Max Murillo Mendoza
Sobre este tema ya contesté al autor de manera personal; aunque con copia a mis amigos aymaras, historiadores y sociólogos. Pero vuelvo con el asunto, algo más ampliado y más diplomático, gracias a nuestro amigo André Crespin.
Quiero partir manifestando mi clara posición de que comparto con muchas de las nociones de desarrollo, sobre todo con aquellas que nos conducen a adquirir conocimientos, y con ellas a revalorizar lo que somos. Que tenemos tremendos problemas estructurales pues sí. Que lo cotidiano y la pesadez del ser: des -estructuración social, corrupción, pérdida de valores comunitarios, ausencia de modelos de desarrollo sostenibles y pues clases altas y oligarquías ignorantes, son la trama diaria con las que lidiamos en el llamado tercer mundo. Y esta pesadez muchas veces nos hace perder el rumbo y los sueños de nuestras utopías, porque debemos sobrevivir y esta mezcla compleja es voraz y agresiva, terriblemente agresiva.
Pero tengo también la claridad de que lo que somos es herencia de un proceso colonial, de dependencia y marginalidad, desprecio, racismo, destierro y postergación absoluta de los derechos más elementales humanos. Lo que se llamó Estado en Bolivia, era para las clases señoriales, es decir para unos cuantos. Para los demás “ciudadanos” de segunda o tercera, la ausencia de Estado era la constante en la rutina de nuestra historia. Indígenas y campesinos ni siquiera eran considerados humanos o personas. Es decir, en lo que se llama Bolivia el 80% de la población hemos heredado unas estructuras históricamente injustas, que no dependen sólo de “nuestras voluntades o ganas” de resolver semejantes escollos estructurales.
También, probablemente, esa marginación del tren del “desarrollo”, nos permitió mantenernos más puros, menos contaminados y con nuestras estructuras sociales (ayllus, comunidades, tentas guaraníes, etc) de pie, con sus mitos, religiones y costumbres sociales que han sobrevivido y resistido varios siglos. Hubieron ciertas mezclas complejas en las mentalidades, religiosidades y costumbres pues sí. La dinámica social siempre encuentra caminos para resolver sus contradicciones. En esa marginación claro que nuestras mentalidades han sobrevivido y, en estos “tiempos modernos” se han recreado. Basta ver las modernas ciudades de Bolivia, donde incluso los “más burgueses” negocios ch´allan y k´hoan todos los primeros viernes de cada mes. Edificios y elegantes comercios asumen hoy como normal dichos ritos andino – amazónicos, de adoración a nuestros dioses. Dichas costumbres asumieron también al cristianismo, como un dios más del panteón andino. A veces hay contradicciones y a veces no.
El tema del Pachamamismo es una estupidez y ocurrencia de los que se dedican a generar polémica, sobre todo en las prostituidas portadas de los medios de comunicación. Cuando se ataca y se critica a la religión e iglesia católica, todo el poder mediático y el poder ideológico de las sociedades católicas condenan e incluso se ensañan con quiénes han osado hacer semejante ejercicio herético. Pero cuando se trata de atacar e insultar a las religiosidades del mundo andino, pues no sucede nada. Son religiones de “segunda o tercera”?. A pesar de todas las consideraciones de los llamados derechos humanos, de los supuestos avances en los llamados diálogos culturales y norte sur, seguimos siendo “ciudadanos de segunda”? Que sólo servimos como materia prima de estudio exótico y especial? Por tanto, nuestras costumbres y mentalidades, tienen esa misma consideración exótica y especial? Nada más? Servimos como coartada de lavado conciencial de la cooperación internacional, nada más? Nuestras costumbres simplemente son folklóricas?
Mientras se siga mirando, viendo y olfateando con ojos absolutamente “modernos y desarrollistas”, lo que está sucediendo en Bolivia pues no se aportará en nada interesante, sino simplemente en la vulgarización o simplificación de las cosas. Y eso sigue delatando los complejos de superioridad coloniales, de periodistas venidos desde Buenos Aires, o estudiosos y analistas incrustados incluso en instituciones de desarrollo, que lo único que buscan son protagonismos de corte intelectualoide. Si realmente nos quieren entender deben, tienen que sacarse los ojos modernistas y enteramente mercantilistas, enteramente desarrollistas e incluso progresistas (cambio climático, ecología y desarrollos alternativos). Porque con todo ese reino de la confusión lo único que hacen es darle insumos, además de baratos, a las oligarquías y burguesías que lo único que ven en estos procesos sociales son “comunistas”, “indigenistas”, “indianismos peligrosos”, “chavismos incrustados” y, por supuesto, “anticristianos”.
