Texto:Jorge Quispe • Fotos: Ronald Melgarejo
Dos enigmáticas personas visitan cada año el trópico paceño. Hacen un largo viaje desde el Asia, suben hasta los 5.000 metros de altitud en La Cumbre y luego bajan a los Yungas paceños. Pocos saben que detrás de esa imagen de turistas se esconde una red de tráfico de mariposas, escarabajos, abejas y otras especies de invertebrados de Bolivia.
En los pueblos de Santiago de Yolosa, Coroico Viejo y Virginia, en el municipio de Coroico en La Paz, los “chinitos” —como los conocen a estos traficantes—compran todo tipo de insectos. Ellos mismos se dedican a la captura de algunas especies, que luego salen del país mediante el tráfico ilegal por correo o vía aérea.
“No tenemos datos precisos; pero calculamos que entre 200 a 250 mil insectos salen cada año del país”, formula el biólogo Fernando Guerra Serrudo, investigador de la Colección Boliviana de la Fauna del Instituto de Ecología de la Universidad Mayor de San Andrés. Sin revelar su profesión, Guerra se contactó el 2007 con dos traficantes que le confiaron que desde Bolivia y Perú se trafica cada año por lo menos medio millón de especímenes.
En la Dirección General de Biodiversidad y Áreas Protegidas, el consultor David Kopp es más cauto. “Al ser una actividad ilegal, no sabemos el número de insectos traficados. Pero, como dato, en una caja de plástico de unos 30 por 30 centímetros entran 100 mariposas y, cada año, entre los meses de febrero y mayo se envían a Estados Unidos y países de Europa y Asia de dos a tres cajas por semana”, expone.
El “negociado alado” rinde buenos réditos a la red delincuencial. “Ponle nomás: un dólar por cada uno de los 250 mil bichos, son 250 mil dólares al año”, denuncia Guerra. Ésta es la estimación más baja sobre las ganancias, porque existen especies endémicas o nativas que llegan a costar hasta 2.000 dólares por individuo. Basta visitar internet para comprobar el alto tarifario de mariposas y escarabajos bolivianos.
Paga su belleza con la vida
Ella es una de las yungueñas más preciadas en el mundo. Su coloración, con manchas amarillas y azules en sus alas, la convierte en la mariposa más exótica. La Agrias amydon boliviensis —su nombre científico— paga un precio caro por ser bella y nativa de Bolivia: es víctima de la caza indiscriminada de los traficantes.
“En los Yungas, dependiendo del estado en el que se encuentre, la Agrias puede llegar a costar 50, 150 ó 200 bolivianos. Afuera, vale hasta 2.000 dólares”, explica el biólogo paceño en relación con la mariposa que no pasa de los 10 centímetros. Los delincuentes tienen tres parámetros para ponerle precio: su rareza, su endemismo y su coloración.
Junto a la Agrias, hay otras dos especies cotizadas por los traficantes. Una es la Prepona pranaeste buckleyana —de unos 12 centímetros, con alas de manchas azules y bordes rojos— que vale entre 500 y 1.000 dólares. La otra es la tornasol o Morpho aurora, cuya coloración cambia en el vuelo. Un ejemplar de esta especie puede venderse en el mercado negro por entre 10 y 15 dólares.
En este tráfico, ni los “taparakus” —o mariposas nocturnas— se salvan. De estás especies, la Rotschildia sp, es una de la más desafortunadas por varias razones. Primera: no vive más de dos semanas. Segunda: nace con el aparato bucal atrofiado. Tercera, es perseguida injustamente por la fama de ser de mal augurio.
“Si ven a un taparaku posado en una vivienda, lo matan porque creen que es señal de que un familiar de la casa morirá”, suelta Guerra respecto de los bichos de color café, que son vendidos entre cinco y 15 dólares, cada uno.
Ya sea una Agrias, una Morpho o una Rotschildia, las mariposas no tienen más defensa que el vuelo. Esta característica hace que se conviertan en presas fáciles de traficantes que las atrapan con sencillas trampas.
