Opinión
Escrito por Juan Carlos Zambrana Marchetti (Periodista)
La noche en que se promulgó el decreto que subía el precio de los carburantes en Bolivia, tuvo lugar una reunión secreta de miembros de la oposición al presidente. “Atentado contra el pueblo,” propuso uno de los participantes. Estaban buscando apodar el decreto que tenían planeado transformar en una crisis de gobierno. “Evo traiciona al pueblo”, “Hay que joder a Evo”, propuso otro aún más optimista. “Tranquilos; hay que aparentar objetividad. Yo propongo que sea desde el punto de vista económico”, dijo un industrial. “Entonces, gasolinazo”, propuso el representante de los medios de comunicación, y luego explicó que el pueblo tenía esa palabra registrada como causa válida para expulsar al Presidente. “No nos olvidemos que cuando Carlos Mesa hizo lo mismo, Evo pidió que renunciara. Por ahí está el vídeo, sólo tenemos que exponerlo. Tampoco olvidemos que el impuestazo de Goni fue el principio de su fin”.
“Ok: ‘gasolinazo’ entonces”, dijo uno de los políticos desgranados del oficialismo que engrosaban las filas de opositores del presidente Evo Morales. “Hay que manejar la reacción desde el principio, ustedes se encargan de hacerlo en Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando”, le dijo a un grupo de derechistas; “el fulanito lo hará en Oruro, y el menganito en Potosí”, dijo refiriéndose a otros de los desgranados. “Ustedes difundan esto ampliamente, nosotros nos encargamos de desatar las protestas en la Paz, El Alto y Sucre para que éste cabrón vea que ni sus bases están contentas.”
Era una mezcla de elementos incompatibles: enemigos naturales como la hiena y el cervatillo herido, unidos a la fuerza por el oportunismo para atacar al Presidente. El plan era exacerbar los ánimos del pueblo, haciéndolo arribar a conclusiones equivocadas, con la vieja patraña de hacerlo partir de la pregunta equivocada.
Cuestionarían la “forma” en que se promulgó el decreto conectándolo con los métodos neoliberales, y ante la obvia similitud, el pueblo lo condenaría sin mirar siquiera el fondo del problema.
Una vez con Evo en el blanco, se le atacaría por todos lados, diciendo que el pueblo lo había apoyado creyendo que iba a ser diferente, pero que el Presidente había resultado ser la misma cosa que los neoliberales; que la inmoralidad continúa, al igual que el abuso y la concentración de poder. Se organizarían mas protestas, y después se pediría la renuncia del Presidente. Quizá en ese momento, Evo decidiría soltar al Ejército para defenderse, y ahí se produciría algún muertito que sirva de detonante para llegar al clímax del conflicto. Luego la Iglesia propondría un desenlace pacífico, las instituciones “representativas,” apoyarían el pedido y se forzaría la renuncia de Evo.
El plan quedó definido y los participantes se abrazaron al despedirse; la hiena tuvo que cerrar el hocico al besar al cervatillo para no sucumbir a la tentación de comérselo. El cervatillo ni se dio cuenta, porque, obviamente, para fingir tanto amor había tenido que cerrar los ojos. Se disolvió la reunión y todos partieron a trabajar frenéticamente para exacerbar la situación y producir la escalada de violencia. Estaban felices en su retorcida concepción de la felicidad. Por difícil que resulte creerlo, el plan les resultó, por lo menos en la manipulación de la opinión pública, aunque no desembocó en la renuncia del Presidente ni en la desestabilización de su gobierno, ya que a último momento Evo decidió acceder a la voluntad del pueblo, aunque esa voluntad haya sido manipulada con errónea información.
Los cambas tenemos un dicho popular muy curioso. “Estás orinando fuera del tacho,” decimos para ilustrar desubicaciones como ésta. Gran parte del pueblo boliviano, en realidad, fue influenciado por las preguntas sesgadas con las que la oposición inició y controló la crítica, hasta forzarlo a orinar fuera del tacho. Ni siquiera en los métodos se parece el decreto de Evo al de los presidentes neoliberales, porque recordemos que en 1985 Víctor Paz engañó al pueblo diciendo que se estudiaba una solución estructuralista para la inflación, mientras que en el Palacio, a puertas cerradas, se diseñaba el decreto 21060, siguiendo la fórmula monetarista de los neoliberales. Recordemos además que para impedir la reacción del pueblo, arrestaron con antelación a todos los dirigentes sindicales, incluido el actual Presidente.
