Max Murillo Mendoza
Trabajaba en mi oficina. No vi el partido contra Costa Rica; pero me tentó mirar el resultado al final del encuentro. No me sorprendió la pérdida. Y tampoco me sorprendió la tremenda confianza y la fiesta a lo boliviano, antes del partido. Pues en muchas cosas vivimos de sueños, y trasnoches y tropiezos porque no hacemos bien las cosas. La mediocridad y la lógica de la media máquina es parte de nuestra idiosincrasia boliviana. Falta de disciplina, puntualidad, falta de resultados y falta de mucho esfuerzo son precisamente los códigos de nuestros sistemas educativos y familiares, se premian a los vagos, pendejos, a los que aprenden a engañar y jugar sucio, desde muy niños, y se golpea a los que hacen bien las cosas. Después de la experiencia de los Tahuichis en Santa Cruz y la famosa escuela de natación de Catavi, durante la Comibol, no tenemos referentes de alto nivel en lo deportivo. Ni en lo intelectual, etc, etc.
Los deportes, las representaciones más significativas del país, reflejan o son un diagnóstico preciso de lo que es Bolivia, en sus clases medias y altas. Los futbolistas normalmente son los ahijados, parientes, cuates de los dirigentes altos, de aquellos que negocian el deporte. Y en esos círculos de cuates todo es posible: la farra, las mujeres y las drogas. No tanto el deporte, eso es secundario. Los escándalos extradeportivos de los futbolistas son el pan de cada día. De hecho en Bolivia el mejor futbolista es el más pendejo: borracho, mujeriego y drogadicto. Ese vale la pena y no es expulsado de ningún club. Los dirigentes son políticos, no especialistas en el futbol y les interesan los negocios, no el futbol. De todo ese escenario de la mediocridad, compadrerio, cuaterio y familiar, qué puede esperar el país? Lo de siempre: fiestas y fracasos. Incluso eso se asume como normal. Las clases medias tienden como comportamiento a la baja autoestima cultural. Ni en deportes son competitivos. Y mientras el país dependa de estos pequeños círculos de cuates, pues nunca tendremos resultados altamente competitivos, no hay por donde perderse.
Como en todo no existen políticas de estado en Deportes. Los pequeños buenos ejemplos como La Tahuichi o la escuela de natación de Catavi (en el norte de Potosí), son demasiado aislados. La tarea de todo estado es el de facilitar espacios a los mejores del país: becas, oportunidades e incentivos al más alto nivel. Tienen que ser especialistas los encargados de dirigir el futbol, no políticos ni negociantes, ni cuates de los ministros o el presidente. Y no debe estar concentrado sólo en las clases medias o altas, que nada han demostrado desde siempre. Su falta de competitividad es crónica e histórica. Pero mientras no haya políticas de estado del más alto nivel seguiremos en la misma cantaleta de siempre: hasta las calendas griegas, y nuestros jugadores borrachines y drogos seguirán haciendo todo lo que puedan en las canchas, sabiendo que su mentalidad es de perdedores. Al menos los comentaristas deportivos tienen pega para los lamentos y los llantos. Es parte del folklor futbolístico.
Las tradiciones se construyen con mucho esfuerzo, planificación, evaluación, disciplina y esfuerzo. Y años de inversión y tiempo para los resultados. No son temas de iluminados y parlanchines. En el caso del futbol, como en otros temas y deportes, las decisiones y sus prácticas están en manos de cuates y políticos de altas y medias clases. Son pequeños círculos que desde siempre nada pueden ofertar al conjunto del país. Sus maneras mediocres de funcionar y resolver los problemas se trasladan al tema del futbol. De estos pequeños círculos de amistades, compadres, cuates y políticos nada podemos esperar. Paradójicamente la práctica del futbol está extendida en Bolivia, en todas sus clases sociales y nacionalidades, desde los llanos hasta las punas con nieve; pero todos los talentos y los verdaderos futbolistas se pierden en la nebulosa de esta realidad boliviana: de círculos, de cuates, de amistades, de corruptela hispana y colonial. Los talentos no tienen oportunidades de desarrollar sus virtudes, no sólo en futbol sino en lo intelectual, en lo artístico, en lo científico, en lo productivo, y en todo lo creativo que el boliviano en general hace. Los talentos se diluyen ante la inercia de este llamado estado, que no ofrece nada, ni da oportunidad alguna para nada.
Cochabamba, 7 de Julio de 2011.
