11 de junio de 2011

Ser o no ser: es la cuestión?

Max Murillo Mendoza

El tema marítimo, más allá de las anecdóticas estupideces de la prensa sobre si fue un fracaso o un triunfo (lo último de la OEA), delata una constante a lo largo de nuestra turbulenta historia. La falta de Estado, es decir la falta de políticas de Estado. En cambio, Chile sí tiene políticas de Estado desde el proyecto Portales allá por el siglo XIX. Y esa diferencia se marca y se remarca cada vez que resucitamos el asunto de la guerra del Pacífico. El gobierno del MAS entra en este saco roto como todos los demás gobiernos: querer inventar la pólvora, además desde cero, como en todos los demás temas. Querer diferenciarse de los demás como quinceañero conquistador. Y lo que hace no es nada más y nada menos lo que hicieron los demás: repetir errores pasados.

La ausencia de Estado, es decir de políticas de Estado es precisamente lo que no les llama la atención a los burócratas del remedo de estado en Bolivia. Este estado colonial jamás tuvo políticas de estado sino para robar, asaltar y expoliar la riqueza de estos territorios. La guerra del Pacífico perdimos porque no teníamos presencia de estado en aquellos territorios, y porque sus oligarquías estaban farreando en carnavales mientras el ejército chileno ocupaba el litoral boliviano. Esa ha sido la constante en todo lo demás: educación, salud, vivienda y alimentación. Esta ausencia de estado es una constante cotidiana: la burocracia es corrupción. Este instrumento llamado estado está para robar y asaltar al ciudadano. Su lentitud es provocada por la lógica del robo. Del engaño y la mediocridad. Es un estado para los más pendejos, los más ladrones y pícaros.

Entonces no debería extrañarnos, en todo, la ausencia de políticas de estado. El desorden organizado es parte de nuestra cotidianidad. Lo que somos reflejamos hacia afuera y hacia todo lo demás: en deportes, en ciencia, en política exterior, etc. No tuvimos y no tenemos oligarquías educadas y cultas, sino grupos de poder ignorantes y provincianos que se dedican más a farrearse este país, que a pensar y planificar su cotidianidad y su futuro. Su frivolidad y su imitación a occidente es su enfermedad mental y su falta de autoestima cultural. Ni modo. No nos tocó precisamente grupos coloniales cultos y liberales, sino maleantes y piratas asaltantes.

El MAS tuvo la oportunidad de construir un nuevo Estado. Se soñó durante el proceso de la constituyente. Hoy estoy seguro que esa oportunidad se perdió. Se avanzó en varias cosas, no digo que no; pero no en lo esencial: en el sueño de un nuevo estado, o nuevos estados en nuestras nacionalidades. Se está parchando a lo que se llama estado: seguirá siendo un estado colonial aparapita, con otros remiendos y colores; pero remiendos al fin. Esencialmente nada está cambiando, sino se está parchando. Y en eso se sella y se delata las limitaciones de proyecto del MAS. También, ni modo. Por tanto medidas populistas y populacheras como la “nacionalización de autos de contrabando” tampoco debería ya extrañarnos. El desorden ordenado seguirá siendo la ruta de este remedo de estado.

Las organizaciones sociales no tienen las pesadillas existenciales occidentales de ser o no ser, ellos tienen claro sobre lo que hay que hacer. Son los burócratas, los “especialistas en revoluciones” que se han arrimado a este proceso los que no tienen nada claro. Esos entornos palaciegos típicamente coloniales y que son parte del folklor de este estado, son los que no tienen nada claro. Y las organizaciones sociales esperarán. Su paciencia es casi milenaria; pero también pedirán cuentas y espero que sean suficientemente duras con aquellos a quienes hay que pasarles por la guillotina.

Cochabamba, 10 de Junio de 2011.

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