18 de marzo de 2008

El ex Presidente cuenta su versión sobre los hechos de “octubre negro"

El ex Presidente cuenta su versión sobre los hechos de “octubre negro”
Mesa acusa a EEUU de pedir a Vaca Díez como Presidente

Por: Juan Carlos Véliz

El ex presidente Carlos D. Mesa Gisbert reveló, en su reciente libro titulado Presidencia Sitiada. Memorias de mi Gobierno, que Estados Unidos consideró “sensato” que Hormando Vaca Díez, por entonces presidente del Senado, asumiera la Presidencia para “restablecer el orden” en el país, en junio de 2005, cuando Mesa presentó su tercera renuncia al mandato.

También retrata su fractura con Gonzalo Sánchez de Lozada en octubre de 2003.

“En los días de la crisis de junio de 2005 que originó mi renuncia, (el embajador de Estados Unidos, David) Greenlee me expresó en una reunión en casa de José Antonio ‘Pepe’ Galindo, siendo yo todavía Presidente, que lo más sensato era dejarle la Presidencia a (Hormando) Vaca Díez porque él tendría la decisión y la autoridad que yo no mostré para restablecer el orden en el país. Esto, por si a alguien le cabe alguna duda sobre la forma en que se maneja la primera potencia del mundo en temas como éste y ante países pobres como el nuestro”, señala un párrafo de un subtítulo titulado Mis entuertos con el Tío Sam.

En ese momento, los movimientos sociales, como la Federación de Juntas Vecinales de El Alto, los cocaleros y los campesinos, exigían con bloqueos de caminos, paros y marchas de protesta la convocatoria a Asamblea Constituyente, recuperación de los recursos naturales y rechazaron la sucesión constitucional del Presidente del Senado.

El desenlace llevó al entonces presidente de la Corte Suprema de Justicia, Eduardo Rodríguez Veltzé, a asumir el mando de la nación el 9 de junio después de que Mario Cossío, presidente de la Cámara de Diputados, y Hormando Vaca Díez, de Senadores, renunciaran a la sucesión presionados por un cerco de mineros cooperativistas en la ciudad de Sucre.

Eso no es todo, Mesa también describe otros hechos vinculados con las “injerencias” de Estados Unidos en el frágil proceso político que vivía el país; por ejemplo, en octubre de 2003, durante la denominada “guerra del gas” que dejó un saldo de 60 muertos y un centena de heridos.

Cuando ya se perfilaba la salida del ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada por la presión de las organizaciones sociales que habían desafiado las balas del Ejército, Peter De Shazo del Departamento de Estado llamó al entonces vicepresidente Mesa para advertirle que su país no apoyaría “bajo ninguna circunstancia” un posible Gobierno presidido por él.

“Me dijo que Estados Unidos apoyaba la democracia encarnada en Sánchez de Lozada y que, en consecuencia, no podía aceptar que un gobierno elegido en las urnas fuese derrocado en las calles. Le respondí con la misma sequedad que entendía el mensaje, que no lo aceptaba, que yo no estaba buscando la presidencia y que si me tocaba asumirla, lo haría como mandaba la Constitución de mi país, independientemente de lo que opinara o hiciera Estados Unidos”.
Eso fue el martes 14 de octubre. Empero, el jueves 16 en la noche, Mesa sostiene que recibió en su casa al embajador del país norteamericano David Greenlee, quien le ratificó la advertencia realizada por De Shazo, aunque le pidió encarecidamente que volviera al Gobierno. El Vicepresidente había decidido desmarcarse de la administración gubernamental por los hechos de violencia que terminaron con 60 vidas y una centena de heridos.

“Fue una discusión dura. En algún momento Greenlee amenazó con irse porque consideró que yo ofendí a los Estados Unidos...”. El viernes 17 de octubre, otra llamada de Peter De Shazo del Departamento de Estado, que ya conocía de la inevitable renuncia de Goni, comunicó que “reconocerían” la Presidencia de Mesa.

Tras la consulta de La Prensa, en la Embajada de Estados Unidos en Bolivia explicaron que no tuvieron la oportunidad de leer el texto escrito por el ex Presidente y que “usualmente el Gobierno de ese país no comenta en público las conversaciones entre gobiernos bilaterales”.

Atentado contra Evo

El autor del libro recuerda que cuando estaba como Vicepresidente, el embajador David Greenlee le alertó sobre un posible atentado contra Evo Morales que sería efectuado por un sector del MAS. “Me dijo, para justificar esta insólita comunicación, que estaba obligado por la ley estadounidense a hacerle saber al interesado este riesgo”.

Mesa comunicó la advertencia al diputado por el Movimiento Al Socialismo (MAS). Evo denunció públicamente la “conspiración” de Estados Unidos. “Viéndolo hoy en la distancia, debí rechazar el pedido de Greenlee y pedirle que si el asunto era como él planteaba, que cumpliera su obligación y se lo transmitiera personalmente a Evo”.

