23 de enero de 2009

El rumor como medio de convencimiento electoral

Escrito por Ismael Guzmán(*)
Además de la desinformación, la degradación de la verdad y el prevalecimiento de consignas políticas expresadas en los procesos electorales (referéndums incluidos) a través de los medios de comunicación, es también característico la utilización del rumor cuyo impacto es igualmente contundente, puesto que circula de oído en oído, desplazándose de un barrio a otro, de comunidad en comunidad, de domicilio en domicilio vía la comunicación interpersonal. El rumor, generalmente falso pero dotado de su propio carisma, a veces llega a límites insólitos y hasta aberrantes, como por ejemplo que “si ganará el Si al proyecto de Nueva Constitución Política del Estado, a los viejitos los va a hacer jabón para que no estorben en el país”.
El rumor es una poderosa técnica de comunicación interpersonal de uso habitual en el área rural, por lo menos en varias regiones de tierras bajas. Cuando no surge de la mera fantasía, el rumor se recrea sobre la base de un dato, una información o una situación y está dirigido a posicionar un personaje, una propuesta o un interés, es decir, busca adhesión, aceptación o simpatía; pero también y con mayor frecuencia, tiene una función esencialmente destructiva de personas, grupos sociales, situaciones o verdades.
Un rumor puede implicar un auto convencimiento como grupo. Pero también puede ser generado a partir de una persona o un grupo e incluso un sector social y estar dirigido a lograr adhesiones objetivos sociopolíticos e incluso económicos.
En los hechos, por ejemplo dentro de las organizaciones sociales, se suele emplear el rumor al interior de un mismo grupo para desprestigiar con o sin razón a un dirigente o para promocionarse como líder a sí mismo o a otro sujeto, de igual manera suele ser empleado para desviar la atención de una situación incómoda o comprometida. Pero también es utilizado el rumor por actores externos para debilitar una organización con la finalidad de consolidar intereses propios de personas o de grupo; incluso se puede atribuir o en su defecto acudir a terceras personas para dotarle al rumor de mayor credibilidad o conservar una imagen limpia, porque las réplicas también suelen manchar.
En parte, la efectividad del rumor se basa en la vitalidad de la comunicación interpersonal, especialmente en aquellas culturas donde la oralidad es un instrumento y/o un valor fuertemente arraigado. El rumor, en tanto portador de distorsión de la realidad, para camuflarse se sirve del valor ético de la palabra y de ese modo consigue grados considerables de credibilidad.
Quizá por afinidades en su orientación, es en el escenario de la política donde el rumor juega un rol mucho más protagónico y adquieren un carácter más perverso, puesto que está dirigido a menoscabar fortalezas del rival político y para ello no se repara en los principios éticos ni de ninguna otra índole. Es más, pareciera que existe una aceptación mutua entre los actores políticos para servirse del rumor, cada quien según su “talento creativo” y su inventiva; por eso los calendarios electorales son como las fechas del carnaval: todo está permitido, no hay vergüenza por el abandono de la ética, no hay contemplación por lo sucio del comportamiento propio, no hay remordimiento por la afectación de la dignidad individual ni colectiva ajena; es el escenario de la guerra de los rumores y ello despierta pasiones, adhesiones, réplicas y contraréplicas.
El sentido del rumor también es dinámico y se adecua con mucha facilidad a los vaivenes de cada coyuntura. En ese sentido por ejemplo en el actual Referéndum constituyente, el rumor, además del desprestigio, se enfoca a infundir miedo a sus destinatarios, es decir, a la población. Miedo a lo nuevo y con ello se induce a una actitud conservadora, incluso se inculca inescrupulosamente el terror: a que los hagan jabón, que les quiten sus hijos, a renunciar alegrarse con su música y sus bailes tradicionales, a renunciar a la mitad de su territorio para dotarles a otros, etc. Y algo curioso, medios de comunicación social están también siendo vertiginosamente absorbidos como instrumentos portadores del rumor.
Finalmente, con la vitalidad del rumor como instrumento de destrucción, la sociedad pierde y también es afectado uno de los valores esenciales de muchas sociedades, como el de los pueblos indígenas en tierras bajas: el valor de la palabra como medio de compromiso, como medio de aprehensión de los saberes tradicionales y como transmisor de la memoria histórica de estos pueblos. Como el rumor es parte de la oralidad, entonces la palabra pierde porque se la desacredita por su mal uso, pierde la palabra porque la deslegitima, pierden las culturas orales porque ingresan en procesos desestructurantes.
Sin embargo, se ha visto también que la radicalización del uso del rumor y lo fantasioso del sentido que tiende a dotársele, en cierta forma experimenta un efecto contraproducente, porque la exageración le resta credibilidad, despierta rechazo, desconfianza e incluso genera la desacreditación de sus emisores.
(*) Ismael Guzmán es Sociólogo de CIPCA Beni

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