Eliazar Conti (*)
Desde enero del 2006 hasta el presente se ha visto en la administración de Morales, varios cambios importantes que repercutieron no solo en América latina sino en el mundo.
Medidas que llegaron a los sectores pero que todavía no se han instalado muy bien a las necesidades de aquellos por los que el proceso de cambio tiene el compromiso de llegar.
Realizando un diagnostico interno del mismo proceso en la administración pública es de preocuparse, la radiografía interna del Estado es grave, muestra un cuadro totalmente carente de cambios, el cambio avanza pero sin cambios internamente.
Solo como muestra de estudio clínico, más del 60 por ciento de la administración pública está representada de hijitos de papá, Q’aritas de la zurda coyuntural o “jailones”, que asumen con pobreza la lectura el proceso de cambio, asumen sin convicciones las gestiones de gobierno, asumen con el pretexto de ser eficientes en su labor “así se manifiesta la hoja de vida” con tres o cuatro maestrías y doctorados, éstos son administradores públicos que asumen la función sin tener idea de los conceptos socialistas, simplemente satisfacen su coyuntura actual, funcionarios que se ponen la camiseta del CHE, o levantan la wiphala pero que en el fondo lo hacen por satisfacción individual más que las necesidades del pueblo, funcionarios que no saben cómo viven las víctimas del colonialismo neoliberal. En fin “funcionarios del vivir bien”, solo piensan para sí.
Autoridades de alto cargo público típicamente cuelgan en sus oficinas la imagen del Presidente Morales, seguido de las fotos del Che, Fidel, y Marcelo Quiroga Santa Cruz, queriendo impresionar y tapar su hipocresía ante sus subalternos y superiores.
Los imaginarios del proceso de cambio se nota que existen en la opinión de la gente, pero nadie se percato que existen imaginarios internos en el proceso de cambio.
Las necesidades del proceso de cambio quedaron estancadas en la administración pública. Hay espacios en poder Estatal que se enfrascan en las logias públicas las amistades familiares, los amiguismos sindicales e influencias en la dirigencia de las organizaciones sociales son escenas que se ven y se presienten, cuyo fin es ganar espacios de decisión y poder en este proceso de cambio. Son fenómenos políticos internos que los líderes sociales y políticos no admiten públicamente estos errores.
“Del vuélvase mañana al construyamos la revolución de la Patria.”
El país no requiere funcionarios. Con urgencia precisa revolucionarios y ¿qué es ser revolucionario?, seguramente uno se imagina empuñar un fusil, instaurar el autoritarismo, cuartar los derechos de libertad o secuestrar la democracia; como lo pregonan los opositores o pragmáticos del tío Sam.
El proceso, requiere revolucionarios que piensen, propongan, innoven y produzcan para el bienestar del Pueblo, que las oficinas se conviertan en fábrica de ideas, de energía permanente de cambio. Hay que descolonizar ese modus vivendi del servicio público conservador. Que no se piense en el reloj de entrada y de salida. Que no se fijen quien trabaja más y quien menos.
La revolución no funciona con egocentrismo, en desprestigiar las gestiones de los compañeros de trabajo o del jefe, ni crear impresiones buenas al jefe o declararse un trotskista del cambio. Tampoco servirse y satisfacerse de los placeres del poder además de las actitudes edónicas (farras y mujeres).
Hoy el cargo de ese típico funcionario pende de la voluntad del partido político o del amigo dirigente social. El revolucionario comprometido con el Estado debería estar sometido a la voluntad del pueblo, un funcionario público debería ser una condición de honor y dignidad para su pueblo. El objetivo de un funcionario público es trabajar y capacitarse para su pueblo.
Seguramente el gobierno ya tiene presente estas observaciones. Pero con pocos resultados.
Jailones, q´aritas o hijitos de papa del cambio. Revolucionen!!!
(*) Es Comunicador social, corresponsal independiente e investigador para América Latina en Bolivia.