En octubre de 2003, el presidente Sánchez de Lozada buscó imponer el orden constitucional y consolidar la democracia por la fuerza, reconoce el autor de las memorias. “El Presidente sostenía que estábamos enfrentando el momento de la verdad. Si quienes defendían la democracia no imponían el orden constitucional, ésta iba a ser arrasada por los grupos que querían destruirla...”.

El ex Presidente que “huyó” del país el 17 de octubre después de enviar su renuncia mediante un fax desde el aeropuerto Viru Viru de Santa Cruz defendía dos cosas: la formalidad democrática y los espacios de poder.

Los movimientos sociales habían incendiado el conflicto con marchas, bloqueos y cercos, sobre todo en El Alto, demandando que el gas no sea exportado por territorio chileno y la convocatoria a Asamblea Constituyente. El Gobierno de entonces respondió con violencia a los sectores movilizados; después, éstos pidieron la renuncia de Goni.

El testimonio de Mesa da cuenta de que la última vez que se reunió con el Mandatario fue el domingo 12 de octubre después de asistir al acto de aniversario del departamento de Pando. A las 13.34 ingresó en la Residencia Presidencial.

Esa jornada murieron 27 personas, la mayoría por disparos de armas de guerra. El 11 de octubre, el Gobierno de Sánchez de Lozada autorizó a través de un decreto supremo la salida de las Fuerzas Armadas para imponer el orden en las calles.

El autor de Presidencia Sitiada. Memorias de mi Gobierno relata que en la residencia de San Jorge almorzaron plato paceño y destaca un pasaje curioso. “El puro estaba seco, al cortarle el extremo saltaron pedazos de tabaco. Prendí fósforo, se apagó antes de llegar a quemar el cigarro, encendí otro”.

Mesa cuenta que el Mandatario le dijo: “Hay tres cosas que no voy a hacer: renunciar, llamar a referéndum y convocar a Asamblea Constituyente”, ante el pedido del Vicepresidente que lanzó una premonición: “Los muertos te van a enterrar”.

“Tú eres el único Presidente que no podrá vender el gas por Chile (...) Tus socios del MIR han logrado, tras cinco años de campaña perfecta e interminable a la que no pudiste ni supiste contrarrestar, convertirte en el ‘Gringo vende patria’ de la capitalización”, reflexionó Mesa.

Goni le contestó: “Ya estoy muy viejo para cambiar, Carlos”.

“Sánchez de Lozada es un testarudo, es el hombre más testarudo que he conocido. Un gran manipulador, capaz de conducirte por el camino de la reflexión intelectual...”

A las 22.35 de aquel día, Goni llamó a Mesa y le dijo que ratificaba su postura de convocar a un diálogo que no incluía la discusión sobre la exportación del gas. “Le dije que me parecía un grave error y que le expresaba mi total desacuerdo, me contestó que lo lamentaba, pero que era una decisión tomada”.

El historiador y periodista llama a esa faceta “la ruptura”. “A partir de este momento me siento en libertad de escoger mi propio camino”. Mesa justifica que se quedó en el cargo para evitar un vacío de poder: “Pensé (que) era precisamente el de garantizar la continuidad democrática. La renuncia del Presidente era uno de esos casos...”. Fue posesionado el 17 de octubre de 2003.

Empero, no recibió la medalla presidencial porque estaba guardada en una bóveda computarizada del Banco Central que sólo se abría de lunes a viernes.

El autor de las memorias recuerda en sus páginas los últimos momentos de Goni en La Paz con enorme precisión. A las 15.10 abandonó la residencia del Mandatario el líder del MIR Jaime Paz Zamora; a las 16.20, Carlos Sánchez Berzaín y Javier Tórrez Goitia, “el primero en una vagoneta negra sin placa, el segundo, a pie”.

Las últimas personas que estuvieron con Gonzalo Sánchez de Lozada fueron Mirtha Quevedo y Hormando Vaca Díez, quienes llegaron a la mansión a las 17.05. A las 17.15 se abrió la puerta del garaje ubicada detrás de la entrada principal. La esposa del Presidente, Ximena Iturralde, fue la primera en salir en una vagoneta blindada con destino al Colegio Militar de Irpavi.

Sánchez de Lozada salió 10 minutos después en una vagoneta de seguridad con vidrios polarizados que se dirigió hacia la Academia Nacional de Policías en la zona de Següencoma. Marcela Garret, la secretaria personal de Goni, fue la última en abandonar la residencia a las 18.37. Ésta es la versión de Carlos D. Mesa.

El único helicóptero de la Fuerza Aérea Boliviana (FAB) se encargó de transportar por turnos y en diferentes lugares al grupo de personas que abandonaron la última morada del ex Mandatario. El autor cuenta que el Alto Mando Militar llegó a su casa a las 19.00 para recibir órdenes, pero Carlos D. Mesa todavía no había sido posesionado como Presidente y no tenía potestad constitucional para comandar las Fuerzas Armadas, “pero dada la situación” les pidió que no abran fuego como ocurrió los días anteriores.

