Por: Miguel García Angelo
Desde que en Bolivia se dio la Revolución Nacional de 1952, liderizado por el Movimiento Nacionalista Revolucionario y sostenido históricamente por la Central Obrera Boliviana y el Movimiento Campesino Boliviano, fue uno de los primeros hitos de visión y práctica de desarrollo en el país.
El voto universal, la nacionalización de las minas y la reforma agraria, sin duda, fueron las acciones más concretas hacia un nuevo modelo de desarrollo. Según el investigador Stephan Rist, en “Desarrollo Sostenible, dialogo intercultural y proceso de aprendizaje social” (2003), a partir de la década de los 50, el modelo “Alianza para el Progreso” (1956-1965) buscaba la mecanización de las áreas rurales planas, la creación de estaciones experimentales y el potenciamiento de la infraestructura caminera; sin embargo, la participación social en esta etapa fue nula, pese a la presencia de la dirigencia obrera.
El segundo modelo instaurado fue conocido como “Desarrollo de las Comunidades” (1965-1976), que perseguía el acceso a créditos por parte de la población rural, la búsqueda y producción de semillas mejoradas en los centros de experimentación y la creación del primer Instituto Boliviano de Tecnología Agropecuaria IBTA. Este segundo modelo duró alrededor de 10 años y simplemente se consideró a los campesinos como sujetos económicos y no como actores que tomen decisiones.
A partir de 1976, más o menos, se trabajó el modelo “Desarrollo Rural Integrado” (1976-1985), en donde por primera vez se amplía al concepto tradicional de desarrollo enmarcados en lo agrícola y minero a los nuevos campos de la salud, educación y vivienda; este periodo también se caracterizó en reproducir el modelo de la Revolución Verde, en donde el principal objeto fue el uso y abuso de agroquímicos en la agricultura boliviana. Según Diego Cuadros, en su artículo “Marco global del desarrollo rural en Bolivia” (1999), manifiesta que en esta década se sigue dejando al campesino abandonado a una supuesta economía natural, que debía desarrollarse al impulso del mercado, cosa que no ocurrió y se mantiene la crónica ausencia estatal, del campo. A pesar de que este modelo toma en cuenta aspectos sociales, económicos y productivos, seguían siendo sectoriales.
Después, vino el modelo implantado por la presencia de Organismos No Gubernamentales (ONG), quienes privilegiaron la educación popular y profundizaron los conceptos de pobreza (su erradicación) y sociedad (su profundización democrática). Según la antropóloga e historiadora Miriam Vargas, en su artículo “Percepción y valoración en el proceso de cambio: cultura y desarrollo” (2001), describe que las ONGs ingresaron a Bolivia con el proyecto de asistencia llamado Plan de Emergencia, y posteriormente, con proyectos orientados al desarrollo productivo y de infraestructura social. Este modelo desarrolló la dimensión participativa de la sociedad en general en programas y políticas de desarrollo, no solamente desde el punto de vista práctico, sino fundamentalmente desde lo teórico y conceptual.
Finalmente, se llega al modelo “Buena Gobernanza” (década 90), que busca la mayor participación de los actores rurales en las políticas del Estado, de ahí se aprueban leyes como la de Participación Popular (1994), Reforma Educativa (1994), Descentralización Administrativa (1994), Medio Ambiente (1992) y otros; además de profundizar la interculturalidad, plurinacionalidad y otros.
Hoy en día (2000), Bolivia empieza la construcción de una nueva visión de desarrollo impulsada por los pueblos indígenas, originarios, campesinos e intelectuales del país; la búsqueda del dialogo y el equilibrio entre la vida material (la naturaleza), la vida espiritual (seres espirituales) y la vida social (el hombre). La dimensión participativa en esta nueva conceptualización trasciende lo humano.
Desde que en Bolivia se dio la Revolución Nacional de 1952, liderizado por el Movimiento Nacionalista Revolucionario y sostenido históricamente por la Central Obrera Boliviana y el Movimiento Campesino Boliviano, fue uno de los primeros hitos de visión y práctica de desarrollo en el país.
El voto universal, la nacionalización de las minas y la reforma agraria, sin duda, fueron las acciones más concretas hacia un nuevo modelo de desarrollo. Según el investigador Stephan Rist, en “Desarrollo Sostenible, dialogo intercultural y proceso de aprendizaje social” (2003), a partir de la década de los 50, el modelo “Alianza para el Progreso” (1956-1965) buscaba la mecanización de las áreas rurales planas, la creación de estaciones experimentales y el potenciamiento de la infraestructura caminera; sin embargo, la participación social en esta etapa fue nula, pese a la presencia de la dirigencia obrera.
El segundo modelo instaurado fue conocido como “Desarrollo de las Comunidades” (1965-1976), que perseguía el acceso a créditos por parte de la población rural, la búsqueda y producción de semillas mejoradas en los centros de experimentación y la creación del primer Instituto Boliviano de Tecnología Agropecuaria IBTA. Este segundo modelo duró alrededor de 10 años y simplemente se consideró a los campesinos como sujetos económicos y no como actores que tomen decisiones.
A partir de 1976, más o menos, se trabajó el modelo “Desarrollo Rural Integrado” (1976-1985), en donde por primera vez se amplía al concepto tradicional de desarrollo enmarcados en lo agrícola y minero a los nuevos campos de la salud, educación y vivienda; este periodo también se caracterizó en reproducir el modelo de la Revolución Verde, en donde el principal objeto fue el uso y abuso de agroquímicos en la agricultura boliviana. Según Diego Cuadros, en su artículo “Marco global del desarrollo rural en Bolivia” (1999), manifiesta que en esta década se sigue dejando al campesino abandonado a una supuesta economía natural, que debía desarrollarse al impulso del mercado, cosa que no ocurrió y se mantiene la crónica ausencia estatal, del campo. A pesar de que este modelo toma en cuenta aspectos sociales, económicos y productivos, seguían siendo sectoriales.
Después, vino el modelo implantado por la presencia de Organismos No Gubernamentales (ONG), quienes privilegiaron la educación popular y profundizaron los conceptos de pobreza (su erradicación) y sociedad (su profundización democrática). Según la antropóloga e historiadora Miriam Vargas, en su artículo “Percepción y valoración en el proceso de cambio: cultura y desarrollo” (2001), describe que las ONGs ingresaron a Bolivia con el proyecto de asistencia llamado Plan de Emergencia, y posteriormente, con proyectos orientados al desarrollo productivo y de infraestructura social. Este modelo desarrolló la dimensión participativa de la sociedad en general en programas y políticas de desarrollo, no solamente desde el punto de vista práctico, sino fundamentalmente desde lo teórico y conceptual.
Finalmente, se llega al modelo “Buena Gobernanza” (década 90), que busca la mayor participación de los actores rurales en las políticas del Estado, de ahí se aprueban leyes como la de Participación Popular (1994), Reforma Educativa (1994), Descentralización Administrativa (1994), Medio Ambiente (1992) y otros; además de profundizar la interculturalidad, plurinacionalidad y otros.
Hoy en día (2000), Bolivia empieza la construcción de una nueva visión de desarrollo impulsada por los pueblos indígenas, originarios, campesinos e intelectuales del país; la búsqueda del dialogo y el equilibrio entre la vida material (la naturaleza), la vida espiritual (seres espirituales) y la vida social (el hombre). La dimensión participativa en esta nueva conceptualización trasciende lo humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario