del tiempo que lleva consigo no pierde vigencia, dado los últimos acontecimientos suscitados en el país.

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