Max Murillo Mendoza
En última instancia las revoluciones violentas y sangrientas (Cuba, Vietnam, Rusia, China y la misma India) nos han demostrado, ante la cruda realidad, que sólo ese efecto cambia realmente el orden establecido. Y que las “revoluciones en democracia” son sólo parches pasajeros, ya que los que manejaron siempre la política (o la realpolitik como en el caso nuestro) sean de izquierda o derecha, siguen vigentes. Sus habilidades en la conducción del poder no se destruyen así por así. Algo de esto está sucediendo en Bolivia.
En poquísimo tiempo, en realidad en tiempo record, los poderes ocultos: mafias, familias y roscas de la política boliviana se han articulado, y se han introducido en el MAS con esa misma habilidad camaleónica de siempre están empezando a conducir al MAS. Las astronómicas sumas de dinero provenientes de países solidarios, Venezuela entre ellos y los que maneja el estado, están siendo utilizados “sin asco” para consolidar sus poderes e influencias (todo se compra, incluso la conciencia). Los cotidianos escándalos de corrupción son tan evidentes que muchos sectores de la ciudadanía se preguntan: esto es el cambio? Esta es la revolución del comportamiento?
A estas alturas la debilidad del discurso ya es notable. La ultraderecha sabe de eso y ataca incluso con marchas para la liberación de uno de los criminales más siniestros como Leopoldo Fernández, porque sabe que el MAS ya no tiene autoridad moral para combatirla. Pero se trata de la cúpula del MAS. No de los movimientos sociales, quienes a pesar de todo mantienen su lealtad al cambio, al sueño de un país distinto. Esta ventaja comparativa que tiene el MAS, que son los movimientos sociales, no se están manifestando todavía; pero se huelen aires de duda, de susceptibilidad cada vez más notoria. La falta de crítica al interior del MAS aísla a las voces críticas, y entonces el silencio campea como signo de disidencia o complicidad cínica de muchos dirigentes.
Los cambios que se están produciendo no tienen sello ni dueño particular. Es parte integral de todo un pueblo, de toda una generación que apuesta a un país distinto. Entonces que los dirigentes pasajeros del MAS no se equivoquen, porque la factura que pagaran será muy alta. Este es el momento de convocar a las voces de los movimientos sociales, a los intelectuales nacionalistas quechuas, aymaras y de otras nacionalidades a unirnos en torno a nuestras organizaciones, para empezar a pedirles cuentas a los dirigentes que conducen en este momento el MAS, además a todos los “invitados de honor” hoy por hoy en los ministerios más importantes. Este es el momento de cuidar con más fuerza el proceso de cambio, porque la ultraderecha se fortalece sabiendo exactamente que el MAS ha sido penetrado por su gente, y los resultados ya empiezan a dar frutos: corrupción generalizada.
Cochabamba, 18 de Marzo de 2009.
En última instancia las revoluciones violentas y sangrientas (Cuba, Vietnam, Rusia, China y la misma India) nos han demostrado, ante la cruda realidad, que sólo ese efecto cambia realmente el orden establecido. Y que las “revoluciones en democracia” son sólo parches pasajeros, ya que los que manejaron siempre la política (o la realpolitik como en el caso nuestro) sean de izquierda o derecha, siguen vigentes. Sus habilidades en la conducción del poder no se destruyen así por así. Algo de esto está sucediendo en Bolivia.
En poquísimo tiempo, en realidad en tiempo record, los poderes ocultos: mafias, familias y roscas de la política boliviana se han articulado, y se han introducido en el MAS con esa misma habilidad camaleónica de siempre están empezando a conducir al MAS. Las astronómicas sumas de dinero provenientes de países solidarios, Venezuela entre ellos y los que maneja el estado, están siendo utilizados “sin asco” para consolidar sus poderes e influencias (todo se compra, incluso la conciencia). Los cotidianos escándalos de corrupción son tan evidentes que muchos sectores de la ciudadanía se preguntan: esto es el cambio? Esta es la revolución del comportamiento?
A estas alturas la debilidad del discurso ya es notable. La ultraderecha sabe de eso y ataca incluso con marchas para la liberación de uno de los criminales más siniestros como Leopoldo Fernández, porque sabe que el MAS ya no tiene autoridad moral para combatirla. Pero se trata de la cúpula del MAS. No de los movimientos sociales, quienes a pesar de todo mantienen su lealtad al cambio, al sueño de un país distinto. Esta ventaja comparativa que tiene el MAS, que son los movimientos sociales, no se están manifestando todavía; pero se huelen aires de duda, de susceptibilidad cada vez más notoria. La falta de crítica al interior del MAS aísla a las voces críticas, y entonces el silencio campea como signo de disidencia o complicidad cínica de muchos dirigentes.
Los cambios que se están produciendo no tienen sello ni dueño particular. Es parte integral de todo un pueblo, de toda una generación que apuesta a un país distinto. Entonces que los dirigentes pasajeros del MAS no se equivoquen, porque la factura que pagaran será muy alta. Este es el momento de convocar a las voces de los movimientos sociales, a los intelectuales nacionalistas quechuas, aymaras y de otras nacionalidades a unirnos en torno a nuestras organizaciones, para empezar a pedirles cuentas a los dirigentes que conducen en este momento el MAS, además a todos los “invitados de honor” hoy por hoy en los ministerios más importantes. Este es el momento de cuidar con más fuerza el proceso de cambio, porque la ultraderecha se fortalece sabiendo exactamente que el MAS ha sido penetrado por su gente, y los resultados ya empiezan a dar frutos: corrupción generalizada.
Cochabamba, 18 de Marzo de 2009.
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