Por: Max Murillo Mendoza
Europa ha votado por la expulsión de los inmigrantes. En reciprocidad tendríamos que invitar a los croatas, árabes, menonitas y japoneses que alisten maletas para regresar a sus países. Que en la mayoría de los casos han sido bien recibidos en nuestro país, incluso son parte del poder colonial de este país. Con la actitud europea confirmamos que el mundo se cierra en sus propias fronteras. Regresamos a la mentalidad medieval: los europeos y norteamericanos no quieren saber de los bárbaros y criminalizan sus leyes hacia ellos. Pues bien, qué les parece si también cerramos nuestras fronteras? Y expulsamos a los croatas? Y a los árabes? Y a todos los que de una y otra manera han hechos sus vidas en estas tierras?
Gran parte del parlamento europeo muestra un total desconocimiento de los avances que ha hecho el mundo, en materia de derechos humanos, etc. Y muestran también una soberbia frente a los complejos problemas heredados precisamente de un sistema inventado por ellos mismos: el colonialismo. Europa aboga por una globalización de sus productos y conocimientos tecnológicos; pero a su parlamento no le interesa en absoluto de los problemas de salud, educación y producción del tercer mundo. “Esos son asuntos del tercer mundo, no nuestros”. Repetía un europarlamentario de derecha.
Ese cinismo y desconocimiento de una parte importante de la historia europea, conllevará a mayores problemas y dificultades en el mundo. Los bárbaros seguirán ingresando por sus fronteras a pesar de todo. Mientras no se considere que las reglas de juego no son las correctas, pues así cierren las fronteras con los satélites más sofisticados seguirán fluyendo humanos hacia las sociedades desarrolladas. ¿Es que Europa no aprendió de los errores de la guerra contra el terrorismo de Estados Unidos? Ni el colosal despliegue de armas modernísimas, de economías poderosísimas y de tecnologías sofisticadas han podido contra la voluntad de un país que quiere simplemente vivir como ellos consideren.
Esta lección, otra vez de las tantas, debe llevarnos a mirar con más inteligencia y estrategia nuestra propia casa. En esta línea es todavía urgente una suerte de Estado Nación. Las modas intelectuales nos dicen que el Estado es un asunto del pasado. Sin embargo, la realidad nos encara su necesidad. En este momento en que Bolivia libra una batalla ideológica y política contra los grupos de “extranjeros” (croatas y árabes sobre todo), que son partidarios de un país dependiente y a su imagen y semejanza colonial, debemos fortalecer y quizás construir un Estado Nación a imagen y semejanza de nuestra realidad. Si esto nos exige tomar medidas fuertes, es decir a la altura de las exigencias, no debemos dudar en su aplicación y su extensión. Se trata también de nuestra sobrevivencia y nuestra existencia.
Europa no dará marcha atrás en su decisión. Habrá lindos discursos, bellos compromisos hacia los derechos humanos, muchas fotos de arrepentimientos; pero la realidad siempre nos ha mostrado que las líneas de acción ya están tomadas. No servirán de mucho nuestras quejas, sean en cuales foros mundiales sean. Somos periferia de la periferia. Pero el articular esfuerzos en la construcción de un Estado más eficiente, más eficaz y solidario, en nuestra propia casa, nos dará mejores resultados en el mediano y largo plazo. E insisto, que si este articular esfuerzo implica tomar medidas trascendentales, por ejemplo en contra de los grupos de poder extranjeros incrustados en las logias del oriente boliviano, deben ser tomadas. Deben ser aplicadas. Eso depende sólo de nosotros mismos. Para esto simplemente espero que nuestros gobernantes sean los capaces de este proceso, sean los que estén a la altura de las circunstancias, y lean bien los deseos de nuestras sociedades terriblemente vapuleadas y humilladas.
Cochabamba, 19 de junio de 2008.
Europa ha votado por la expulsión de los inmigrantes. En reciprocidad tendríamos que invitar a los croatas, árabes, menonitas y japoneses que alisten maletas para regresar a sus países. Que en la mayoría de los casos han sido bien recibidos en nuestro país, incluso son parte del poder colonial de este país. Con la actitud europea confirmamos que el mundo se cierra en sus propias fronteras. Regresamos a la mentalidad medieval: los europeos y norteamericanos no quieren saber de los bárbaros y criminalizan sus leyes hacia ellos. Pues bien, qué les parece si también cerramos nuestras fronteras? Y expulsamos a los croatas? Y a los árabes? Y a todos los que de una y otra manera han hechos sus vidas en estas tierras?
Gran parte del parlamento europeo muestra un total desconocimiento de los avances que ha hecho el mundo, en materia de derechos humanos, etc. Y muestran también una soberbia frente a los complejos problemas heredados precisamente de un sistema inventado por ellos mismos: el colonialismo. Europa aboga por una globalización de sus productos y conocimientos tecnológicos; pero a su parlamento no le interesa en absoluto de los problemas de salud, educación y producción del tercer mundo. “Esos son asuntos del tercer mundo, no nuestros”. Repetía un europarlamentario de derecha.
Ese cinismo y desconocimiento de una parte importante de la historia europea, conllevará a mayores problemas y dificultades en el mundo. Los bárbaros seguirán ingresando por sus fronteras a pesar de todo. Mientras no se considere que las reglas de juego no son las correctas, pues así cierren las fronteras con los satélites más sofisticados seguirán fluyendo humanos hacia las sociedades desarrolladas. ¿Es que Europa no aprendió de los errores de la guerra contra el terrorismo de Estados Unidos? Ni el colosal despliegue de armas modernísimas, de economías poderosísimas y de tecnologías sofisticadas han podido contra la voluntad de un país que quiere simplemente vivir como ellos consideren.
Esta lección, otra vez de las tantas, debe llevarnos a mirar con más inteligencia y estrategia nuestra propia casa. En esta línea es todavía urgente una suerte de Estado Nación. Las modas intelectuales nos dicen que el Estado es un asunto del pasado. Sin embargo, la realidad nos encara su necesidad. En este momento en que Bolivia libra una batalla ideológica y política contra los grupos de “extranjeros” (croatas y árabes sobre todo), que son partidarios de un país dependiente y a su imagen y semejanza colonial, debemos fortalecer y quizás construir un Estado Nación a imagen y semejanza de nuestra realidad. Si esto nos exige tomar medidas fuertes, es decir a la altura de las exigencias, no debemos dudar en su aplicación y su extensión. Se trata también de nuestra sobrevivencia y nuestra existencia.
Europa no dará marcha atrás en su decisión. Habrá lindos discursos, bellos compromisos hacia los derechos humanos, muchas fotos de arrepentimientos; pero la realidad siempre nos ha mostrado que las líneas de acción ya están tomadas. No servirán de mucho nuestras quejas, sean en cuales foros mundiales sean. Somos periferia de la periferia. Pero el articular esfuerzos en la construcción de un Estado más eficiente, más eficaz y solidario, en nuestra propia casa, nos dará mejores resultados en el mediano y largo plazo. E insisto, que si este articular esfuerzo implica tomar medidas trascendentales, por ejemplo en contra de los grupos de poder extranjeros incrustados en las logias del oriente boliviano, deben ser tomadas. Deben ser aplicadas. Eso depende sólo de nosotros mismos. Para esto simplemente espero que nuestros gobernantes sean los capaces de este proceso, sean los que estén a la altura de las circunstancias, y lean bien los deseos de nuestras sociedades terriblemente vapuleadas y humilladas.
Cochabamba, 19 de junio de 2008.
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