Max Murillo Mendoza
Hace unos días los cívicos “cruceños” le pidieron a Evo que deje de ser el presidente de las seis Federaciones del Trópico. Y por supuesto que esa demanda causa sonrisa, y comprueba otra vez el despiste de las élites coloniales de Santa Cruz. Colonias “bolivianizadas” o “cruceñizadas” a fuerza de poder racial y económico, que se acostumbraron al paseo colonial en nuestro país, como si se tratara de visitas y revisitas para el cobro de impuestos coloniales. Sin embargo, dichas colonias jugaron bien su papel de mimetizarse en las culturas, sobre todo del oriente, nacionales. Hoy muchos de esos personajes son más “cruceños” que los guaraníes, yuracarés y otras nacionalidades de nuestro país. Y quizás sigan pensando que tienen todo el derecho del mundo de seguir representando a todas las nacionalidades del oriente boliviano. Están tan equivocados de época y país. Otra vez.
Árabes, turcos, españoles, croatas, alemanes, italianos, etc, consideraron que estos territorios “desamparados de dios” y “atrasados” sean colonizados. Pero hoy nuestras nacionalidades retoman el camino bruscamente, sanguinariamente truncado allá el siglo XVI. La república simplemente fue una caricatura, todavía peor, de la colonia: tan sanguinaria y cruel respecto de nuestras nacionalidades. Y esos grupos medievales, cerrados, antinacionales por excelencia, se apropiaron de todas las instituciones nacionales, para seguir sus pasos coloniales de apropiación de nuestras riquezas. No exagero que esa lógica sigue absolutamente funcional en estos tiempos de cambio. Esas estructuras antinacionales, es decir anti indígenas y antinacionales, de robo, de esquilmación económica, vía impuestos y otras imposiciones y mecanismos sutiles de robo están vigentes, en el tipo de estado diseñado por ellos para usufructo de ellos.
Es importante también considerar lo ideológico. Como una manera de ver el mundo y percibir el mundo. En esto las colonias extranjeras se adueñaron de los sistemas educativos, eclesiales y de información. Por esos canales realizaron, y en eso no descansan, un trabajo ideológico para adormecer y mostrar a las poblaciones aborígenes que ellos son “los dueños”, que ellos son “los bolivianos de primera” clase, que ellos son “los portavoces” del estado boliviano. Ellos son los enviados de dios para manejar este país. Su brutalidad responde a ese designio antidemocrático y antiliberal. No respetaron nunca nuestras maneras de ver y pensar el mundo. Nunca escucharon nuestras demandas y nuestras propuestas. Su falta de conocimiento e ignorancia sobre nuestras culturas, les encaminó a tratarnos como incivilizados, bárbaros e inútiles para el desarrollo y el progreso. Y esa suerte de considerarse así mismos como los “únicos” que pueden manejar estos territorios les siguen empujando a decir lo que dicen sus portavoces, en este caso al presidente de este país.
Los comités cívicos siempre fueron escaleras políticas, entrenamientos políticos, de las colonias extranjeras. Sus intereses siguen presentes en esas entidades que ya no representan a nadie, sino a ellos mismos. Su poca costumbre liberal y democrática no les permite abrir sus puertas, abrir sus ventanas para una ventilación más boliviana e indígena. Y si es que de veras quieren mezclarse con este país, pues no les vendría mal aprender algo de liberalismo y democracia, que en esencia son interesantes herencias de lo mejor que tiene la civilización occidental: respetar al otro, al distinto, que ha dejado como legado cultural y político al mundo. Para empezar deben empezar a respetar este país. Deben respetar sus culturas y tradiciones. En nuestro caso la suerte está echada: no retrocederemos nada de lo poco que se ha conquistado, que ya es bastante tratándose de un estado colonial y republicano. Y desde ese poco seguiremos avanzando hasta recuperar todo lo que en derecho se nos ha quitado, en nuestras propias tierras y espacios culturales.
Cochabamba, 19 de julio de2.011.
