Hic et nunc
Claudio Rossell Arce
Vivimos un especial momento político, una situación a la que el país ha llegado en parte por la acción gubernamental, pero sobre todo por los errores de una oposición "cívico-prefectural" incapaz de medir las consecuencias de una violencia excesiva e intolerable y, finalmente, por la acción decidida de unos cuantos políticos que, contra el estereotipo, actuaron con convicción y responsabilidad, logrando movilizar el diálogo hacia una solución más que aceptable para ambas partes en pugna.
A estos factores, que han sido sobradamente descritos y analizados en las últimas semanas, se debe sumar un decidido apoyo de la comunidad internacional, que no ha dudado en manifestarse a favor de la democracia y de un proceso de cambio cuyos efectos trascienden largamente las fronteras bolivianas e incluso latinoamericanas y en contra de los excesos de una oposición que se mostró dispuesta a quebrar no sólo el Estado de Derecho —cuya defensa, paradójicamente, es el leit motif de su discurso— sino las más elementales bases de convivencia democrática.
Se tiene, en ese escenario, a un gobierno fortalecido que ha comenzado a jugar sus "fichas" en un inequívoco proceso de posicionamiento político que debiera conducir a la materialización del discurso de cambio a través de una reingeniería institucional, que ciertamente será la parte más difícil del proceso boliviano.
Al frente el gobierno tiene a una oposición fragmentada, confundida y (aunque no de modo completamente visible) desesperada. Desesperada por encontrar un discurso que logre unificar las fuerzas contrarias al "proceso de cambio" y por encontrar un liderazgo capaz de hacerse cargo de la responsabilidad que implica conducir esas fuerzas.
Finalmente, en los extremos de esas polaridades están los grupos que, incapaces de leer las circunstancias con las claves de la democracia, insisten en tensionar la situación, promoviendo el temor de la población a través de actos lindantes con el fascismo —insistimos: en ambos extremos—que sólo sirven para restar eficacia a los discursos.
En ese contexto, los agentes políticos están desarrollando una trama en absoluto exenta de contradicciones que, a tiempo de incrementar —aún más— la complejidad del proceso, difunden mensajes equívocos, tales como promover el no al proyecto de nueva Constitución a pesar de ser el camino institucional para el establecimiento de las autonomías departamentales que, se suponía, eran el fin último de la acción política desplegada desde 2004.
Asimismo, provoca profundo extrañamiento el que quienes hasta hace muy poco se mostraban como fervorosos opositores al proceso constituyente hoy anuncien que apoyan el voto por el sí y se declaren artífices de un acuerdo político en el que nunca creyeron sino hasta que se materializó gracias al esfuerzo de unos pocos.
Finalmente, también hay mensajes profundamente equívocos en la actitud de esas autoridades que, por ejemplo, claman justicia para las víctimas de la masacre en Pando mientras hacen todo lo posible por entorpecer la acción de las instancias llamadas por ley para juzgar delitos. Flaco favor se le hace a la Justicia (así, con mayúscula) al profundizar la crisis de las instituciones sin proponer alternativas viables a un estado de cosas que ante todo significa la cotidiana vulneración de derechos de miles de personas que, antes que castigos "ejemplarizadores" para los más conspicuos culpables, demandan justo resarcimiento por el daño sufrido.
Comunicador y periodista
hicetnunc1@gmail.com
12 de noviembre de 2008
Escenario, actores y trama
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