Soledad Antelo He asistido a un conversatorio de intelectuales y clase media, en el que las frustraciones por el proceso salieron a flote. Una visión dramática y generalizada fue expresada en diversos tonos y acentos: que el proceso se ha desvirtuado, que ya no responde a las expectativas que pusimos todos al principio; que hay mucha soberbia y, para desgracia de la señora democracia, una concentración de poder harto peligrosa. También se ha afirmado, entre líneas pues nadie se atreve todavía a precisar nombres, que los cuadros del proceso han sido desplazados por no pocos oportunistas que han cercado al “querido Presidente”, para cambiar de manera siniestra el rumbo por la diestra, desnaturalizando y poniendo en peligro todo lo avanzado hasta ahora. Después de escuchar los muy variados argumentos que sustentan esta visión apocalíptica, pensaba que, en esta parte del continente, la batalla contra el imperio y por la vida estaba ya irremisiblemente perdida, pues, a decir de alguno de los que intervenían en la discusión, lo peor de lo peor es que no había alternativas. En ese mar de dudas, salió en mi auxilio una voz serena que preguntó cómo era posible que un dictador que acaparaba los poderes, que separaba a los leales, que se esforzaba por ir de la mano de enemigos antes que abrir la casa a los amigos, todavía tenía cuerda para mucho. Y aventuró una respuesta: que el pueblo difícilmente se equivoca, para lamento de intelectualistas que confunden deseos con realidad. Seguro que esta lectura ya ha sumado un desencanto más a los intelectualistas y clasemedieros de mi boliviana Santa Cruz. Olvido atroz, no haber dicho de inicio que el conversatorio de referencia se llevó a cabo en el Teatro Sucre, en esta hermosa ciudad de Cuenca en el sur de Ecuador; y que todas las referencias se refieren a un nuevo desafío de la Revolución Ciudadana liderada por el Presidente Correa. Pareciera que los intelectualistas y clasemedieros suelen coincidir en sus miedos cuando las papas queman. Felizmente, quién alumbraba con el candil tamaña noche cuencana fue la compañera Roxana Alvarado, una brillante asambleísta por la provincia de Azuay. Ella habló con coraje y pasión de mujer, de los logros de un proceso que ha modificado de manera sustancial la vida política de su país, avanzando en la integración y la inclusión; poniendo en manos de las madres bonos para la educación de sus hijos, incorporando en la nueva Constitución Política del Estado los derechos inalienables de un país que lucha denodadamente por dejar de ser sólo una república bananera. Nos habló de las dificultades y las acechanzas, de los más de ciento cincuenta años de saqueo continuo al que se le ha puesto coto a partir de la Revolución Ciudadana. El pueblo ecuatoriano irá este próximo domingo 7 de mayo a una consulta popular para definir por la vía del referendo, diversos temas que hacen a su futuro y la institucionalización de proceso de cambio. Rasgo común, las críticas intelectualistas dicen que el pueblo no está preparado, que no han leído bien las preguntas, que deberían ser nomás otras… y, por cierto, me recordaron las mismísimas argumentaciones cuando en Bolivia optamos por la consulta como la vía más democrática para saldar nuestras diferencias. La voz de Roxana tenía el mismo y sereno acento de nuestro entrañable Lorgio Vaca, con quien, en Santa Cruz, compartí un inolvidable café. Escuché, una vez más y con mayor asombro y admiración, el sentido común que me transmitió para vencer esos mismos miedos y argumentos que, en una presentación de un libro de un respetado y respetable compañero, dejaron gotear penosamente algunos intelectualistas y clasemedieros que confunden proceso con silbatina en el estadio y se asustan de movilizaciones que, con justo derecho, cuestionan decisiones del Gobierno presidido por Evo Morales. Aquí, en Ecuador, estos desilusionados han tenido, al menos, la entereza de organizarse en una disidencia orgánica, conocida como Ruptura de los Veinticinco. Apostaron a que la consulta popular sería un fracaso; hoy, no muy seguros de sus ilusiones, afirman que en unos años, el pueblo se arrepentirá. Tristísima pobreza, no comparable a la estupidez de nuestra derecha cavernaria que se las jugó, en su momento, por la aventura secesionista y la violencia; pero parecida a los miedos y frustraciones de los pusilánimes criollos. Y es que, como me decía Lorgio confirmando las maravillas de su obra pictórica, no acabamos de abrir nuestros sentidos plenos para aprehender el decurso de la vida y nos dejamos arrastrar por la sinrazón de la razón. “Hay que invertir la pregunta” –me dijo– “y en vez de pensar qué hace el proceso por nosotros, indagar qué hacemos nosotros por él”. P.S. Acabo de enterarme de la victoria de la candidatura del MAS a la Directiva de la Brigada Parlamentaria Cruceña…
No hay comentarios:
Publicar un comentario