Max Murillo Mendoza
El llamado neo-liberalismo duró aproximadamente 20 años, años en que no se cuestionó esa línea del capitalismo salvaje. Todos, moros y cristianos, izquierdistas y moderados aceptaron esas recetas aplicadas en todas las realidades del mundo. Incluso los más entusiastas fueron los izquierdistas porque les permitió hacer las pases con el sistema y ganarse dinero de ejecutores de los nuevos programas neoliberales. Fueron 20 años en donde los únicos que estaban en las calles eran, los de siempre, campesinos, indígenas, obreros y el nuevo proletariado informal que inundaba las calles de nuestras ciudades. La izquierda y los burócratas del modelo miraban desde el balcón. Los antropólogos intentaban descifrar los vientos multiculturales desde sus angostos y trasnochados instrumentos de análisis. Pero en definitiva el modelo sobrevivió sin mayores contratiempos, sólo con los más pobres en las calles y su sangre claro poniendo a la nueva moda del sistema en entredicho.
En Bolivia la marginalidad y la pobreza tienen también el sello de una sociedad colonial, donde unas pocas cúpulas, en gran parte colonias extranjeras, gozan de rentas a la altura de los países más industrializados del mundo; rodeados de una miseria y una marginalidad que se intenta desde siempre ocultar y sistemáticamente confundir con cifras de “desarrollados” o en “vías de desarrollo”, cuando en realidad es simplemente encubrir la terrible precariedad del 80% de la sociedad, sin posibilidad alguna ni siquiera de planificar a un año de distancia sus necesidades más básicas. Esta marginalidad tuvo la osadía de plantearse el cambiar de derrotero en este país, esa marginalidad empujó con su sangre y su esfuerzo para que Evo Morales se instale un día en el poder, y cambie entonces las reglas del juego de una historia clásica y aburrida de miseria y pobreza absoluta, para estudiosos y analistas de salón que abundan por los centros de burócratas del sistema.
Hoy el llamado Movimiento Al Socialismo empieza a aterrizar y despertar de su vuelo idílico junto a las organizaciones sociales. Ese despertar no es precisamente un despertar prometedor, sino un acomodo o reacomodo a las fuerzas inmensas de lo Real Politik. El discurso de Evo Morales del 6 de agosto marca un derrotero conocido y también clásico en nuestra historia: la traición o el entregarse rendido a las fuerzas y los espíritus poderosos del sistema. Colonialistas, fuerzas oscuras del poder político y económico, racistas, pigmentocráticos e izquierdistas que desde siempre viven como los principales lacayos del sistema, fuera de sus cafés de tertulia, estoy seguro bailaron de alegría después del discurso “integrador y conciliador” de Evo Morales. Las sociedades marginales y las nacionalidades junto a sus organizaciones tenemos que empezar a pensar en el Cambio, es decir el después de la socialdemocracia del MAS. Pues será, empieza, una moda más. Un modelo más. Quizás como parte del proceso, un mal necesario. Lo cierto es que no irá más allá de lo que las fuerzas oscuras se lo permitan. Y le pusieron al MAS los candados necesarios para que no avancen más, sino con unos cuantos negocios en carreteras, fábricas y maquillajes necesarios para “desarrollar” a Bolivia. Es decir para los negocios de unas cuantas empresas y unas cuantas personas, sin modificar en absolutamente nada las estructuras injustas y coloniales del llamado estado boliviano.
El neoliberalismo duró 20 años. El sueño con Evo Morales no duró ni siquiera 6 años. Empieza a derrumbarse y las dudas a estas alturas ya son más que evidentes. Las oligarquías se han acomodado al “Proceso de Cambio” y son más masistas que el mismo Evo. El llamado estado no está ni siquiera modificándose en su estructura, los arreglos son cosméticos y de maquillaje y de discurso. Los grupos de poder han comprendido que deben en algo cambiar en su mentalidad, cederán en algunos privilegios. Como en los procesos de Perú y México después de la revolución, los grupos de poder cambiarán avenidas y calles por nombres de indígenas y campesinos; bautizarán a sus nietos o hijos con nombres indígenas, y empezarán en sus discursos a involucrar a los indígenas; pero nada cambiará esencialmente. La lentitud del estado seguirá siendo un asunto patológico, es decir corrupto. Y los negocios seguirán su curso, ya que son 30.000 mil millones de dólares los comprometidos para estos cinco años.
Las organizaciones sociales seguirán siendo leales a la promesa del proceso, es demasiado pronto para salir a las calles; pero la experiencia les enseña no permanecer quietos, que será mejor empezar a pensar el proceso post-Evo Morales. Los espacios ganados y consolidados deben seguir siendo fortalecidos con la idea de una nación distinta, donde nuestros territorios estén por fin y definitivamente en nuestras manos, y donde por fin nuestros estados sean el fiel reflejo de nuestras nacionalidades.
Cochabamba, 12 de Agosto de 2010.
