Escrito por Roberto Ureña(*)
El 25 de enero, día del Referéndum para el SI o No a la nueva Constitución Política del Estado, también estamos llamados a dar nuestro voto que dirimirá la superficie máxima de la tenencia de la tierra en Bolivia. Sólo tenemos dos opciones y con cualquiera de ellas parece que seguiremos consolidando el latifundio en el país: gran cantidad de tierras “sin oficio ni beneficio”, como se diría en el Chaco, distribuidas en pocas manos y dejando en la marginalidad a mucha gente con poca tierra. Aún si la población votará por las 5.000 hectáreas en el referéndum, a mi entender, esta superficie sigue siendo demasiada.
Para poner un ejemplo, el Chaco es una región ganadera, que aún tiene mucho potencial por sus propias características climáticas y fisiográficas, recursos hídricos, entre otros. Sin embargo, se sigue insistiendo que el mayor problema es la sequía, pero no es un problema sino una realidad, como ya han dicho muchos otros. No hay que olvidar que en las condiciones de las tierras chaqueñas se han desarrollado un sinnúmero de experiencias que han aprovechado adecuadamente el potencial ganadero de la región, con la implementación de una serie de actividades para asegurar el alimento y agua para los animales, como el manejo del monte nativo y del recurso agua.
Una de las prácticas que ha demostrado ser viable y sostenible, es la suspensión del uso o diferimiento de monte nativo durante la época de lluvia, que permitirá la recuperación y crecimiento de las especies forrajeras nativas. Es decir, esta área estará en recuperación para su aprovechamiento en la época seca del año, mejorándose aún más a través del desmonte selectivo. Las experiencias en predios comunales y haciendas particulares, demuestran sobradamente la recuperación del monte nativo, con aumentos que van de 300 a 1000 Kg. de materia seca/año/hectárea. El efecto es que ya no se necesitan 15 o más hectáreas por cada cabeza de ganado, sino sólo 5. Es más, si a esta técnica se añade la siembra de pasto bajo sombra, la producción se incrementa a más de 5000 Kg. de materia seca/año/hectárea. Si a ello se suma la conservación de forrajes se garantiza alimentos para los animales en la época seca del año. De igual manera, el productor chaqueño se beneficia de la producción de frutos, madera, fauna, apicultura, etc.
Muchos productores ganaderos criollos, comunidades indígenas guaraníes e instituciones como las Haciendas Carayagua en Cuevo, Hacienda Don Fidel en Boyuibe; Comunidades San Francisco y Chorritos Bajo (Municipio de Charagua), Caguarina y Suarurito (Municipio de Entre Ríos – Tarija), Proyecto Yembiguasu en Macharetí (Llanura Chaqueña) o el Centro de Investigación y Mejoramiento del Bovino Criollo (CIMBOC) El Salvador, así lo demuestran. Así, estas prácticas y experiencias derrumban mitos y discursos que han estado presentes en la región durante años.
Por supuesto, quienes siguen criando los animales a campo abierto sin realizar ninguna inversión, trabajo, innovaciones tecnológicas u otro tipo de mejoras continuarán reclamando por mayores superficies y ostentando el título de “ganaderos”.
En este contexto, y porque es legítimo el derecho a la tierra para vivir y producir sosteniblemente es que considero que las 5.000 hectáreas propuestas en la nueva Constitución son más que suficientes o quizá demasiadas.
(*) Roberto Ureña es Técnico de CIPCA Cordillera
26 de enero de 2009
Cinco mil hectáreas siguen siendo demasiadas
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