30 de noviembre de 2012

CASO OSTREICHER: NINGUNA NOVEDAD COLONIAL

Max Murillo Mendoza.
Los medios de incomunicación coloniales de Bolivia, sobre todo los escritos, se rasgan las vestiduras con la corruptela desatada con los funcionarios del estado, todos de apellidos exóticos coloniales y de familias probablemente ligadas al MIR, ADN, MNR, NFR y UCS. Es decir, nada novedoso. Hace años insinué en un artículo titulado: Vino nuevo en Odres Viejos, donde reflexioné sobre estos asuntos de corrupción estructural. Recapitulo algunos asuntos, y luego paso a otros.
Siguiendo la ruta de Zavaleta, la herencia colonial más importante es la corrupción estructural del estado republicano. Invento que estuvo en manos de familias conocidas, coloniales. Quiénes construyeron un instrumento llamado estado, para estructuralmente saquear nuestros recursos naturales, y absolutamente a espaldas de nuestras culturas y en contra de nuestras culturas. Y fueron un puñado de personas, a nombre de Bolivia, los que hasta hace muy poco resolvían dizque nuestros problemas. Estos grupos son los inventores del llamado estado republicano, especializado en corromper estructuralmente a grupos, dirigentes, empresas y sobre todos clases altas y medias. La famosa iniciativa privada en Bolivia surge del estado corruptor. Estado omnipotente y muchas veces invisible; pero absolutamente mágico en la creación de riquezas paralelas y familiares. Esas estructuras complejas especializadas en corrupción, no se han desmontado ni por asomo. En varios de los casos se han fortalecido. Y los grupos de poder clásicos, coloniales, que se inventaron también partidos políticos por sus especialidades en manguear y esquilmar al estado (MIR, ADN, MNR, NFR) pues se metieron e hicieron entrismo al MAS. Los vemos en los medios de incomunicación. Incluso hay representantes “campesinos” que son corruptos prontuariados, pero hoy son los más legítimos representantes del proceso de cambio. Sólo la ingenuidad o el triunfalismo de Evo Morales se creen en esas mágicas reconversiones de diablos a santos. Los ministerios están llenos de “conversos”, y son estos los que están deslegitimando desde dentro al proceso de cambio.
Estas mafias son grupos oligárquicos y de clases altas. Familias españolas que vienen desde hace siglos, a los que se incorporaron colonias más nuevas en el siglo XX (alemanas, japonesas, italianas, turcas, árabes, croatas), que siguieron nomás en la conveniencia del negocio corrupto de asaltar al estado, como costumbre y norma cotidiana: coima, aceiteo, charla, prostitución política. Clases altas sin costumbres liberales ni mentalidades liberales o modernas, sino provincianas e ignorantes. El poder de estas castas oligárquicas no se ha minado. Siguen vigentes, y muchos de ellos ya son masistas y sus empresas hacen jugosos negocios en la construcción de caminos, y otros proyectos a nombre del proceso de cambio. Qué más da: no hay problema en ser hoy masista, a cambio de generar riqueza y seguir engordando las arcas familiares oligárquicas. Los discursos pueden ser nomás rojos y anti-imperialistas, no hay problema. Lo más importante es mantener los negocios a flote.
Pueden rasgarse las vestiduras, como lo hacen los periodistas de los medios coloniales, es parte del juego político. Porque la hipocresía es también la especialidad más prudente de las oligarquías, para no quedar mal en sus farras ante sus tribunales y cuates. Su camaleónico sentido de acción política colonial les impulsa a sentirse cada vez parte de estos “procesos de cambio”. Los negocios son lo más importante. Hoy no pueden asaltar impunemente las arcas del Banco Central, tienen nomás que convertirse en masistas y representantes de campesinos e indígenas. Todo es posible para seguir generando ganancias ilícitas.
Las lecciones en nuestra historia siempre son las mismas. Las traiciones de los mandarines y dirigentes políticos son una constante. Como una constante es el fortalecimiento de las organizaciones sociales, y la sociedad civil. Hoy seguimos con nuestros sueños de cambio, precisamente porque tenemos experiencia suficiente en mandarinatos y traiciones, y corruptela estatal colonial. Solo que ahora hay más show comunicacional, hay más prostitución televisiva y periodística. Hay más bulla y basura virtual. Y el objetivo de este show mediático es el mismo desde el neoliberalismo: meterle miedo a la población. Así intentan adormecer y domesticar en su acción y reacción legítima. La mayoría de los escribidores de estos medios de incomunicación son familiares de estas colonias de apellidos exóticos, ni siquiera en eso disimulan sus formas de ocupación territorial y simbólica en sus ansias coloniales.
Mientras no se desmonte realmente el corrupto y corruptor estado republicano, no será posible sueño alguno. Ese monstruo de mil cabezas está hoy corrompiendo a alcaldes indígenas, campesinos, dirigentes medios y altos de las estructuras políticas. Porque su esencia y sentido de existencia, como molde y criatura colonial oligárquica, es corrupta y saqueadora de nuestras riquezas. Sólo su destrucción y desmantelamiento es la única garantía de algún proceso de cambio.
Cochabamba, 29 de noviembre de 2012.