6 de diciembre de 2010

Épocas de crisis, épocas de nuevos escenarios

Max Murillo Mendoza
La izquierda europea ha capitulado hace mucho tiempo, y a lo sumo su sueño es solamente administrar y humanizar el modelo actual. Las democracias sociales han sido peores que el mismo fascismo. Hoy, cuando se pensaba que el capitalismo de talante neo-liberal gobernaría durante muchísimo tiempo se ha derrumbado, dejando secuelas de desocupación, des -estructuración social y empobrecimiento de sociedades que se creían modelos de estados del bienestar: los europeos. A lo largo de estos últimos decenios las sociedades y masas del primer mundo han sido domesticadas en extremo. El lavado cerebral ha funcionado. Estas sociedades ya no creen más en que las sociedades pueden cambiar, que las injusticias pueden revertirse. Si para ello se requieren de revoluciones debe actuarse pues están plenamente, moralmente justificadas; pero dichas sociedades ya no creen en los cambios, sólo en los parches, sólo en el maquillaje de sus estados. El miedo es el principal factor de sus comportamientos.
Por estos lados del mundo, paradójicamente, todavía podemos soñar y cambiar las reglas del juego de nuestras sociedades. Sin embargo, el mayor obstáculo son los grupos en donde circula la información y el poder económico. Grupos que están ligados a las transnacionales de las intelectualidades de izquierda europea y norteamericana, por lo que no es raro que estos grupos autóctonos no confíen y más bien se alejen de los cambios sociales. Estos grupos insertos en instituciones privadas y estatales, son los más conservadores en cuanto a mentalidades se refiere. Producto de un largo proceso desde la colonización española, están estructuralmente estancados social y mentalmente en castas privilegiadas, al margen de nuestras historias por lo que les es muy difícil apostar por los cambios y revoluciones del tercer mundo. En última instancia optarán por mantener las estructuras coloniales presentes, porque es su razón de ser como trayectoria de larga duración económica y mental.
En esa línea es un enorme desafío desmontar esas estructuras de castas mentales y sociales, mediante un trabajo intelectual articulado y ligado al sistema educativo boliviano, que además desmitifique esa mentira organizada de que ya nada se puede hacer con estas estructuras, sino sólo humanizarla y administrarla. Felizmente nuestras organizaciones sociales han dado el paso efectivo; pero debemos secundarlas desmontando este estado colonial y corrupto, con estructuras dedicadas y perfectas para la corrupción y perfectas para anidar de estos grupos de poder elitistas, que hoy son tan corruptas como antes y están saqueando ministerios, prefecturas, alcaldías e instituciones, incrustados a nombre del cambio.
No existen, o muy pocos, los grupos de intelectuales por el cambio, por la descolonización de nuestras sociedades. La historiografía puede hacer un giro radical y también iniciar un nuevo proceso. Se debe hacer una relectura de todo el material que funge como lo más importante de nuestra historiografía. Hay muchas cosas que no sirven para nada. La necesidad de una crítica profunda y un saltar al vacío para generar nuevas propuestas de trabajo son urgentes.
Este proceso social no tiene dueños, sino la legitimidad de aquellos expulsados por la historia tradicional que se sublevaron contra ella, para cambiar el rumbo de su historia. No son los compañeros del MAS los dueños de este proceso, simplemente los posibles articuladores del mismo; pero si fallan estaremos todos los que apostamos a cambiar las reglas de juego, para juzgarles, y si traicionan ofreceremos su sangre a la pachamama para purificar al proceso de cambio.
No podemos entrar a la tragedia mental de las sociedades europeas. La decadencia y la inercia no pueden contaminarnos. Para nosotros todo es posible, incluso cambiar las reglas de juego de las sociedades. Mejor por procesos sociales pacíficos; pero si el devenir de los acontecimientos nos convoca a una revolución violenta tendremos que asumirlo. Es decir, todo es posible mientras nuestros sueños y principios sean conquistar una vida mejor, con dignidad y sentido humano: el morar en la tierra como destino final humano.
Cochabamba, 3 de diciembre de 2.010.

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