Max Murillo Mendoza
Ni siquiera García Márquez se habría imaginado que tendrían mejores ocurrencias nuestras realidades, que sus novelas alucinantes de exuberancia y ficción por doquier. Así es, como si de novelas de ficción se tratara la Cosa Nostra de las oligarquías “bolivianas” escapan como ratas del barco que se hunde, y se “asilan” en todas partes “porque en Bolivia no hay garantías ni democracia”. Los capos de las distintas mafias ya están a buen recaudo en Estados Unidos (Reyes Villa, Sánchez de Lozada, Verzaín, Asbún, Marinkovich). Los otros menores están en los países vecinos (Cossio, Pachi Rivera, etc). Y desde sus cómodos negocios, de negociados de pasadas democracias, utilizan los medios de incomunicación para referirse a la democracia de Bolivia. Consideran que no se sienten seguros, para sus negociados.
Existe una extraña coincidencia entre las cúpulas de la iglesia católica, las cúpulas de las oligarquías y las colonias extranjeras, respecto de sus percepciones de nuestra democracia. No soportan una democracia donde indígenas, campesinos y obreros se sientan en la misma mesa. Y debaten el futuro de estas tierras para intentar humanizarla, de alguna manera, a pesar de sus complejidades y duras exigencias económicas. No soportan que el poder político se haya repartido de mejor manera. En definitiva, no soportan que las reglas de juego hayan cambiado de alguna forma, no totalmente como me habría gustado. Porque no hubo tal revolución cultural ni mucho menos. Se mejoró la democracia formal y nada más. Ya es algo.
Las mafias de las oligarquías por supuesto que extrañan sus años dorados, donde el saqueo y el robo indiscriminado era una competencia leal. Los turnos estaban fijados de acuerdo al calendario ritual de su democracia. Democracia perfumada y en alfombras doradas, manchadas de sangre y sacrificio humano. Democracia donde el poder estaba repartido democráticamente: entre los grupos oligárquicos, colonias extranjeras, y testaferros menores de las clases a medias. Democracia prostituida y bañada en la peor manera de odio contra el país profundo. Donde el rencor histórico era carta de presentación oficial, para ser parte del poder: cuánto más crueldad y robo, mejores eran dichas cartas de presentación social y oficial. La hipocresía corría por parte de la iglesia católica y sus monjes extranjeros, mayormente españoles, para justificar su democracia y el lavado de consciencia necesario y prudente frente a Dios.
Son estas oligarquías que destruyeron este país, porque no es suya. Porque jamás se sintieron parte de estas tierras, porque además no son de estas tierras y espiritualmente están legítimamente ligados a otros sueños, y no les podemos exigir que sean parte de nuestros sueños. Estos grupos de poder exigen hoy que haya democracia como si se tratara de una fiesta, y hay que atenderles en sus peticiones a estos señoritos democráticos. Son a estas oligarquías que jamás les importó el hambre del pueblo, las necesidades, la desocupación y la impunidad total del poder hacia el país profundo. Y hoy son los abanderados de la democracia con el mismo cinismo con que destruyeron nuestras regiones e intentaron destruir nuestras culturas. Sus compadres de las oligarquías vecinas, como Paraguay y Perú, les alojarán durante un tiempo. Necesitan alimentar su ego democrático y sus farras internacionales contra el gobierno del MAS. No importa, deberíamos aceptar sus “auto exilios”. Incluso firmarles algún documento para que no retornen nunca más al país. De todos modos no son de estas tierras.
La justicia boliviana nunca fue una institución. Siempre fue una sucursal de las cloacas del poder político y económico. Allí afinaban su puntería para legalizar el saqueo los grupos de poder. Hoy existe cierta esperanza de que eso cambie. No ha cambiado nada. Los discursos son los discursos, de indios o de colonizadores es lo mismo si en las prácticas cotidianas nada cambia. Y hoy nada ha cambiado de esas prácticas corruptas cotidianas. Hecha la ley, hecha la trampa. En realidad las oligarquías están siendo perseguidas por sus mismas leyes, y sus mismos abogados que hace tiempo eran sus soldados. Nada ha cambiado. Sólo se confiaron y pensaron que se quedarían hasta el fin de los siglos. Y no se cuidaron al robar dejando demasiadas huellas por donde pasaron.
Si los compañeros del MAS fusilan a unos cuantos corruptos, quizás empecemos a creer en la justicia boliviana. Y en esas listas estoy seguro que habría cientos y cientos, de las mismas filas del MAS. Pero mientras todo sea discurso las oligarquías seguirán sintiéndose abanderadas de la democracia boliviana. Y perseguidos políticos por el “totalitarismo indigenista”, y la “falta de libertades individuales”, sobornándole a Vargas Llosa para que cante por ellos nobelmente. Realmente los tiempos están cambiando…en algo.
Cochabamba, 17 de enero de 2011.