Comen y quedan atrapadas
El modus operandi de los traficantes es sencillo. Llegan a un pueblo y convencen a algunos campesinos —regalos mediante— para que les ayuden a “cosechar” insectos. Luego, instalan las trampas (en una sola hectárea pueden repartir entre 50 y 100) usando como señuelo trozos de plátano, fruta fermentada mezclada con cerveza, heces de gato y pescado podrido (manjares de insectos).
Los alados, entonces, entran agazapados a una red de gasa; comen la carnada y quedan presos. “En su intento por huir empiezan a revolotear y destrozan sus alas”, menciona Guerra.
El botín está listo. “En un solo día se pueden coger hasta cinco y 10 especies distintas de mariposas endémicas”. Sean grandes o pequeñas, nativas o no, todas se comercializan. Después, la red de tráfico envía los ejemplares como encomienda al interior, por tierra; o por aire en sobres manila, con destino a Japón, Alemania, EEUU, Canadá y otros países.
Sin abejas, no hay orquídeas
No sólo las mariposas nacionales son víctimas de este mercado negro. Las abejas Eulaema sp, que se caracterizan por su coloración metálica, también son traficadas en precios que oscilan entre dos y 10 dólares, por ejemplar.
Nativas de los Yungas, estas abejas son las especialistas en polinizar las orquídeas. “Si el insecto desaparece, la flor morirá”, sostiene el biólogo Guerra. Por ello, es doblemente peligrosa la caza de este insecto, cuyos ejemplares pequeños miden hasta un centímetro; los grandes, dos.
Los delincuentes construyen redes y trampas de gasa, en las que colocan trozos de algodón remojados en químicos similares a las feromonas (substancia que secretan las abejas). Ese olor atrae a los machos que, a diferencia de las hembras, no pican. Los insectos son así fácilmente atrapados y depositados en cajas que saldrán por decenas de Yungas.
Escarabajos rumbo al Asia
Si eso pasa con las abejas, los escarabajos prácticamente se entregan a sus captores por la noche. Los “rompefocos”, como los llaman en los Yungas, son famosos por su cornamenta y su irrefrenable fascinación por la luz. En el Asia son altamente cotizados. Allí, los apostadores los utilizan en peleas y algunos los lucen como exóticas mascotas.
En Bolivia, las especies más conocidas de escarabajos son el Dynastes satanas (endémico y cien por cien boliviano) y el Dynastes hercules. Se encuentran generalmente en Coroico y Caranavi. Cualquiera de ellos puede llegar a costar en el mercado hasta 500 dólares, por individuo.
El 2007, Bolivia repatrió de Ecuador un cargamento de 450 ejemplares de estos invertebrados, cuyo destino final era el mercado asiático. Nunca se investigó ni se sancionó a los autores.
Un delito “novedoso”
En la Policía Forestal y Preservación del Medio Ambiente, repartición dependiente de la Policía Nacional, el tema del tráfico de insectos es nuevo. “No tenemos conocimiento de cuáles son los medios de transporte que están utilizando (los traficantes)”, revela el coronel Jorge Viscarra Vargas. Añade que la repartición que dirige está atada de manos porque no existe un Fiscal de Medio Ambiente en la Justicia.
Fruto de esta falencia, en diciembre del 2009, cuando por primera vez se detuvo a un sujeto que intentaba vender una paraba de frente roja —una especie endémica y protegida en Bolivia— poco se pudo hacer. “Primero no se consiguió fiscal y cuando se lo hizo, sólo se logró que aplique medidas sustitutivas al traficante”, señala el mayor Iván Rojas, en la misma repartición.
Hace tres años, la Dirección General de Biodiversidad y Áreas Protegidas dio con una banda de traficantes de insectos en Coroico; pero la soltó por falta de pruebas. “No hallamos ni un ejemplar con ellos, sólo tenían trampas”, expone el consultor David Kopp.
