28 de agosto de 2010

La radicalidad y sus enseñanzas

Max Murillo Mendoza
En estos tiempos de “cambios”, donde cierto hay cosas que cambian; pero también hay cosas que se disfrazan a nombre de los cambios, y se banalizan en la inercia, la costumbre, el conservadurismo mental, la pantomima social de muchos dirigentes sociales que actúan para el sistema, alejándose cada vez más de sus fuentes y bases sociales, pues sí es necesario una pizca de Radicalidad. Es decir de actitud y posición filosófica política ante la vida, no simplemente de discurso o pose ante las cámaras y las alabanzas grupales y sociales, como parte del show “revolucionario”.
Radical fue Cristo, que condenó toda la hipocresía de su sociedad, de la religiosidad de su tiempo y conmovió a las mentalidades conservadoras de su tiempo. Por eso lo mataron. Lo consideraron demasiado Radical para su tiempo. Radical fue un Ché Guevara, que dejando su cómoda posición burguesa y profesional, prefirió seguir al Quijote de la Mancha de su espíritu soñador. Y por eso lo mataron las mentalidades conservadoras del sistema. Radical fue un Gandhi, que enfrentó desde su no-violencia a un mundo y un imperio violento. No le perdonaron las mentalidades violentas y conservadoras. Radical fue un Marx, que conmocionó los cimientos de las sociedades occidentales, desnudándolas en la miseria absoluta de sus sistemas de explotación inhumanos y deshumanizados. Y además cambiando para siempre el curso de la historia de la filosofía, que era un adorno y pasatiempo más de las burguesías y las oligarquías de su tiempo.
En nuestra historia tenemos también ejemplos que destacar. Desde un Tupac Katari, un cacique con linaje señorial, dejó la comodidad de su posición social para encabezar las sublevaciones indígenas contra el imperio español. Su radicalidad fue el inicio de lo que después se llamó independencia. En el mundo quechua el ejemplo de un Martín Uchu es también valorable. Ambos fueron asesinados por el sistema. Modernamente, un padre Luís Espinal, un padre Basiana, un Marcelo Quiroga Santa Cruz, y otros entre hombres y mujeres. Radicalidades que sacudieron a la inercia y las costumbres sociales mentales de sus sociedades, sus instituciones y sus tiempos. Radicalidades que cambiaron el curso de nuestra historia.
Como siempre, la radicalidad asusta, espanta, da miedo a la inercia, a la costumbre, a lo normal. Mejor aislarla, dejarla en la vitrina de la costumbre, sin que moleste la convivencia “civilizada y normal”. Y cuando se entromete en intereses superiores, pues mejor eliminarla. Sin embargo, esta pizca de Radicalidad es tan necesaria como prudente, cuando las ideas de transformación empiezan a prostituirse, a banalizarse democráticamente, dejando en la cuneta de los recuerdos y los discursos, otra vez, a los que siempre quedan postergados (obreros, campesinos, indígenas y pobres). Es decir, a quiénes confiaron con su voto y sus enormes esfuerzos de movilización social, a unos señores que parecían los portavoces del Cambio.
Las nuevas generaciones, los jóvenes, son testigos de esta banalización y podredumbre de la inercia, de la costumbre, de la complicidad y la devaluación constante de las posiciones políticas de nuestro tiempo. A ellos tenemos que proponerles algo de pizca Radical, para que liberen sus espíritus creadores y constructores de un mundo más humano y comprometido con las causas de la mayoría de este mundo.
Cochabamba, 26 de Agosto de 2010.

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