Prensa1970gmail.com
Desde enero del 2006 hasta el presente se ha visto en la administración de Morales, varios cambios importantes que repercutieron no solo en América latina sino en el mundo.
Medidas que llegaron a los sectores pero que todavía no se han instalado muy bien a las necesidades de aquellos por los que el proceso de cambio tiene el compromiso de llegar.
Realizando un diagnostico interno del mismo proceso en la administración pública es de preocuparse, la radiografía interna del Estado es grave, muestra un cuadro totalmente carente de cambios, el cambio avanza pero sin cambios internamente.
Solo como muestra de estudio clínico, más del 60 por ciento de la administración pública está representada de hijitos de papá, Q’aritas de la zurda coyuntural o “jailones”, que asumen con pobreza la lectura el proceso de cambio, asumen sin convicciones las gestiones de gobierno, asumen con el pretexto de ser eficientes en su labor “así se manifiesta la hoja de vida” con tres o cuatro maestrías y doctorados, éstos son administradores públicos que asumen la función sin tener idea de los conceptos socialistas, simplemente satisfacen su coyuntura actual, funcionarios que se ponen la camiseta del CHE, o levantan la wiphala pero que en el fondo lo hacen por satisfacción individual más que las necesidades del pueblo, funcionarios que no saben cómo viven las víctimas del colonialismo neoliberal. En fin “funcionarios del vivir bien”, solo piensan para sí.
Autoridades de alto cargo público típicamente cuelgan en sus oficinas la imagen del Presidente Morales, seguido de las fotos del Che, Fidel, y Marcelo Quiroga Santa Cruz, queriendo impresionar y tapar su hipocresía ante sus subalternos y superiores.
Los imaginarios del proceso de cambio se nota que existen en la opinión de la gente, pero nadie se percato que existen imaginarios internos en el proceso de cambio.
Las necesidades del proceso de cambio quedaron estancadas en la administración pública. Hay espacios en poder Estatal que se enfrascan en las logias públicas las amistades familiares, los amiguismos sindicales e influencias en la dirigencia de las organizaciones sociales son escenas que se ven y se presienten, cuyo fin es ganar espacios de decisión y poder en este proceso de cambio. Son fenómenos políticos internos que los líderes sociales y políticos no admiten públicamente estos errores.
“Del vuélvase mañana al construyamos la revolución de la Patria.”
El país no requiere funcionarios. Con urgencia precisa revolucionarios y ¿qué es ser revolucionario?, seguramente uno se imagina empuñar un fusil, instaurar el autoritarismo, cuartar los derechos de libertad o secuestrar la democracia; como lo pregonan los opositores o pragmáticos del tío Sam.
El proceso, requiere revolucionarios que piensen, propongan, innoven y produzcan para el bienestar del Pueblo, que las oficinas se conviertan en fábrica de ideas, de energía permanente de cambio. Hay que descolonizar ese modus vivendi del servicio público conservador. Que no se piense en el reloj de entrada y de salida. Que no se fijen quien trabaja más y quien menos.
La revolución no funciona con egocentrismo, en desprestigiar las gestiones de los compañeros de trabajo o del jefe, ni crear impresiones buenas al jefe o declararse un trotskista del cambio. Tampoco servirse y satisfacerse de los placeres del poder además de las actitudes edónicas (farras y mujeres).
Hoy el cargo de ese típico funcionario pende de la voluntad del partido político o del amigo dirigente social. El revolucionario comprometido con el Estado debería estar sometido a la voluntad del pueblo, un funcionario público debería ser una condición de honor y dignidad para su pueblo. El objetivo de un funcionario público es trabajar y capacitarse para su pueblo.
Seguramente el gobierno ya tiene presente estas observaciones. Pero con pocos resultados.
Jailones, q´aritas o hijitos de papa del cambio. Revolucionen!!!
(*) Es Comunicador social, corresponsal independiente e investigador para América Latina en Bolivia.
Prensa1970gmail.com
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