Max Murillo Mendoza
En una famosa película argentina de 1.985, titulada la historia oficial, un alumno de secundaria le responde a su maestra de historia, en una de las escenas, de que no estaba de acuerdo con eso de próceres de la independencia, ya que la “historia la escribían los asesinos”. En ese caso Argentina salía de su dictadura y su historia oficial se encargaba de encubrir sus atrocidades.
En estos días en Bolivia hay un debate abierto, crudo, ideológico, de visiones encontradas sobre los acontecimientos del “primer grito libertario”. Lamentablemente ningún historiador es parte de este debate. Los historiadores se han callado. Miedo? Inseguridad? Complicidad con lo oficial? Qué es lo oficial? Desde el punto de vista investigativo la riqueza documental en estos días ha sido enorme. Se han abierto los esquemas mentales tanto coloniales como originarios. Se han destapado las franquezas, y por fin no hay hipocresía. Se trata ahora de ventilar el ambiente para releer nuestra historia, con los instrumentos e interpretaciones actuales. Dicha tarea tienen que hacerlo los historiadores. Es decir, justificar su papel. Por cierto nada fácil.
Alguna vez insinué que deberíamos quemar muchos libros cada 6 de agosto, libros que hacen daño a nuestra mentalidad, libros que tienen fijación en contra de Bolivia, en contra del espíritu andino-amazónico. Libros que alimentan de manera muy sutil el racismo, el odio a nosotros mismos, mostrándonos otros espejos donde mirarnos, mostrándonos otras categorías mentales que no corresponden definitivamente a nuestras realidades y lógicas culturales. Esos libros siguen siendo el pan de cada día en todos nuestros sistemas educativos. Pero creo que sería mejor un contraste intelectual, la elaboración de otros libros, de otros materiales más nuestros, científicos y educativos, no los panfletos que actualmente tenemos. Panfletos de una sola visión, la de los doctorcitos de la “culta Charcas”.
La construcción de nuevos imaginarios requiere y tiene que estar acompañada de nuevas betas investigativas, imaginativas a los nuevos tiempos que sopla el mundo, el nuestro también. Por ahora, casi como siempre en nuestro caso, los llamados intelectuales, historiadores, están ausentes de estos cataclismos históricos. Se han hecho arrinconar por el sunami histórico y al parecer no les queda mucho que decir, y mucho que aportar. Ni siquiera las llamadas nuevas generaciones dicen nada. Pero tengo la esperanza de que la fuerza de los acontecimientos anime a los más jóvenes a despertarse del letargo, y uno de estos días despertemos con novedades: manifiestos o ensayos contemporáneos: nuevas lecturas para entender los sucesos históricos. A la luz de nuevas miradas.
El 25 de mayo es una campanada y un severo llamado de atención a los historiadores bolivianos, que como oficio hemos elegido el de acompañar a este país en sus interpretaciones, imaginarios y nuevos derroteros como nación y estado. Pero hasta hoy no existe absolutamente nada que justifique esa enorme inversión, de nuestro estado, económica en los estudios universitarios y de pos-grado porque la ausencia es notoria en todos los ámbitos de los acontecimientos políticos, ideológicos, culturales e intelectuales de Bolivia. La necesidad urgente de mayor claridad y menos confusión histórica e historiográfica es evidente, porque la politización total de estos delicados temas nos lleva inevitablemente a más confrontación, a más irracionalidad y parcelación interpretativa de nuestra historia.
Cochabamba, 26 de Mayo de 2009.
27 de mayo de 2009
La historia oficial
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