Por: Oscar García Duarte
Vidkun Quisling quedará en los anales de la historia como un político noruego que a partir de practicar un colaboracionismo vergonzante con las tropas de ocupación nazis y que producto de la sumisión y la dependencia que practicaba llegó a ser presidente bajo los dictados de Adolf Hitler। Desde 1930 Vidkun Quisling no ocultó su simpatía por el nacionalsocialismo alemán y se afilió de manera militante a la concepción de la supremacía de la raza aria, recibiendo apoyo ideológico y económico del régimen nazi, declarándose abiertamente contrario a todas las manifestaciones políticas de las organizaciones sociales populares revolucionarias y de los sindicatos de trabajadores que expresaban mayor justicia social. Quisling fundó y organizó su propio partido racista denominado Unión Nacional, que contaba con dos organizaciones principales, los Hird que tenían como función suministrar las bases políticas y económicas para consolidar una Noruega con autonomías regionales, y los Föregarde que servían como una organización paramilitar destinada a reprimir a todos aquellos sectores sociales que no estaban de acuerdo con la Unión Nacional. En abril de 1940, cuando las tropas germanas entran en Noruega, se encontraron con una fuerte estructura colaboracionista de más de treinta mil hombres al mando de Quisling, oportunidad donde éste se autoproclamó presidente con el apoyo de Hitler.
En Bolivia tenemos a un equipo de nuevos “Quisling” conformado por cuatro prefectos, que demostrando su total sumisión y dependencia hacia los dictados de Washington o tratando de encontrar apoyo diplomático económico y político para sus fines, se entrevistaron recientemente con personeros de la ONU, de la OEA y del Departamento de Estado –bajo el asesoramiento de todo el aparato de Gonzalo Sánchez de Lozada– con la finalidad de consolidar una estructura colaboracionista boliviana que tiene como objetivo estratégico el defenestrar al actual gobierno y así fracturar drásticamente el proceso de cambio iniciado el 2006 –precisamente lo que pretende Estados Unidos– concluyendo con la autoproclamación de gobernadores regionales y la declaración de autonomías de facto a partir del 15 de diciembre, si es que el gobierno no cede ante las presiones y exigencias de los prefectos “demócratas” que han decidido luchar contra el “totalitarismo” gubernamental recurriendo a un actitud pedigüeña hacia su jefe del norte, tratando de llamar la atención de CNN, de los cubanos exiliados, y de los bolivianos que en lugar de quedarse en el país prefieren realizar trabajos que los mismos norteamericanos consideran indignos de hacer. Toda esta parafernalia de dependencia hacia Estados Unidos conformada por prefectos, ONU, OEA y ramas afines, tendría como objetivo el lograr una estructura colaboracionista de “demócratas” confesos que odian las revoluciones de cualquier índole en cualquier parte del orbe, los mismos que se encontrarían dispuestos a ayudarse mutuamente ante el peligro de que el país ingrese a un enfrentamiento interno y para ello se prepara ya la venia del país del norte que teniendo como máximo representante siniestro del descuartizamiento de Kosovo a Philip Goldberg, se pueda planificar de manera urgente el proceso de “reordenamiento” del Estado boliviano o si esto fracasara, plantear la “intervención” mediante las tropas de “pacificación” de la ONU, arguyendo los aspectos jurídicos pertinentes a la “autodeterminación de los pueblos”, aspecto que concluiría con la división de Bolivia y la fundación de un nuevo Estado bajo el patrocinio de los actuales Prefectos de la “media luna”.
Toda esta actitud insana y demencialmente “Quislingniana” que tienen cuatro prefectos del país, que necesitan ser colaboracionista para existir políticamente, de expresar desde lo histriónico la lucha del pueblo y de demostrar desde los hechos la satisfacción psicológica en el sometimiento, la degradación y la dependencia hacia el poderoso, que indaga, escudriña y conspira incesantemente para encontrar la humillación deliberada, que se conforma con ser un niño que busca ayuda del Tío Sam por cualquier medio, que se queja, gime, llora, implora, se postra de hinojos, para conseguir por la acción de otros lo que no se pudo lograr por mérito propio, concluye sencillamente con el mismo veredicto que la historia le otorgó a Vidkun Quisling y a sus seguidores en 1945: ¡serviles, cobardes y traidores a la patria.
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