Que lo hicieron además a la usanza de las dictaduras, sacándolos de sus casas, pasada la media noche, para evitar que la prensa lo registrara al día siguiente. Que luego los confinaron a lugares inhóspitos de la Amazonía, y que ahí los mantuvieron incomunicados hasta que reprimieron todo intento de reacción y los confinados se comprometieron a no reaccionar. Comparar a Evo con los presidentes neoliberales, es totalmente desubicado.
En cuanto al fondo, más allá de la forma, hay que recordar que, por ejemplo, el impuestazo de Sánchez de Lozada, fue promulgado por razones totalmente opuestas a las de Evo. Los neoliberales le habían entregado los hidrocarburos a las transnacionales petroleras que se llevaban el 83% de los ingresos. Eso había desvalijado al Tesoro Nacional, y sumido al país en un enorme déficit fiscal.
El Banco Mundial y el FMI le habían exigido al país amortizar su deuda externa en dólares, pero sin afectar a las transnacionales, y fue en esas circunstancias que el gobierno títere de Sánchez de Lozada decidió subirle los impuestos a un pueblo que ganaba un promedio de 100 dólares al mes. El gasolinazo de Carlos Mesa cae en la misma categoría, ya que él había sido el vicepresidente de Sánchez de Lozada. Por lo tanto, no es el gasolinazo ni el impuestazo el problema sino las causas por la que se toma la medida. Las palabras utilizadas son las mismas, pero las historias son diferentes.
Repetir como loro el rumor de que Evo es la misma cosa que los neoliberales, es obviamente orinar fuera del tacho por creerse las mentiras de la oposición. Una cosa es entregar todos los ingresos del país y luego exprimir al pueblo para cubrir el déficit fiscal, y otra cosa muy distinta es rescatar esos recursos, reconstruir el país, y subvencionar los carburantes para el pueblo, hasta que los especuladores de siempre se lo saquen de contrabando para venderlo en los países vecinos. La solución queda pendiente, y pasará quizá por la militarización de las fronteras para cortar el contrabando, pero entre tanto, no debemos dejarnos engañar tan fácilmente. Las palabras utilizadas en sus intrigas pueden ser las mismas o similares, pero la diferencia está en los objetivos. Tenemos que dejar de confundir la gimnasia con la magnesia, a Chaplin con Chapulín y, por supuesto, a la izquierda que defiende al país, con la derecha que finge defender al país.
Crónicas de una reunión secreta de elementos incompatibles: enemigos naturales unidos a la fuerza por el oportunismo para atacar al presidente Evo Morales Ayma.
Escrito por Juan Carlos Zambrana Marchetti (Periodista)
La noche en que se promulgó el decreto que subía el precio de los carburantes en Bolivia, tuvo lugar una reunión secreta de miembros de la oposición al presidente. “Atentado contra el pueblo,” propuso uno de los participantes. Estaban buscando apodar el decreto que tenían planeado transformar en una crisis de gobierno. “Evo traiciona al pueblo”, “Hay que joder a Evo”, propuso otro aún más optimista. “Tranquilos; hay que aparentar objetividad. Yo propongo que sea desde el punto de vista económico”, dijo un industrial. “Entonces, gasolinazo”, propuso el representante de los medios de comunicación, y luego explicó que el pueblo tenía esa palabra registrada como causa válida para expulsar al Presidente. “No nos olvidemos que cuando Carlos Mesa hizo lo mismo, Evo pidió que renunciara. Por ahí está el vídeo, sólo tenemos que exponerlo. Tampoco olvidemos que el impuestazo de Goni fue el principio de su fin”.
“Ok: ‘gasolinazo’ entonces”, dijo uno de los políticos desgranados del oficialismo que engrosaban las filas de opositores del presidente Evo Morales. “Hay que manejar la reacción desde el principio, ustedes se encargan de hacerlo en Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando”, le dijo a un grupo de derechistas; “el fulanito lo hará en Oruro, y el menganito en Potosí”, dijo refiriéndose a otros de los desgranados. “Ustedes difundan esto ampliamente, nosotros nos encargamos de desatar las protestas en la Paz, El Alto y Sucre para que éste cabrón vea que ni sus bases están contentas.”
Era una mezcla de elementos incompatibles: enemigos naturales como la hiena y el cervatillo herido, unidos a la fuerza por el oportunismo para atacar al Presidente. El plan era exacerbar los ánimos del pueblo, haciéndolo arribar a conclusiones equivocadas, con la vieja patraña de hacerlo partir de la pregunta equivocada.
Cuestionarían la “forma” en que se promulgó el decreto conectándolo con los métodos neoliberales, y ante la obvia similitud, el pueblo lo condenaría sin mirar siquiera el fondo del problema.