El tráfico de especies no cesa pese a la Ley de Medio Ambiente 1333, que sanciona la caza, el acopio, transporte y comercialización de animales, con la privación de libertad de uno a dos años.
“Hay peruanos que compran escarabajos. Creo que están acabando con estos bichos”, formula Vicky Ossio, dueña del refugio Senda Verde de Coroico.
Parte, si no toda la mercadería ilegal de insectos que sale de los Yungas llega a La Paz. En la calle Sagárnaga existen al menos cuatro tiendas donde se venden mariposas, escarabajos, abejas y hasta arañas en precios que oscilan entre 45 y 330 bolivianos.
“Si quiere se lo puedo hacer traer alguna especie exótica... más carito”, dijo la dueña de uno de aquellos locales. En las galerías, los cadáveres alados se exhiben junto a chuspas, chalinas y artesanías de cerámica.
Los insectos son los más desprotegidos de la fauna boliviana porque no se sabe cuántas especies existen y cuáles son endémicas. En el Ministerio de Medio Ambiente y Agua esperan publicar a fin de año el primer “Libro Rojo de Invertebrados”.
Para salvar el tesoro
“Si no hacemos algo ahora, nuestros insectos desaparecerán”, advierte Guerra. Para el biólogo, se debe apostar al manejo sustentable. “Los japoneses tienen criaderos de escarabajos y Bolivia puede hacer algo similar”. Recomienda encarar con las comunidades proyectos sostenibles.
“Costa Rica vive de la venta de mariposas y nosotros tenemos endémicas, como la Agrias , que valen 2.000 dólares —alerta el biólogo—. Hay que hacer algo antes de que el tesoro se vaya volando”.
Dos enigmáticas personas visitan cada año el trópico paceño. Hacen un largo viaje desde el Asia, suben hasta los 5.000 metros de altitud en La Cumbre y luego bajan a los Yungas paceños. Pocos saben que detrás de esa imagen de turistas se esconde una red de tráfico de mariposas, escarabajos, abejas y otras especies de invertebrados de Bolivia.
En los pueblos de Santiago de Yolosa, Coroico Viejo y Virginia, en el municipio de Coroico en La Paz, los “chinitos” —como los conocen a estos traficantes—compran todo tipo de insectos. Ellos mismos se dedican a la captura de algunas especies, que luego salen del país mediante el tráfico ilegal por correo o vía aérea.
“No tenemos datos precisos; pero calculamos que entre 200 a 250 mil insectos salen cada año del país”, formula el biólogo Fernando Guerra Serrudo, investigador de la Colección Boliviana de la Fauna del Instituto de Ecología de la Universidad Mayor de San Andrés. Sin revelar su profesión, Guerra se contactó el 2007 con dos traficantes que le confiaron que desde Bolivia y Perú se trafica cada año por lo menos medio millón de especímenes.
En la Dirección General de Biodiversidad y Áreas Protegidas, el consultor David Kopp es más cauto. “Al ser una actividad ilegal, no sabemos el número de insectos traficados. Pero, como dato, en una caja de plástico de unos 30 por 30 centímetros entran 100 mariposas y, cada año, entre los meses de febrero y mayo se envían a Estados Unidos y países de Europa y Asia de dos a tres cajas por semana”, expone.
El “negociado alado” rinde buenos réditos a la red delincuencial. “Ponle nomás: un dólar por cada uno de los 250 mil bichos, son 250 mil dólares al año”, denuncia Guerra. Ésta es la estimación más baja sobre las ganancias, porque existen especies endémicas o nativas que llegan a costar hasta 2.000 dólares por individuo. Basta visitar internet para comprobar el alto tarifario de mariposas y escarabajos bolivianos.
Paga su belleza con la vida
Ella es una de las yungueñas más preciadas en el mundo. Su coloración, con manchas amarillas y azules en sus alas, la convierte en la mariposa más exótica. La Agrias amydon boliviensis —su nombre científico— paga un precio caro por ser bella y nativa de Bolivia: es víctima de la caza indiscriminada de los traficantes.