Sabemos ya que los altos centros de estudios del norte de este mundo, cumplen su función y su papel en la superestructura de sus sociedades. En estos centros ni siquiera se dieron cuenta que las pulsaciones indígenas a inicios de este siglo y milenio, en Bolivia, les llevaría a tomar el poder nada menos y nada más, oh! Sorpresa, en uno de los países más colonialistas, pigmentocráticos y señoriales de América Latina. Y el susto fue enorme por supuesto, y estoy seguro que en dichos centros de investigación científica tuvieron que modificar todas sus estructuras de investigación, y todos sus esquemas anteriores pues se hicieron obsoletos y anacrónicos. Por aquí, los indígenas y campesinos en su coherencia de compartir pacíficamente este espacio con sus ex patrones, pues se decidió aceptar la democracia formal burguesa y no asistir a una guerra civil fratricida, que era una opción, siguieron derramando sangre inocente (golpe de estado oligarca señorial de 2.008).
Algún escritor marxista dijo que no hay polis griega sin esclavos, como no hay viajes espaciales sin tercer mundo. Al final son razones materiales los que impulsan a los hombres a ser cabrones y explotadores, o soñadores y buscadores de libertad. Nuestras culturas simplemente están, estamos, buscando emancipaciones y caminos posibles, para vivir con dignidad y humanidad. Eso implica también el de resucitar a nuestros dioses, a nuestras costumbres de vivir y morir de otra manera, no superior a la occidental, sino distinta, simplemente distinta. Pero sino recibimos respeto mínimo por lo nuestro, pues tendremos que defendernos. Tendremos que defender lo nuestro así nos cueste la vida misma. Simplemente queremos un tinku, un encuentro de iguales y una convivencia realmente intercultural y civilizada. Y eso requiere como reciprocidad respeto a lo nuestro. Nada más y nada menos.
Personalmente sueño, sin idealizar el mundo andino amazónico que en muchos aspectos hay que reconstruirlo, con ese espacio español antes de la reconquista y la conquista de América, donde judíos, musulmanes y cristianos hicieron posible el florecimiento de las ciencias, la literatura, la arquitectura, las artes y, sobre todo, el diálogo de culturas, la convivencia de distintos. Una época que probablemente nunca más hubo, porque la mentalidad de la conquista destruyó todo, y esa mentalidad sigue permanente en muchos niveles de las mentalidades presentes, matices más matices menos. La modernidad simplemente es barniz y pinta de lo profundo que es la faceta de la reconquista.
Cochabamba, 23 de mayo de 2010.
Sobre este tema ya contesté al autor de manera personal; aunque con copia a mis amigos aymaras, historiadores y sociólogos. Pero vuelvo con el asunto, algo más ampliado y más diplomático, gracias a nuestro amigo André Crespin.
Quiero partir manifestando mi clara posición de que comparto con muchas de las nociones de desarrollo, sobre todo con aquellas que nos conducen a adquirir conocimientos, y con ellas a revalorizar lo que somos. Que tenemos tremendos problemas estructurales pues sí. Que lo cotidiano y la pesadez del ser: des -estructuración social, corrupción, pérdida de valores comunitarios, ausencia de modelos de desarrollo sostenibles y pues clases altas y oligarquías ignorantes, son la trama diaria con las que lidiamos en el llamado tercer mundo. Y esta pesadez muchas veces nos hace perder el rumbo y los sueños de nuestras utopías, porque debemos sobrevivir y esta mezcla compleja es voraz y agresiva, terriblemente agresiva.
Pero tengo también la claridad de que lo que somos es herencia de un proceso colonial, de dependencia y marginalidad, desprecio, racismo, destierro y postergación absoluta de los derechos más elementales humanos. Lo que se llamó Estado en Bolivia, era para las clases señoriales, es decir para unos cuantos. Para los demás “ciudadanos” de segunda o tercera, la ausencia de Estado era la constante en la rutina de nuestra historia. Indígenas y campesinos ni siquiera eran considerados humanos o personas. Es decir, en lo que se llama Bolivia el 80% de la población hemos heredado unas estructuras históricamente injustas, que no dependen sólo de “nuestras voluntades o ganas” de resolver semejantes escollos estructurales.
También, probablemente, esa marginación del tren del “desarrollo”, nos permitió mantenernos más puros, menos contaminados y con nuestras estructuras sociales (ayllus, comunidades, tentas guaraníes, etc) de pie, con sus mitos, religiones y costumbres sociales que han sobrevivido y resistido varios siglos. Hubieron ciertas mezclas complejas en las mentalidades, religiosidades y costumbres pues sí. La dinámica social siempre encuentra caminos para resolver sus contradicciones. En esa marginación claro que nuestras mentalidades han sobrevivido y, en estos “tiempos modernos” se han recreado. Basta ver las modernas ciudades de Bolivia, donde incluso los “más burgueses” negocios ch´allan y k´hoan todos los primeros viernes de cada mes. Edificios y elegantes comercios asumen hoy como normal dichos ritos andino – amazónicos, de adoración a nuestros dioses. Dichas costumbres asumieron también al cristianismo, como un dios más del panteón andino. A veces hay contradicciones y a veces no.
