Gisela López Rivas *
Decir que la Policía es una institución plagada por la corrupción ya no es noticia. Denunciar la corrupción en la Policía es, increíblemente, una verdadera pérdida de tiempo. Por eso decidí escribir esta carta abierta dirigida a no sé quién que, tal vez, sueña con la guillotina para esta inmunda práctica que sumerge en el nauseabundo lodo cloacal a la “institución del orden”.
Hace unos días -adivinando lo que iba a encontrar- me aventuré a tramitar la renovación de mi licencia de conducir y terminé siendo víctima del asalto más descarado suscitado a plena luz del día y en la institución que, supuestamente, está para precautelar mi seguridad.
Mi asaltante fue un policía. Sucedió dentro de la oficina de trámites de licencias para conducir en la unidad de Tránsito de Santa Cruz de la Sierra, a plena luz del día. Me robó Bs 270, sin violencia y de forma “profesional”, increíblemente. Me sacó los Bs 270 haciéndome creer que ese era el costo de la renovación de mi brevet. En principio creí que mi destreza de periodista-investigadora me había costado barato. Pensé que la coima que me cobró el policía era únicamente de Bs 35 porque él me hizo creer -al igual que a los cientos de ciudadanos que estuvieron antes y después que yo renovando sus licencias para conducir- que el trámite de renovación exigía una lista larga y compleja de requisitos y que el costo era de Bs 235.
Para que la entienda, se la voy a contar la historia:
Aquella mañana me armé de valor para enfrentarme a lo que yo, más o menos, conocía. En el fondo sabía a lo que me estaba metiendo. Fui muy temprano a Tránsito, entre las 08:00 y las 08:30. Ingresé y había poco movimiento. Los policías recién estaban llegando a sus puestos de trabajo. En la fachada de la oficina donde se realizan los trámites de las licencias para conducir no hay ninguna indicación de orientación ciudadana a pesar de que dicha dependencia concentra diariamente gran afluencia de personas que acuden expresamente por dos motivos: tramitar la licencia para conducir y/o tramitar la renovación de dicho documento.
Ese vacío de orientación me impulsó a acercarme a una oficina que tenía como letrero “secretaria”. Saludé al policía y le pedí orientación para renovar mi licencia. “¿Quiere rápido o normal?”, me consultó. Le pregunté la diferencia y el uniformado fue relativamente sincero: “Rápido es cuando nosotros se lo hacemos y su licencia se la entregamos en el día. Normal es cuando usted misma hace su trámite y su licencia tarda uno o dos días. Cuando nosotros se lo hacemos, cuesta un poco más”.
Le respondí que quería hacer un trámite “normal”. Mi respuesta no le agradó al policía que, seguramente, en su interior me ha debido calificar de “tacaña” y falta saber qué otros calificativos más me puso. Me despachó a la oficina del frente sin darme ninguna otra orientación que me facilitara la tarea.
Ingresé a la oficina del frente donde hay unas ocho o diez mesas de atención a la gente. Como era temprano, sólo había un policía en una de las mesas. Me acerqué y le repetí lo mismo que al anterior: “Quiero renovar mi licencia, ¿qué trámite debo hacer?”.
Me respondió igual que el anterior policía. “¿Quiere rápido o normal?”. Otra vez respondí “normal”, y, claro, mi respuesta también le disgustó. Entonces me pidió mi licencia caducada y mi cédula de identidad. Se las mostré y me dijo: “Vaya y saque fotocopia de los documentos”. Retorné con la fotocopia y lo encontré al policía “muy ocupado”. Como mi fin era descubrir el modus operandi, me acerqué a escuchar el “negocio”. Un hombre le explicaba que quería renovar su licencia para conducir y, al mismo tiempo, quería sacar por primera vez la licencia para conducir de su joven hijo. El “negocio” fue muy rápido, ya que en cuestión de minutos padre e hijo estaban haciéndose fotografiar para los documentos.
Cuando terminó el negocio el policía me miró de mala gana y me pidió la fotocopia. “Vaya a la mesa donde está la letra de su apellido paterno”, me ordenó. Entonces busqué la mesa donde estaba la “L” (de López) y me acerqué al uniformado. Le entregué la fotocopia y me preguntó: “¿Quiere rápido o normal?”. Muy segura, volví a responder lo mismo: “normal”. “Entonces vaya a ver los requisitos que están escritos en la pared y cuando los tenga todos completos retorna”.
“Requisitos para renovar licencias” titulaba el cartel. 1) Carnet de identidad. 2) Certificado de antecedentes de la PTJ. 3) Licencia caducada o fotocopia. 4) Memorial de abogado. 5) Certificado Médico y Certificado de Oculista”.
Con esos cinco requisitos era imposible que yo lograra tramitar la renovación de mi licencia para conducir en un solo día. Obtener el certificado de antecedentes de la PTJ nomás es un trámite engorroso. Además, hubiese tenido que salir de Tránsito a buscar un abogado que me haga un escrito para presentar y hubiese tenido que buscar un médico que me extienda un certificado médico. ¡Qué lío! Al final, yo había ido a renovar mi licencia pero –era como el plus de mi jornada- me picaba la curiosidad por saber cómo ejecutaban la corrupción después de cinco años (en el 2004, cuando tramité mi anterior licencia, también la comprobé la corrupción).
Y lo hice.
Después de leer la lista imposible de requisitos retorné a la oficina que decía “secretaria”. El policía ya estaba “ocupado”, pero igual me atreví: “Disculpe, quisiera renovar mi licencia nomás por la vía rápida”.
El policía, cuya identificación en su uniforme decía “J. Copaja” me miró con menosprecio. “Por qué se tardó tanto. Ya tengo cinco trámites y estoy ocupado”, me respondió. Pero lo persuadí para que también haga mi trámite y aceptó. “El trámite normal cuesta los valorados, Bs 235. Pero si quiere rápido le costará Bs 270”. Acepté.
¡Qué rapidez! El uniformado metió en su computador el número de mi carné e inmediatamente entró en el sistema de Tránsito. Me hizo firmar en digital y me copió mis huellas también en digital. “Vaya a sacarse la fotografía al frente, con fondo celeste”, me instruyó.
Otro policía me tomó la fotografía y sobre el pucho me dijo: “15 bolivianos. Rápido, por favor, que la gente está esperando”. Y, como pude saqué el dinero y pagué. Vi como la gente hacía fila y pagaba tal cual lo hice yo. Vi como la gente se acercaba a una y a otra mesa y recibía la misma interrogante: “¿Quiere trámite normal o rápido?” Y las respuestas eran las mismas: “Rápido”. La cola de la fotografía crecía y crecía. Los trámites aumentaban y aumentaban. Pero eran los trámites “rápidos”.
En esos correteos me encontré con dos o tres conocidos. Dos de ellos me confesaron que estaban “coimeando” para que salga “rápido”. El tercer conocido es un policía, guardia de seguridad de un empresario en cuya empresa yo trabajé muchos años. Le pregunté qué estaba haciendo por ese lugar y me respondió: “Un tramitecito para una señora”. Claro, era un trámite de renovación de licencia igual que el mío.
Mi tramitador también andaba en correteos con mis papeles y los de las otras cinco personas que juntamente conmigo esperábamos en el pasillo de la oficina. En eso recibimos una última instructiva: “Vayan a hacer fila para el cardex y que les tomen la fotografía”.
Otra fotografía… Otros 15 pesos, pensé. Hice la fila y me tomaron otra fotografía en un improvisado estudio fotográfico al lado del anterior fotógrafo. “¿Quiere duplicado?”, me preguntó. Le respondí que no porque había visto que a la señora que estuvo delante mio le sacaron Bs 50 por un duplicado. Seguramente era el duplicado del brevet.
Con esa fotografía se terminó el trámite, afortunadamente. Todo eso transcurrió en una hora. Media hora después, el policía vino con mi brevet renovado y antes de entregármelo me dijo: “Señora, me tiene que cancelar” y empezó a caminar casi como conduciéndome adentro de la oficina para que no nos vieran canjeando el brevet por el dinero. “¿Cuánto es?”, le pregunté. “¿Le dije Bs 280, no?”, me respondió descaradamente. “No, me dijo Bs 270. Aquí está el dinero”, le respondí y salí rápidamente con ganas de gritarle ladrón, corrupto, sinvergüenza…
Hasta ese momento, yo estaba segura que la coima que me cobró fue de Bs 35, ya que el resto del dinero era el costo “real” del trámite.
En esa hora y media de espera había logrado anotar algunos datos para mi cosecha personal. Irónicamente, un letrero con una leyenda anticorrupción colgaba en la pared de la oficina del policía corrupto. “Denuncie la corrupción”, decía ese letrero y publicaba dos números de teléfonos que me los anoté. Llamé al número gratuito y comprobé que dicho número no era una oficina para denuncias de hechos de corrupción. “Esta oficina es de Recaudaciones de la Policía. Se ha equivocado”, me respondió torpemente mi interlocutor cuando llamé y le dije que quería denunciar un hecho de corrupción en la oficina de Tránsito de Santa Cruz. El hombre me colgó el teléfono y tuve que llamarlo de nuevo para reclamar mejor atención. Me dio otro número gratuito que resultó ser falso, inexistente.
Como había anotado otro número de aquel irónico letrero anticorrupción, pero que no era gratuito, tuve que pagar la conferencia para denunciar el cohecho. Relaté el caso y di mis datos personales completos. Proporcioné el nombre del policía que me “atendió” y el monto que me cobró (robó). El policía que me atendió por teléfono, de apellido Bustillos, cuyos datos también guardo, me pidió mi número de teléfono y me insinuó que fuera por Tránsito y denunciara personalmente el hecho. Me molesté y le pregunté por qué publicitaban teléfonos para denunciar hechos de corrupción y luego me pedían que lo hiciera personalmente. Al final, me dijo que esperara, que en el transcurso del día me iban a llamar por teléfono para resolver el caso.