“En los Yungas, dependiendo del estado en el que se encuentre, la Agrias puede llegar a costar 50, 150 ó 200 bolivianos. Afuera, vale hasta 2.000 dólares”, explica el biólogo paceño en relación con la mariposa que no pasa de los 10 centímetros. Los delincuentes tienen tres parámetros para ponerle precio: su rareza, su endemismo y su coloración.
Junto a la Agrias, hay otras dos especies cotizadas por los traficantes. Una es la Prepona pranaeste buckleyana —de unos 12 centímetros, con alas de manchas azules y bordes rojos— que vale entre 500 y 1.000 dólares. La otra es la tornasol o Morpho aurora, cuya coloración cambia en el vuelo. Un ejemplar de esta especie puede venderse en el mercado negro por entre 10 y 15 dólares.
En este tráfico, ni los “taparakus” —o mariposas nocturnas— se salvan. De estás especies, la Rotschildia sp, es una de la más desafortunadas por varias razones. Primera: no vive más de dos semanas. Segunda: nace con el aparato bucal atrofiado. Tercera, es perseguida injustamente por la fama de ser de mal augurio.
“Si ven a un taparaku posado en una vivienda, lo matan porque creen que es señal de que un familiar de la casa morirá”, suelta Guerra respecto de los bichos de color café, que son vendidos entre cinco y 15 dólares, cada uno.
Ya sea una Agrias, una Morpho o una Rotschildia, las mariposas no tienen más defensa que el vuelo. Esta característica hace que se conviertan en presas fáciles de traficantes que las atrapan con sencillas trampas.
Comen y quedan atrapadas
El modus operandi de los traficantes es sencillo. Llegan a un pueblo y convencen a algunos campesinos —regalos mediante— para que les ayuden a “cosechar” insectos. Luego, instalan las trampas (en una sola hectárea pueden repartir entre 50 y 100) usando como señuelo trozos de plátano, fruta fermentada mezclada con cerveza, heces de gato y pescado podrido (manjares de insectos).
Los alados, entonces, entran agazapados a una red de gasa; comen la carnada y quedan presos. “En su intento por huir empiezan a revolotear y destrozan sus alas”, menciona Guerra.
El botín está listo. “En un solo día se pueden coger hasta cinco y 10 especies distintas de mariposas endémicas”. Sean grandes o pequeñas, nativas o no, todas se comercializan. Después, la red de tráfico envía los ejemplares como encomienda al interior, por tierra; o por aire en sobres manila, con destino a Japón, Alemania, EEUU, Canadá y otros países.
Sin abejas, no hay orquídeas
No sólo las mariposas nacionales son víctimas de este mercado negro. Las abejas Eulaema sp, que se caracterizan por su coloración metálica, también son traficadas en precios que oscilan entre dos y 10 dólares, por ejemplar.
Nativas de los Yungas, estas abejas son las especialistas en polinizar las orquídeas. “Si el insecto desaparece, la flor morirá”, sostiene el biólogo Guerra. Por ello, es doblemente peligrosa la caza de este insecto, cuyos ejemplares pequeños miden hasta un centímetro; los grandes, dos.
Los delincuentes construyen redes y trampas de gasa, en las que colocan trozos de algodón remojados en químicos similares a las feromonas (substancia que secretan las abejas). Ese olor atrae a los machos que, a diferencia de las hembras, no pican. Los insectos son así fácilmente atrapados y depositados en cajas que saldrán por decenas de Yungas.
Escarabajos rumbo al Asia
Si eso pasa con las abejas, los escarabajos prácticamente se entregan a sus captores por la noche. Los “rompefocos”, como los llaman en los Yungas, son famosos por su cornamenta y su irrefrenable fascinación por la luz. En el Asia son altamente cotizados. Allí, los apostadores los utilizan en peleas y algunos los lucen como exóticas mascotas.
