Escrito por Xavier Albó (*)
Este domingo todos estamos votando, en el último evento pendiente para fijar la correlación de fuerzas y, de ahí, empeñarnos en buscar y negociar objetivos y tareas comunes hasta el 2015.
No cabe esperar muchas sorpresas en estos comicios pero sí nos mostrarán mejor las tendencias de la población a niveles más locales. Es previsible que se siga diluyendo la polarización entre el occidente andino y la Media Luna oriental, ahora menguante. Aparecerá más bien toda una gama de pugnas locales y se vislumbrarán también diversos tipos de alianzas posteriores sin la estéril polarización de hace apenas dos años.
Aclarado este escenario, lo más productivo y deseable será abocarnos a trabajar juntos hacia proyectos y propuestas compartidas. Habrá que tomar en cuenta dos principios democráticos fundamentales y complementarios: primero, la mayoría pesa más que la(s) minoría(s); segundo, hay que saber respetar y aprender de los otros distintos, sean mayoría o minoría.
El primer principio es más claro cuando hay intereses y privilegios contradictorios (por ejemplo, en el acceso a tierras en el oriente), y aun entonces, según la correlación de fuerzas, pueden ser oportunas ciertas negociaciones. El segundo principio se ampara a su vez en el principio de que ciertos márgenes de diversidad son siempre enriquecedores para todo el conjunto. La meta es, por tanto, unidad en la diversidad; no una total uniformidad monocolor ni tampoco bloques cerrados y polarizados.
Deberemos lanzarnos ahora a legislar a diversos niveles: la Asamblea Legislativa Plurinacional con sus cien leyes urgentes (de las que en tres meses ya han salido varias aunque pocas), los estatutos departamentales y de las primeras autonomías indígena originarias, las cartas orgánicas municipales. Será una oportunidad única para soñar con un relativo margen de flexibilidad dentro de los mismos criterios de respeto a la mayoría reconociendo a la vez a los diferentes.
Es de esperar que, calmadas las pasiones y exageraciones que siempre provocan las elecciones, sabremos concertar lo mucho que tenemos en común para lograr objetivos compartidos tanto a niveles locales como en la construcción del nuevo país.
Si hay cierto equilibrio de fuerzas, como puede ocurrir en muchos gobiernos locales, habrá que asegurar que se imponga entonces la negociación por encima de la polarización. Lo mismo vale para la relación entre movimientos sociales y gobiernos formales.
Cuando hay un indiscutible ganador absoluto – sea el MAS o la oposición según el lugar – el riesgo principal ¬es siempre querer avanzar como topadora hacia el poder total. El “maravilloso instrumento del poder” puede emborrachar y descontrolar. Sirva de advertencia el desliz del fiscal Peralta contra el Cardenal. Pero, manteniendo esa cautela, el avance puede ser espectacular.
(*) Xavier Albó es antropólogo, lingüista y jesuita
Este domingo todos estamos votando, en el último evento pendiente para fijar la correlación de fuerzas y, de ahí, empeñarnos en buscar y negociar objetivos y tareas comunes hasta el 2015.
No cabe esperar muchas sorpresas en estos comicios pero sí nos mostrarán mejor las tendencias de la población a niveles más locales. Es previsible que se siga diluyendo la polarización entre el occidente andino y la Media Luna oriental, ahora menguante. Aparecerá más bien toda una gama de pugnas locales y se vislumbrarán también diversos tipos de alianzas posteriores sin la estéril polarización de hace apenas dos años.
Aclarado este escenario, lo más productivo y deseable será abocarnos a trabajar juntos hacia proyectos y propuestas compartidas. Habrá que tomar en cuenta dos principios democráticos fundamentales y complementarios: primero, la mayoría pesa más que la(s) minoría(s); segundo, hay que saber respetar y aprender de los otros distintos, sean mayoría o minoría.
El primer principio es más claro cuando hay intereses y privilegios contradictorios (por ejemplo, en el acceso a tierras en el oriente), y aun entonces, según la correlación de fuerzas, pueden ser oportunas ciertas negociaciones. El segundo principio se ampara a su vez en el principio de que ciertos márgenes de diversidad son siempre enriquecedores para todo el conjunto. La meta es, por tanto, unidad en la diversidad; no una total uniformidad monocolor ni tampoco bloques cerrados y polarizados.
Deberemos lanzarnos ahora a legislar a diversos niveles: la Asamblea Legislativa Plurinacional con sus cien leyes urgentes (de las que en tres meses ya han salido varias aunque pocas), los estatutos departamentales y de las primeras autonomías indígena originarias, las cartas orgánicas municipales. Será una oportunidad única para soñar con un relativo margen de flexibilidad dentro de los mismos criterios de respeto a la mayoría reconociendo a la vez a los diferentes.
Es de esperar que, calmadas las pasiones y exageraciones que siempre provocan las elecciones, sabremos concertar lo mucho que tenemos en común para lograr objetivos compartidos tanto a niveles locales como en la construcción del nuevo país.
Si hay cierto equilibrio de fuerzas, como puede ocurrir en muchos gobiernos locales, habrá que asegurar que se imponga entonces la negociación por encima de la polarización. Lo mismo vale para la relación entre movimientos sociales y gobiernos formales.
Cuando hay un indiscutible ganador absoluto – sea el MAS o la oposición según el lugar – el riesgo principal ¬es siempre querer avanzar como topadora hacia el poder total. El “maravilloso instrumento del poder” puede emborrachar y descontrolar. Sirva de advertencia el desliz del fiscal Peralta contra el Cardenal. Pero, manteniendo esa cautela, el avance puede ser espectacular.
(*) Xavier Albó es antropólogo, lingüista y jesuita
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