Max Murillo Mendoza Suele decirse que los pueblos no tienen memoria. Yo diría que el pueblo mestizo de Bolivia no tiene memoria, o la tiene tan corta, como enfermedad colonial, que sus tiempos son demasiado occidentales, es decir cortos. Por lo que los gobiernos de turno siempre se corrompieron aprovechando esta mirada corta y esta memoria corta de los pueblos mestizos de Bolivia. A qué va todo este cuento de la memoria? Pues por el asunto Doria Medina, o el cementero que se inventó un nuevo partido, siendo el mirista, para burlarse de esa memoria corta mestiza de este paicito. Doria Medina se enriqueció en el gobierno de la UDP como todos los miristas, asaltando en competencia las arcas del estado y poniendo de manifiesto esa manera colonial, racista y pigmentocrática de entender lo que es el Estado en Bolivia. Ya manifesté hace tantos años de ese fenómeno: el fracaso de las clases a medias coloniales de la UDP, de izquierda, es decir de lo peor que tiene este país en la política. No es raro ni extraño que un integrante de la UDP (Unidad Democrática y Popular) y mirista de paso esté metido en un rollo de corrupción. En este caso de millones de dólares, como se está ventilando en Sucre. Nada raro, de lo poco que se sabe de todo lo que robaron los miristas y siguen haciéndolo hoy en día en las universidades estatales. Ya no les quedan las aduanas, las embajadas, los ministerios y otras reparticiones más. Estos nuevos y flamantes ricos de la política criolla colonial boliviana empezaron, ya lo dije, con el gobierno “popular” de la UDP. En ese gobierno demostraron lo que realmente son, y para seguir sus fechorías se aliaron al fascismo de Banzer sin contemplación alguna. Los soñadores murieron, como era de esperar, en la calle Harrinton. Los pragmáticos se mataron de risa de esas pequeñeces y siguieron su ruta colonial en la política criolla boliviana. Hoy muchos de ellos están incrustados con los gansteriles movimientos de Reyes Villa, Costas, o como analistas políticos en la prensa de los matutinos coloniales blancoides y mestizos. Su mediocridad llega sólo a sus barrios y calles de donde vienen. Algunos se hacen a los conversos a los movimientos de cambio; sin embargo, también lo sabemos, son posturas de camaleón típicas de ellos mismos: oportunistas y ladrones como son esencialmente. Pues después de robar tantos años las arcas del “estado”, ya tienen para hacerse a los hipies de analistas o conversos a los tiempos de cambio. Los miristas han sido desplazados del poder político como los peores que haya producido la historia criolla de este país. Su mediocridad no produjo pensadores ni diletantes siquiera a la altura de los movimientistas. Sus fechorías han traspasado fronteras. La nueva historia boliviana, aquella que tenemos que escribirla nosotros los quechuas, aymaras y tupiguaraníes, tenemos que tener en cuenta de esta clase de especímenes políticos, que se ensañaron con nuestros pueblos hasta dejarnos como estamos: marginados y fuera de todo lo que es el juego económico y social, en nuestras propias tierras, en nuestro propio espacio y tiempo. Por supuesto no tenemos que acudir a la revancha ni rebajarnos a la venganza, típicamente criollas y coloniales. Pero es un imperativo categórico no olvidarnos de esas enfermedades mentales y de comportamiento de los grupos coloniales de izquierda, que han sido en mi opinión peores que el mismo fascismo para los movimientos obreros, campesinos e indígenas. Esa herencia colonial mirista tiene que ser un insumo más de aprendizaje para nuestros pueblos, a pesar de los terribles errores del actual gobierno, en nuestros avances, en nuestros esfuerzos titánicos y cotidianos por rescatar nuestros propios espacios, perdidos sangrientamente hace tantos siglos. El criollaje no tiene memoria, el mestizaje tampoco. Nosotros sí y esa es la diferencia que marcará un contrapunto en el presente y futuro de lo que por fin el mundo mismo dice que hay que hacer: Cambiar. Para nosotros PACHA. Cochabamba, 7 de Abril de 2011.
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