En Bolivia, las especies más conocidas de escarabajos son el Dynastes satanas (endémico y cien por cien boliviano) y el Dynastes hercules. Se encuentran generalmente en Coroico y Caranavi. Cualquiera de ellos puede llegar a costar en el mercado hasta 500 dólares, por individuo.
El 2007, Bolivia repatrió de Ecuador un cargamento de 450 ejemplares de estos invertebrados, cuyo destino final era el mercado asiático. Nunca se investigó ni se sancionó a los autores.
Un delito “novedoso”
En la Policía Forestal y Preservación del Medio Ambiente, repartición dependiente de la Policía Nacional, el tema del tráfico de insectos es nuevo. “No tenemos conocimiento de cuáles son los medios de transporte que están utilizando (los traficantes)”, revela el coronel Jorge Viscarra Vargas. Añade que la repartición que dirige está atada de manos porque no existe un Fiscal de Medio Ambiente en la Justicia.
Fruto de esta falencia, en diciembre del 2009, cuando por primera vez se detuvo a un sujeto que intentaba vender una paraba de frente roja —una especie endémica y protegida en Bolivia— poco se pudo hacer. “Primero no se consiguió fiscal y cuando se lo hizo, sólo se logró que aplique medidas sustitutivas al traficante”, señala el mayor Iván Rojas, en la misma repartición.
Hace tres años, la Dirección General de Biodiversidad y Áreas Protegidas dio con una banda de traficantes de insectos en Coroico; pero la soltó por falta de pruebas. “No hallamos ni un ejemplar con ellos, sólo tenían trampas”, expone el consultor David Kopp.
El tráfico de especies no cesa pese a la Ley de Medio Ambiente 1333, que sanciona la caza, el acopio, transporte y comercialización de animales, con la privación de libertad de uno a dos años.
“Hay peruanos que compran escarabajos. Creo que están acabando con estos bichos”, formula Vicky Ossio, dueña del refugio Senda Verde de Coroico.
Parte, si no toda la mercadería ilegal de insectos que sale de los Yungas llega a La Paz. En la calle Sagárnaga existen al menos cuatro tiendas donde se venden mariposas, escarabajos, abejas y hasta arañas en precios que oscilan entre 45 y 330 bolivianos.
“Si quiere se lo puedo hacer traer alguna especie exótica... más carito”, dijo la dueña de uno de aquellos locales. En las galerías, los cadáveres alados se exhiben junto a chuspas, chalinas y artesanías de cerámica.
Los insectos son los más desprotegidos de la fauna boliviana porque no se sabe cuántas especies existen y cuáles son endémicas. En el Ministerio de Medio Ambiente y Agua esperan publicar a fin de año el primer “Libro Rojo de Invertebrados”.
Para salvar el tesoro
“Si no hacemos algo ahora, nuestros insectos desaparecerán”, advierte Guerra. Para el biólogo, se debe apostar al manejo sustentable. “Los japoneses tienen criaderos de escarabajos y Bolivia puede hacer algo similar”. Recomienda encarar con las comunidades proyectos sostenibles.
“Costa Rica vive de la venta de mariposas y nosotros tenemos endémicas, como la Agrias , que valen 2.000 dólares —alerta el biólogo—. Hay que hacer algo antes de que el tesoro se vaya volando”.
11 comentarios:
Entiendo su preocupacion, pero digale al tal Guerra que no sabe de lo que esta hablando. Supongo que el titulo de biologo lo compraria.
Ese pobre imbecil que escribio como ANONIMO, debe ser algun pobre ignaro que no sabe como joder su tiempo, nuestros recursos naturales son inmensos y no los cuidamos porque existe gente como ese boludo del comentario. Mucha gente pendeja de otros paises vienen y roban todo lo que ven, pero no somos capaces de hacer nada y en evs de ayudar no damos palo entre nosotros.
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