El tema del Pachamamismo es una estupidez y ocurrencia de los que se dedican a generar polémica, sobre todo en las prostituidas portadas de los medios de comunicación. Cuando se ataca y se critica a la religión e iglesia católica, todo el poder mediático y el poder ideológico de las sociedades católicas condenan e incluso se ensañan con quiénes han osado hacer semejante ejercicio herético. Pero cuando se trata de atacar e insultar a las religiosidades del mundo andino, pues no sucede nada. Son religiones de “segunda o tercera”?. A pesar de todas las consideraciones de los llamados derechos humanos, de los supuestos avances en los llamados diálogos culturales y norte sur, seguimos siendo “ciudadanos de segunda”? Que sólo servimos como materia prima de estudio exótico y especial? Por tanto, nuestras costumbres y mentalidades, tienen esa misma consideración exótica y especial? Nada más? Servimos como coartada de lavado conciencial de la cooperación internacional, nada más? Nuestras costumbres simplemente son folklóricas?
Mientras se siga mirando, viendo y olfateando con ojos absolutamente “modernos y desarrollistas”, lo que está sucediendo en Bolivia pues no se aportará en nada interesante, sino simplemente en la vulgarización o simplificación de las cosas. Y eso sigue delatando los complejos de superioridad coloniales, de periodistas venidos desde Buenos Aires, o estudiosos y analistas incrustados incluso en instituciones de desarrollo, que lo único que buscan son protagonismos de corte intelectualoide. Si realmente nos quieren entender deben, tienen que sacarse los ojos modernistas y enteramente mercantilistas, enteramente desarrollistas e incluso progresistas (cambio climático, ecología y desarrollos alternativos). Porque con todo ese reino de la confusión lo único que hacen es darle insumos, además de baratos, a las oligarquías y burguesías que lo único que ven en estos procesos sociales son “comunistas”, “indigenistas”, “indianismos peligrosos”, “chavismos incrustados” y, por supuesto, “anticristianos”.
Sabemos ya que los altos centros de estudios del norte de este mundo, cumplen su función y su papel en la superestructura de sus sociedades. En estos centros ni siquiera se dieron cuenta que las pulsaciones indígenas a inicios de este siglo y milenio, en Bolivia, les llevaría a tomar el poder nada menos y nada más, oh! Sorpresa, en uno de los países más colonialistas, pigmentocráticos y señoriales de América Latina. Y el susto fue enorme por supuesto, y estoy seguro que en dichos centros de investigación científica tuvieron que modificar todas sus estructuras de investigación, y todos sus esquemas anteriores pues se hicieron obsoletos y anacrónicos. Por aquí, los indígenas y campesinos en su coherencia de compartir pacíficamente este espacio con sus ex patrones, pues se decidió aceptar la democracia formal burguesa y no asistir a una guerra civil fratricida, que era una opción, siguieron derramando sangre inocente (golpe de estado oligarca señorial de 2.008).
Algún escritor marxista dijo que no hay polis griega sin esclavos, como no hay viajes espaciales sin tercer mundo. Al final son razones materiales los que impulsan a los hombres a ser cabrones y explotadores, o soñadores y buscadores de libertad. Nuestras culturas simplemente están, estamos, buscando emancipaciones y caminos posibles, para vivir con dignidad y humanidad. Eso implica también el de resucitar a nuestros dioses, a nuestras costumbres de vivir y morir de otra manera, no superior a la occidental, sino distinta, simplemente distinta. Pero sino recibimos respeto mínimo por lo nuestro, pues tendremos que defendernos. Tendremos que defender lo nuestro así nos cueste la vida misma. Simplemente queremos un tinku, un encuentro de iguales y una convivencia realmente intercultural y civilizada. Y eso requiere como reciprocidad respeto a lo nuestro. Nada más y nada menos.
Personalmente sueño, sin idealizar el mundo andino amazónico que en muchos aspectos hay que reconstruirlo, con ese espacio español antes de la reconquista y la conquista de América, donde judíos, musulmanes y cristianos hicieron posible el florecimiento de las ciencias, la literatura, la arquitectura, las artes y, sobre todo, el diálogo de culturas, la convivencia de distintos. Una época que probablemente nunca más hubo, porque la mentalidad de la conquista destruyó todo, y esa mentalidad sigue permanente en muchos niveles de las mentalidades presentes, matices más matices menos. La modernidad simplemente es barniz y pinta de lo profundo que es la faceta de la reconquista.
Cochabamba, 23 de mayo de 2010.
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