El llamado neo-liberalismo duró aproximadamente 20 años, años en que no se cuestionó esa línea del capitalismo salvaje. Todos, moros y cristianos, izquierdistas y moderados aceptaron esas recetas aplicadas en todas las realidades del mundo. Incluso los más entusiastas fueron los izquierdistas porque les permitió hacer las pases con el sistema y ganarse dinero de ejecutores de los nuevos programas neoliberales. Fueron 20 años en donde los únicos que estaban en las calles eran, los de siempre, campesinos, indígenas, obreros y el nuevo proletariado informal que inundaba las calles de nuestras ciudades. La izquierda y los burócratas del modelo miraban desde el balcón. Los antropólogos intentaban descifrar los vientos multiculturales desde sus angostos y trasnochados instrumentos de análisis. Pero en definitiva el modelo sobrevivió sin mayores contratiempos, sólo con los más pobres en las calles y su sangre claro poniendo a la nueva moda del sistema en entredicho.
En Bolivia la marginalidad y la pobreza tienen también el sello de una sociedad colonial, donde unas pocas cúpulas, en gran parte colonias extranjeras, gozan de rentas a la altura de los países más industrializados del mundo; rodeados de una miseria y una marginalidad que se intenta desde siempre ocultar y sistemáticamente confundir con cifras de “desarrollados” o en “vías de desarrollo”, cuando en realidad es simplemente encubrir la terrible precariedad del 80% de la sociedad, sin posibilidad alguna ni siquiera de planificar a un año de distancia sus necesidades más básicas. Esta marginalidad tuvo la osadía de plantearse el cambiar de derrotero en este país, esa marginalidad empujó con su sangre y su esfuerzo para que Evo Morales se instale un día en el poder, y cambie entonces las reglas del juego de una historia clásica y aburrida de miseria y pobreza absoluta, para estudiosos y analistas de salón que abundan por los centros de burócratas del sistema.
Hoy el llamado Movimiento Al Socialismo empieza a aterrizar y despertar de su vuelo idílico junto a las organizaciones sociales. Ese despertar no es precisamente un despertar prometedor, sino un acomodo o reacomodo a las fuerzas inmensas de lo Real Politik. El discurso de Evo Morales del 6 de agosto marca un derrotero conocido y también clásico en nuestra historia: la traición o el entregarse rendido a las fuerzas y los espíritus poderosos del sistema. Colonialistas, fuerzas oscuras del poder político y económico, racistas, pigmentocráticos e izquierdistas que desde siempre viven como los principales lacayos del sistema, fuera de sus cafés de tertulia, estoy seguro bailaron de alegría después del discurso “integrador y conciliador” de Evo Morales. Las sociedades marginales y las nacionalidades junto a sus organizaciones tenemos que empezar a pensar en el Cambio, es decir el después de la socialdemocracia del MAS. Pues será, empieza, una moda más. Un modelo más. Quizás como parte del proceso, un mal necesario. Lo cierto es que no irá más allá de lo que las fuerzas oscuras se lo permitan. Y le pusieron al MAS los candados necesarios para que no avancen más, sino con unos cuantos negocios en carreteras, fábricas y maquillajes necesarios para “desarrollar” a Bolivia. Es decir para los negocios de unas cuantas empresas y unas cuantas personas, sin modificar en absolutamente nada las estructuras injustas y coloniales del llamado estado boliviano.
El neoliberalismo duró 20 años. El sueño con Evo Morales no duró ni siquiera 6 años. Empieza a derrumbarse y las dudas a estas alturas ya son más que evidentes. Las oligarquías se han acomodado al “Proceso de Cambio” y son más masistas que el mismo Evo. El llamado estado no está ni siquiera modificándose en su estructura, los arreglos son cosméticos y de maquillaje y de discurso. Los grupos de poder han comprendido que deben en algo cambiar en su mentalidad, cederán en algunos privilegios. Como en los procesos de Perú y México después de la revolución, los grupos de poder cambiarán avenidas y calles por nombres de indígenas y campesinos; bautizarán a sus nietos o hijos con nombres indígenas, y empezarán en sus discursos a involucrar a los indígenas; pero nada cambiará esencialmente. La lentitud del estado seguirá siendo un asunto patológico, es decir corrupto. Y los negocios seguirán su curso, ya que son 30.000 mil millones de dólares los comprometidos para estos cinco años.
Las organizaciones sociales seguirán siendo leales a la promesa del proceso, es demasiado pronto para salir a las calles; pero la experiencia les enseña no permanecer quietos, que será mejor empezar a pensar el proceso post-Evo Morales. Los espacios ganados y consolidados deben seguir siendo fortalecidos con la idea de una nación distinta, donde nuestros territorios estén por fin y definitivamente en nuestras manos, y donde por fin nuestros estados sean el fiel reflejo de nuestras nacionalidades.
Cochabamba, 12 de Agosto de 2010.
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