Escrito por Ismael Guzmán (*)
Estamos hablando de rupturas sociopolíticas en el departamento del Beni, podría decirse, un efecto JJ (Jessica Jordan). El irle bien o mal a la candidata a gobernadora por el MAS, Jessica Jordan, está supeditado al punto de vista de quien lo vea: para muchos el merecimiento de este calificativo tendrá lugar sólo si la referida candidata gana la elección este 4 de abril; pero otros otorgarán tal calificativo incluso si queda en segundo lugar, puesto que ello implicaría superar a uno de los dos partidos que tradicionalmente controlaron el poder político en la región, es decir, o al MNR (que probablemente tenga al Beni como único enclave nacional), o a lo que antes fue la ADN, luego derivada en PODEMOS y hoy aglutinada en la agrupación ciudadana Primero el Beni, cuyo candidato es, Ernesto Suárez Satori.
En cuanto a lo que en realidad nos ocupa en esta nota; las rupturas…, una de ellas está referida al efecto generado por la candidatura de Jessica Jordan. Su postulación y las expectativas sociopolíticas generadas en torno a este hecho, conlleva implícitamente un impacto desestructurante en el círculo de familias que desde el sistema al que podríamos denominar “oligopolio político”, han manejado patrimonialmente el poder en el departamento.
Corresponde indicar que Jessica Jordan no es ajena a las élites económicas de la región, sin embargo no forma parte de ese entorno interfamiliar que tradicionalmente detenta el poder. Subrayamos este efecto político debido a que su candidatura, pese a ser postulada por un partido no tradicional entre un electorado tradicionalmente conservador, al parecer no es un simple intento por perturbar el brillo de victorias tradicionales, por el contrario, pareciera estar disputando adhesiones y legitimidad de representación incluso al interior del sector de poder económico que tradicionalmente fue la base de sustento del señalado círculo interfamiliar que retuvo para sí el control político.
Por tanto, la sola presencia de esta candidata en la terna electoral, constituye un principio de ruptura del orden político que no pasará desapercibido, puesto que en los hechos puede implicar el inicio de un proceso de insubordinación de otras familias de la élite regional, o incluso, puede desembocar en la desestructuración definitiva del referido oligopolio político imperante en la región, y ello sí que constituiría un quiebre de las estructuras de poder en el Beni. La experiencia pasada de elección de prefecto fue distinta debido a que el candidato del MAS de entonces fue un actor ajeno a esta trama de poder y los resultados electorales más o menos reflejó lo tradicional.
Una derivación del sistema de ejercicio de poder en el Beni, son los liderazgos prefabricados tan típicos en la región, donde la postulación de Jessica no constituye ruptura alguna, puesto que ella misma es el resultado de estrategias políticas ajenas a sus méritos personales, de modo que su candidatura no conlleva la construcción sistemática de un liderazgo político propio, sin desmerecer desde luego algunas dotes propias observadas en su campaña. En contraposición, desde el movimiento indígena en el Beni, sí existen liderazgos en emergencia cuya proyección es una construcción lenta y esforzada, porque responden a procesos relativamente lentos y porque los espacios de participación política aún están protegidos por barreras sociales, institucionales e ideológicas.
Una segunda ruptura estructural en las relaciones sociopolíticas de la región generadas a través de la candidatura de Jessica, lo constituye su condición de mujer. Si colocamos esta situación en el escenario de una sociedad profundamente patriarcal como es la del Beni en todos sus extractos sociales, la incorporación de una candidata mujer al más alto cargo político a nivel departamental, constituye un acontecimiento que probablemente esté generando un fuerte impacto en la estructura sociocultural de la sociedad regional y por tanto representará en ese sentido una ruptura fundamental. Obviamente que una sola experiencia de este tipo no necesariamente representa un indicador de cambio consumado, pero sí constituye un germen que dependiendo de los acontecimientos, decisiones y estrategias posteriores, puede dar continuidad a un proceso en este sentido.
Aun quedan pendientes muchas rupturas, sin embargo actualmente la región está inmersa en un proceso de ruptura relacionado con la histórica exclusión política de sectores sociales significativos como los indígenas y campesinos, pero este no es un quiebre de Jessica, al contrario, ella misma es beneficiaria de este proceso. Por tanto es justo esperar que, independientemente si gana o no la elección a la gobernación este 4 de abril, desde el rol que le toque jugar en lo posterior, ella contribuya en la ruptura de los mecanismos de exclusión sociopolítica históricamente desarrollados por la sociedad oficial a través del patrimonialismo político establecido en el Beni.