Trabajaba en mi oficina. No vi el partido contra Costa Rica; pero me tentó mirar el resultado al final del encuentro. No me sorprendió la pérdida. Y tampoco me sorprendió la tremenda confianza y la fiesta a lo boliviano, antes del partido. Pues en muchas cosas vivimos de sueños, y trasnoches y tropiezos porque no hacemos bien las cosas. La mediocridad y la lógica de la media máquina es parte de nuestra idiosincrasia boliviana. Falta de disciplina, puntualidad, falta de resultados y falta de mucho esfuerzo son precisamente los códigos de nuestros sistemas educativos y familiares, se premian a los vagos, pendejos, a los que aprenden a engañar y jugar sucio, desde muy niños, y se golpea a los que hacen bien las cosas. Después de la experiencia de los Tahuichis en Santa Cruz y la famosa escuela de natación de Catavi, durante la Comibol, no tenemos referentes de alto nivel en lo deportivo. Ni en lo intelectual, etc, etc.
Los deportes, las representaciones más significativas del país, reflejan o son un diagnóstico preciso de lo que es Bolivia, en sus clases medias y altas. Los futbolistas normalmente son los ahijados, parientes, cuates de los dirigentes altos, de aquellos que negocian el deporte. Y en esos círculos de cuates todo es posible: la farra, las mujeres y las drogas. No tanto el deporte, eso es secundario. Los escándalos extradeportivos de los futbolistas son el pan de cada día. De hecho en Bolivia el mejor futbolista es el más pendejo: borracho, mujeriego y drogadicto. Ese vale la pena y no es expulsado de ningún club. Los dirigentes son políticos, no especialistas en el futbol y les interesan los negocios, no el futbol. De todo ese escenario de la mediocridad, compadrerio, cuaterio y familiar, qué puede esperar el país? Lo de siempre: fiestas y fracasos. Incluso eso se asume como normal. Las clases medias tienden como comportamiento a la baja autoestima cultural. Ni en deportes son competitivos. Y mientras el país dependa de estos pequeños círculos de cuates, pues nunca tendremos resultados altamente competitivos, no hay por donde perderse.
Como en todo no existen políticas de estado en Deportes. Los pequeños buenos ejemplos como La Tahuichi o la escuela de natación de Catavi (en el norte de Potosí), son demasiado aislados. La tarea de todo estado es el de facilitar espacios a los mejores del país: becas, oportunidades e incentivos al más alto nivel. Tienen que ser especialistas los encargados de dirigir el futbol, no políticos ni negociantes, ni cuates de los ministros o el presidente. Y no debe estar concentrado sólo en las clases medias o altas, que nada han demostrado desde siempre. Su falta de competitividad es crónica e histórica. Pero mientras no haya políticas de estado del más alto nivel seguiremos en la misma cantaleta de siempre: hasta las calendas griegas, y nuestros jugadores borrachines y drogos seguirán haciendo todo lo que puedan en las canchas, sabiendo que su mentalidad es de perdedores. Al menos los comentaristas deportivos tienen pega para los lamentos y los llantos. Es parte del folklor futbolístico.
Las tradiciones se construyen con mucho esfuerzo, planificación, evaluación, disciplina y esfuerzo. Y años de inversión y tiempo para los resultados. No son temas de iluminados y parlanchines. En el caso del futbol, como en otros temas y deportes, las decisiones y sus prácticas están en manos de cuates y políticos de altas y medias clases. Son pequeños círculos que desde siempre nada pueden ofertar al conjunto del país. Sus maneras mediocres de funcionar y resolver los problemas se trasladan al tema del futbol. De estos pequeños círculos de amistades, compadres, cuates y políticos nada podemos esperar. Paradójicamente la práctica del futbol está extendida en Bolivia, en todas sus clases sociales y nacionalidades, desde los llanos hasta las punas con nieve; pero todos los talentos y los verdaderos futbolistas se pierden en la nebulosa de esta realidad boliviana: de círculos, de cuates, de amistades, de corruptela hispana y colonial. Los talentos no tienen oportunidades de desarrollar sus virtudes, no sólo en futbol sino en lo intelectual, en lo artístico, en lo científico, en lo productivo, y en todo lo creativo que el boliviano en general hace. Los talentos se diluyen ante la inercia de este llamado estado, que no ofrece nada, ni da oportunidad alguna para nada.
Cochabamba, 7 de Julio de 2011.
No hay comentarios:
Publicar un comentario