Ni siquiera García Márquez se habría imaginado que tendrían mejores ocurrencias nuestras realidades, que sus novelas alucinantes de exuberancia y ficción por doquier. Así es, como si de novelas de ficción se tratara la Cosa Nostra de las oligarquías “bolivianas” escapan como ratas del barco que se hunde, y se “asilan” en todas partes “porque en Bolivia no hay garantías ni democracia”. Los capos de las distintas mafias ya están a buen recaudo en Estados Unidos (Reyes Villa, Sánchez de Lozada, Verzaín, Asbún, Marinkovich). Los otros menores están en los países vecinos (Cossio, Pachi Rivera, etc). Y desde sus cómodos negocios, de negociados de pasadas democracias, utilizan los medios de incomunicación para referirse a la democracia de Bolivia. Consideran que no se sienten seguros, para sus negociados.
Existe una extraña coincidencia entre las cúpulas de la iglesia católica, las cúpulas de las oligarquías y las colonias extranjeras, respecto de sus percepciones de nuestra democracia. No soportan una democracia donde indígenas, campesinos y obreros se sientan en la misma mesa. Y debaten el futuro de estas tierras para intentar humanizarla, de alguna manera, a pesar de sus complejidades y duras exigencias económicas. No soportan que el poder político se haya repartido de mejor manera. En definitiva, no soportan que las reglas de juego hayan cambiado de alguna forma, no totalmente como me habría gustado. Porque no hubo tal revolución cultural ni mucho menos. Se mejoró la democracia formal y nada más. Ya es algo.
Las mafias de las oligarquías por supuesto que extrañan sus años dorados, donde el saqueo y el robo indiscriminado era una competencia leal. Los turnos estaban fijados de acuerdo al calendario ritual de su democracia. Democracia perfumada y en alfombras doradas, manchadas de sangre y sacrificio humano. Democracia donde el poder estaba repartido democráticamente: entre los grupos oligárquicos, colonias extranjeras, y testaferros menores de las clases a medias. Democracia prostituida y bañada en la peor manera de odio contra el país profundo. Donde el rencor histórico era carta de presentación oficial, para ser parte del poder: cuánto más crueldad y robo, mejores eran dichas cartas de presentación social y oficial. La hipocresía corría por parte de la iglesia católica y sus monjes extranjeros, mayormente españoles, para justificar su democracia y el lavado de consciencia necesario y prudente frente a Dios.
Son estas oligarquías que destruyeron este país, porque no es suya. Porque jamás se sintieron parte de estas tierras, porque además no son de estas tierras y espiritualmente están legítimamente ligados a otros sueños, y no les podemos exigir que sean parte de nuestros sueños. Estos grupos de poder exigen hoy que haya democracia como si se tratara de una fiesta, y hay que atenderles en sus peticiones a estos señoritos democráticos. Son a estas oligarquías que jamás les importó el hambre del pueblo, las necesidades, la desocupación y la impunidad total del poder hacia el país profundo. Y hoy son los abanderados de la democracia con el mismo cinismo con que destruyeron nuestras regiones e intentaron destruir nuestras culturas. Sus compadres de las oligarquías vecinas, como Paraguay y Perú, les alojarán durante un tiempo. Necesitan alimentar su ego democrático y sus farras internacionales contra el gobierno del MAS. No importa, deberíamos aceptar sus “auto exilios”. Incluso firmarles algún documento para que no retornen nunca más al país. De todos modos no son de estas tierras.
La justicia boliviana nunca fue una institución. Siempre fue una sucursal de las cloacas del poder político y económico. Allí afinaban su puntería para legalizar el saqueo los grupos de poder. Hoy existe cierta esperanza de que eso cambie. No ha cambiado nada. Los discursos son los discursos, de indios o de colonizadores es lo mismo si en las prácticas cotidianas nada cambia. Y hoy nada ha cambiado de esas prácticas corruptas cotidianas. Hecha la ley, hecha la trampa. En realidad las oligarquías están siendo perseguidas por sus mismas leyes, y sus mismos abogados que hace tiempo eran sus soldados. Nada ha cambiado. Sólo se confiaron y pensaron que se quedarían hasta el fin de los siglos. Y no se cuidaron al robar dejando demasiadas huellas por donde pasaron.
Si los compañeros del MAS fusilan a unos cuantos corruptos, quizás empecemos a creer en la justicia boliviana. Y en esas listas estoy seguro que habría cientos y cientos, de las mismas filas del MAS. Pero mientras todo sea discurso las oligarquías seguirán sintiéndose abanderadas de la democracia boliviana. Y perseguidos políticos por el “totalitarismo indigenista”, y la “falta de libertades individuales”, sobornándole a Vargas Llosa para que cante por ellos nobelmente. Realmente los tiempos están cambiando…en algo.
Cochabamba, 17 de enero de 2011.
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