Entre las 17.25 y las 22.30 del 17 de octubre, prácticamente, Bolivia se quedó sin gobernante.

“Los obispos no tuvieron una posición neutral”

El ex presidente Carlos D. Mesa Gisbert sospecha que la Iglesia Católica también buscó su salida del Gobierno. “Los obispos no estaban en una posición neutral”.

Mesa sostiene que “pocos días antes” de su renuncia en el año 2005 recibió la visita del monseñor Jesús Juárez, quien le reprochó “por colocar en puestos claves a cristianos (...), lo que según él era una línea consciente para apoyarme en las ‘sectas’ antes que en la Iglesia. No tenía razón”.

El ex Mandatario consideró que se trataba de una campaña en su contra “que lamentablemente caló en la jerarquía eclesiástica”. “Simplemente fue el primer Presidente que abrió las puertas a los cristianos”.

Mesa asume que posesionó en cargos como Impuestos Nacionales a personas que profesaban otra religión.

En un párrafo del subtítulo Las primeras visitas, Mesa dice: “La actitud de Juárez; del arzobispo de La Paz, Edmundo Abastoflor; del arzobispo de Cochabamba, Tito Solari; del propio Cardenal, amigo personal de Hormando Vaca Díez, fue de un enfriamiento progresivo, hasta el convencimiento de todos ellos que debía irme del Gobierno. Abastoflor me lo dijo sin rodeos en una reunión que sostuvimos en Palacio, el cardenal Terrazas prefirió las elipsis. Finalmente, viví la oposición de la Iglesia en carne propia”.

El autor del libro comenta que se dio cuenta “tarde” de los argumentos del clero. “La reunión del 5 de junio de 2005 en Santa Cruz en casa del Cardenal me hizo comprender, tarde ya, que éste y los obispos no estaban en una posición neutral. Tenía la impresión de que se daba por sentado que para resolver la crisis yo debía irme. No se buscaba una salida que contemplara entre las posibilidades mi legítima permanencia en el cargo o la de que yo presidiera un proceso de adelantamiento de elecciones...”.

El Vicepresidente, la pieza que estaba fuera del tablero

Carlos D. Mesa insiste en varios párrafos de su libro que se unió a Gonzalo Sánchez de Lozada porque la imagen del personaje que tenía pocas opciones de ganar las elecciones de 2002 “se conectaba con mis primeros años de infancia y juventud que habían acuñado mi admiración por los cambios protagonizados por el MNR y la figura de (Víctor) Paz Estenssoro”.

El ex Presidente señala que la primera imagen de Goni era la de un “hombre risueño con un puro gigantesco en la boca...”, pero este concepto cambió a medida que pasaron los meses. La primera tensión surgió después de “febrero negro” donde habían fallecido 30 personas.

Mesa le pidió al entonces presidente Gonzalo Sánchez de Lozada que el ministro de la Presidencia, Carlos Sánchez Berzaín, fuera cambiado del gabinete. También se lo dijo personalmente. “Hablé con el propio Sánchez Berzaín para decirle de frente que mi opinión era que debía irse y le expliqué las razones”.

Fue una larga conversación, según cuenta el ex Mandatario, aunque el Ministro de la Presidencia mostró su desacuerdo. “Allí se produjo la primera ruptura de ambos, aunque mantuvimos una relación formal en los meses siguientes”. Sánchez Berzaín salió del Poder Ejecutivo, pero el 6 de agosto de ese año fue ratificado por el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada.

Un segundo incidente que marcó la diferencia entre el Presidente y Carlos D. Mesa fue el caso macororó (un contingente de militares cosechó esta planta en la hacienda Santa Mónica de manera gratuita), donde se vio implicado el ex ministro de Defensa Freddy Teodovich y el prefecto de Santa Cruz Mario Justiniano.

La secretaria contra la Corrupción de la Vicepresidencia, Lupe Cajías, presentó su informe donde se vinculaba a ambas autoridades. “Con tranquilidad pero firmeza le pedí (...) la renuncia de Teodovich (...) Me dijo que Teodovich era un hombre al que le debía mucho en tantos años de política en la que había sido un leal colaborador y que era una pieza clave en el Ejecutivo”.

“Me dijo (el Presidente) que Lupe (Cajías) pensaba las cosas en blanco y negro, y que en la política tenía matices. Me dí cuenta de que el poder irrevocable de lucha contra la corrupción que me había dado públicamente en la campaña electoral estaba siendo revocado...”.

Carlos D. Mesa juró como Vicepresidente el 6 de agosto de 2002.

El 17 de octubre de 2003 asumió la Presidencia después de Sánchez de Lozada.

El 6 de junio de 2005 presentó su renuncia definitiva a su cargo ante el Congreso.

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