(*) Ismael Guzmán es sociólogo de CIPCA Beni
Estamos hablando de rupturas sociopolíticas en el departamento del Beni, podría decirse, un efecto JJ (Jessica Jordan). El irle bien o mal a la candidata a gobernadora por el MAS, Jessica Jordan, está supeditado al punto de vista de quien lo vea: para muchos el merecimiento de este calificativo tendrá lugar sólo si la referida candidata gana la elección este 4 de abril; pero otros otorgarán tal calificativo incluso si queda en segundo lugar, puesto que ello implicaría superar a uno de los dos partidos que tradicionalmente controlaron el poder político en la región, es decir, o al MNR (que probablemente tenga al Beni como único enclave nacional), o a lo que antes fue la ADN, luego derivada en PODEMOS y hoy aglutinada en la agrupación ciudadana Primero el Beni, cuyo candidato es, Ernesto Suárez Satori.
En cuanto a lo que en realidad nos ocupa en esta nota; las rupturas…, una de ellas está referida al efecto generado por la candidatura de Jessica Jordan. Su postulación y las expectativas sociopolíticas generadas en torno a este hecho, conlleva implícitamente un impacto desestructurante en el círculo de familias que desde el sistema al que podríamos denominar “oligopolio político”, han manejado patrimonialmente el poder en el departamento.
Corresponde indicar que Jessica Jordan no es ajena a las élites económicas de la región, sin embargo no forma parte de ese entorno interfamiliar que tradicionalmente detenta el poder. Subrayamos este efecto político debido a que su candidatura, pese a ser postulada por un partido no tradicional entre un electorado tradicionalmente conservador, al parecer no es un simple intento por perturbar el brillo de victorias tradicionales, por el contrario, pareciera estar disputando adhesiones y legitimidad de representación incluso al interior del sector de poder económico que tradicionalmente fue la base de sustento del señalado círculo interfamiliar que retuvo para sí el control político.
Por tanto, la sola presencia de esta candidata en la terna electoral, constituye un principio de ruptura del orden político que no pasará desapercibido, puesto que en los hechos puede implicar el inicio de un proceso de insubordinación de otras familias de la élite regional, o incluso, puede desembocar en la desestructuración definitiva del referido oligopolio político imperante en la región, y ello sí que constituiría un quiebre de las estructuras de poder en el Beni. La experiencia pasada de elección de prefecto fue distinta debido a que el candidato del MAS de entonces fue un actor ajeno a esta trama de poder y los resultados electorales más o menos reflejó lo tradicional.
Una derivación del sistema de ejercicio de poder en el Beni, son los liderazgos prefabricados tan típicos en la región, donde la postulación de Jessica no constituye ruptura alguna, puesto que ella misma es el resultado de estrategias políticas ajenas a sus méritos personales, de modo que su candidatura no conlleva la construcción sistemática de un liderazgo político propio, sin desmerecer desde luego algunas dotes propias observadas en su campaña. En contraposición, desde el movimiento indígena en el Beni, sí existen liderazgos en emergencia cuya proyección es una construcción lenta y esforzada, porque responden a procesos relativamente lentos y porque los espacios de participación política aún están protegidos por barreras sociales, institucionales e ideológicas.
Una segunda ruptura estructural en las relaciones sociopolíticas de la región generadas a través de la candidatura de Jessica, lo constituye su condición de mujer. Si colocamos esta situación en el escenario de una sociedad profundamente patriarcal como es la del Beni en todos sus extractos sociales, la incorporación de una candidata mujer al más alto cargo político a nivel departamental, constituye un acontecimiento que probablemente esté generando un fuerte impacto en la estructura sociocultural de la sociedad regional y por tanto representará en ese sentido una ruptura fundamental. Obviamente que una sola experiencia de este tipo no necesariamente representa un indicador de cambio consumado, pero sí constituye un germen que dependiendo de los acontecimientos, decisiones y estrategias posteriores, puede dar continuidad a un proceso en este sentido.
Aun quedan pendientes muchas rupturas, sin embargo actualmente la región está inmersa en un proceso de ruptura relacionado con la histórica exclusión política de sectores sociales significativos como los indígenas y campesinos, pero este no es un quiebre de Jessica, al contrario, ella misma es beneficiaria de este proceso. Por tanto es justo esperar que, independientemente si gana o no la elección a la gobernación este 4 de abril, desde el rol que le toque jugar en lo posterior, ella contribuya en la ruptura de los mecanismos de exclusión sociopolítica históricamente desarrollados por la sociedad oficial a través del patrimonialismo político establecido en el Beni.
(*) Ismael Guzmán es sociólogo de CIPCA Beni
No hay comentarios:
Publicar un comentario