Una vez con Evo en el blanco, se le atacaría por todos lados, diciendo que el pueblo lo había apoyado creyendo que iba a ser diferente, pero que el Presidente había resultado ser la misma cosa que los neoliberales; que la inmoralidad continúa, al igual que el abuso y la concentración de poder. Se organizarían mas protestas, y después se pediría la renuncia del Presidente. Quizá en ese momento, Evo decidiría soltar al Ejército para defenderse, y ahí se produciría algún muertito que sirva de detonante para llegar al clímax del conflicto. Luego la Iglesia propondría un desenlace pacífico, las instituciones “representativas,” apoyarían el pedido y se forzaría la renuncia de Evo.
El plan quedó definido y los participantes se abrazaron al despedirse; la hiena tuvo que cerrar el hocico al besar al cervatillo para no sucumbir a la tentación de comérselo. El cervatillo ni se dio cuenta, porque, obviamente, para fingir tanto amor había tenido que cerrar los ojos. Se disolvió la reunión y todos partieron a trabajar frenéticamente para exacerbar la situación y producir la escalada de violencia. Estaban felices en su retorcida concepción de la felicidad. Por difícil que resulte creerlo, el plan les resultó, por lo menos en la manipulación de la opinión pública, aunque no desembocó en la renuncia del Presidente ni en la desestabilización de su gobierno, ya que a último momento Evo decidió acceder a la voluntad del pueblo, aunque esa voluntad haya sido manipulada con errónea información.
Los cambas tenemos un dicho popular muy curioso. “Estás orinando fuera del tacho,” decimos para ilustrar desubicaciones como ésta. Gran parte del pueblo boliviano, en realidad, fue influenciado por las preguntas sesgadas con las que la oposición inició y controló la crítica, hasta forzarlo a orinar fuera del tacho. Ni siquiera en los métodos se parece el decreto de Evo al de los presidentes neoliberales, porque recordemos que en 1985 Víctor Paz engañó al pueblo diciendo que se estudiaba una solución estructuralista para la inflación, mientras que en el Palacio, a puertas cerradas, se diseñaba el decreto 21060, siguiendo la fórmula monetarista de los neoliberales. Recordemos además que para impedir la reacción del pueblo, arrestaron con antelación a todos los dirigentes sindicales, incluido el actual Presidente.
Que lo hicieron además a la usanza de las dictaduras, sacándolos de sus casas, pasada la media noche, para evitar que la prensa lo registrara al día siguiente. Que luego los confinaron a lugares inhóspitos de la Amazonía, y que ahí los mantuvieron incomunicados hasta que reprimieron todo intento de reacción y los confinados se comprometieron a no reaccionar. Comparar a Evo con los presidentes neoliberales, es totalmente desubicado.
En cuanto al fondo, más allá de la forma, hay que recordar que, por ejemplo, el impuestazo de Sánchez de Lozada, fue promulgado por razones totalmente opuestas a las de Evo. Los neoliberales le habían entregado los hidrocarburos a las transnacionales petroleras que se llevaban el 83% de los ingresos. Eso había desvalijado al Tesoro Nacional, y sumido al país en un enorme déficit fiscal.
El Banco Mundial y el FMI le habían exigido al país amortizar su deuda externa en dólares, pero sin afectar a las transnacionales, y fue en esas circunstancias que el gobierno títere de Sánchez de Lozada decidió subirle los impuestos a un pueblo que ganaba un promedio de 100 dólares al mes. El gasolinazo de Carlos Mesa cae en la misma categoría, ya que él había sido el vicepresidente de Sánchez de Lozada. Por lo tanto, no es el gasolinazo ni el impuestazo el problema sino las causas por la que se toma la medida. Las palabras utilizadas son las mismas, pero las historias son diferentes.
Repetir como loro el rumor de que Evo es la misma cosa que los neoliberales, es obviamente orinar fuera del tacho por creerse las mentiras de la oposición. Una cosa es entregar todos los ingresos del país y luego exprimir al pueblo para cubrir el déficit fiscal, y otra cosa muy distinta es rescatar esos recursos, reconstruir el país, y subvencionar los carburantes para el pueblo, hasta que los especuladores de siempre se lo saquen de contrabando para venderlo en los países vecinos. La solución queda pendiente, y pasará quizá por la militarización de las fronteras para cortar el contrabando, pero entre tanto, no debemos dejarnos engañar tan fácilmente. Las palabras utilizadas en sus intrigas pueden ser las mismas o similares, pero la diferencia está en los objetivos. Tenemos que dejar de confundir la gimnasia con la magnesia, a Chaplin con Chapulín y, por supuesto, a la izquierda que defiende al país, con la derecha que finge defender al país.
Crónicas de una reunión secreta de elementos incompatibles: enemigos naturales unidos a la fuerza por el oportunismo para atacar al presidente Evo Morales Ayma.
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