Grande fue mi sorpresa cuando dos horas después sonó mi celular y desde un número “privado” me llamó el policía que el día anterior me había cobrado una coima para renovar mi licencia para conducir. “Quiero conversar con usted, por favor”, me dijo en tono de ruego.
Le expliqué que yo estaba ocupada, pero insistió casi suplicante. Acepté, más por curiosidad que por otra cosa y en cuestión de quince minutos el policía llegó, se me acercó con mucha humildad y me dijo: “Yo atendí su trámite y he cometido errores. Por favor quiero que me ayude porque me van a procesar y me van a cambiar de destino o me van a botar de la institución. Por favor, retire la denuncia”, me suplicó y se le aguaron los ojos.
“Pudo haber sido cualquier otro policía, pero desgraciadamente fue usted. Todos ustedes hacen lo mismo. Tengo la impresión que son los instrumentos de la recaudación”, le respondí y le pregunté cómo consiguió el número de mi celular. “De su cardex”, me dijo. “Usted está mintiendo, este celular me lo acaban de dar en mi trabajo, es muy nuevo y poco conocido”, le dije.
Claro, como la mafia está orquestada desde arriba, desde ahí le pasaron el número de mi celular y, seguramente, le dieron la mañana “libre” para que “arregle” este entuerto.
¡Qué terrible! El único policía que tenía mi número de celular era aquel que recepcionó mi denuncia en ese número de teléfono que tiene la Policía para recibir denuncias de corrupción en su “campaña de lucha contra la corrupción”. Butillos apellida. Seguramente pasó mi número a los superiores de Tránsito y estos a la vez le pasaron el dato al policía Copaja, el que me extorsionó, para que me buscara y me persuadiera a que retire la denuncia.
Lo siento mucho por Copaja, si es que lo procesan. Aunque lo dudo mucho. La corrupción se la arma desde arriba y los de arriba no van a procesar ni a echar de la institución a sus piezas recaudadoras del dinero sucio.
El director de Tránsito de Santa Cruz me llamó recién por la tarde, unas siete horas después de mi denuncia y me pidió que le cuente la historia. Se la volví a contar y vaya sorpresa en su respuesta: “Usted no debió pagar ni un centavo, porque la renovación de la licencia no tiene costo”, me dijo por teléfono.
Pero, ¿y el letrero que hay en Tránsito que dice “requisitos para renovar licencias” donde aparece esa larga lista, de certificado de antecedentes de la PTJ, memorial de abogado, certificado médico, etc.? le pregunté al director de Tránsito.
“Debe estar errado. Esos son requisitos para una licencia emitida por primera vez. No conozco de ningún letrero así para la renovación. Voy a hacer investigar. Es que me han llegado últimamente unos letreros de La Paz que no los he revisado, pero voy a investigar…” fueron las respuestas de la autoridad policial que sepultó mi denuncia.
Todos hemos caído en esa trampa. Todos hemos estado pagando Bs 270, Bs 300, Bs 400 y más por un trámite que, según el director de Tránsito, no tiene costo alguno.
Ahora, mediante esta carta pública, exijo que Tránsito de Santa Cruz me devuelva el dinero que me robó su policía y exijo que el responsable de dicha repartición (Licencias para conducir) sea destituido del puesto porque armó, falta saber desde cuándo, una fuente de corrupción descarada. Yo fui víctima de ese hecho, hice la denuncia formal al teléfono que la misma Policía dispuso para este tipo de casos, y ahora exijo, públicamente, el resarcimiento del daño y las garantías suficientes para que yo no sufra ningún tipo de amedrentamiento ni amenaza. Asimismo, convoco a todos los ciudadanos y ciudadanas que han sido víctimas de similar situación a que se sumen a esta demanda y, juntos (as), exijamos que Tránsito nos devuelva el dinero que nos han robado.
Por último, exijo que la Policía Nacional transparente este trámite de licencias para conducir de la siguiente manera:
Facilitar la tramitación aboliendo los siguientes requisitos
1. Certificado de antecedentes de la PTJ
2. Certificado médico
3. Memorial de abogado
Estos documentos NO SON NECESARIOS para obtener la licencia de conducir por primera vez, menos para la renovación. La Policía SABE QUE ESTOS REQUISITOS NO SE PRECISAN porque ella misma otorga licencias para conducir SIN ESTOS REQUISITOS cobrando Bs 100, Bs 200, Bs 400 o más.
Anular estos requisitos sería la primera señal de que realmente la Policía quiere luchar contra la corrupción. Mantener estos requisitos es otra prueba más de que la Policía se está ahogando en ese fango del excremento de la corrupción.
Gisela López Rivas
* Periodista
giselalopezrivas@yahoo.es
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