Hace unos días los cívicos “cruceños” le pidieron a Evo que deje de ser el presidente de las seis Federaciones del Trópico. Y por supuesto que esa demanda causa sonrisa, y comprueba otra vez el despiste de las élites coloniales de Santa Cruz. Colonias “bolivianizadas” o “cruceñizadas” a fuerza de poder racial y económico, que se acostumbraron al paseo colonial en nuestro país, como si se tratara de visitas y revisitas para el cobro de impuestos coloniales. Sin embargo, dichas colonias jugaron bien su papel de mimetizarse en las culturas, sobre todo del oriente, nacionales. Hoy muchos de esos personajes son más “cruceños” que los guaraníes, yuracarés y otras nacionalidades de nuestro país. Y quizás sigan pensando que tienen todo el derecho del mundo de seguir representando a todas las nacionalidades del oriente boliviano. Están tan equivocados de época y país. Otra vez.
Árabes, turcos, españoles, croatas, alemanes, italianos, etc, consideraron que estos territorios “desamparados de dios” y “atrasados” sean colonizados. Pero hoy nuestras nacionalidades retoman el camino bruscamente, sanguinariamente truncado allá el siglo XVI. La república simplemente fue una caricatura, todavía peor, de la colonia: tan sanguinaria y cruel respecto de nuestras nacionalidades. Y esos grupos medievales, cerrados, antinacionales por excelencia, se apropiaron de todas las instituciones nacionales, para seguir sus pasos coloniales de apropiación de nuestras riquezas. No exagero que esa lógica sigue absolutamente funcional en estos tiempos de cambio. Esas estructuras antinacionales, es decir anti indígenas y antinacionales, de robo, de esquilmación económica, vía impuestos y otras imposiciones y mecanismos sutiles de robo están vigentes, en el tipo de estado diseñado por ellos para usufructo de ellos.
Es importante también considerar lo ideológico. Como una manera de ver el mundo y percibir el mundo. En esto las colonias extranjeras se adueñaron de los sistemas educativos, eclesiales y de información. Por esos canales realizaron, y en eso no descansan, un trabajo ideológico para adormecer y mostrar a las poblaciones aborígenes que ellos son “los dueños”, que ellos son “los bolivianos de primera” clase, que ellos son “los portavoces” del estado boliviano. Ellos son los enviados de dios para manejar este país. Su brutalidad responde a ese designio antidemocrático y antiliberal. No respetaron nunca nuestras maneras de ver y pensar el mundo. Nunca escucharon nuestras demandas y nuestras propuestas. Su falta de conocimiento e ignorancia sobre nuestras culturas, les encaminó a tratarnos como incivilizados, bárbaros e inútiles para el desarrollo y el progreso. Y esa suerte de considerarse así mismos como los “únicos” que pueden manejar estos territorios les siguen empujando a decir lo que dicen sus portavoces, en este caso al presidente de este país.
Los comités cívicos siempre fueron escaleras políticas, entrenamientos políticos, de las colonias extranjeras. Sus intereses siguen presentes en esas entidades que ya no representan a nadie, sino a ellos mismos. Su poca costumbre liberal y democrática no les permite abrir sus puertas, abrir sus ventanas para una ventilación más boliviana e indígena. Y si es que de veras quieren mezclarse con este país, pues no les vendría mal aprender algo de liberalismo y democracia, que en esencia son interesantes herencias de lo mejor que tiene la civilización occidental: respetar al otro, al distinto, que ha dejado como legado cultural y político al mundo. Para empezar deben empezar a respetar este país. Deben respetar sus culturas y tradiciones. En nuestro caso la suerte está echada: no retrocederemos nada de lo poco que se ha conquistado, que ya es bastante tratándose de un estado colonial y republicano. Y desde ese poco seguiremos avanzando hasta recuperar todo lo que en derecho se nos ha quitado, en nuestras propias tierras y espacios culturales.
Cochabamba, 19 de julio de2.011.
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