Max Murillo Mendoza
Las contundentes derrotas electorales, es decir en el propio terreno colonial, están empujando, a las mentalidades coloniales: clases altas (extranjeras) y medias (parias sociales sin nación, patria e identidad), a cambiar de colores en sus comportamientos políticos y sociales. Sus medios de comunicación empiezan a aceptar que empieza otro proceso; pero su dolor es inmenso: los insultos y el complejo de “superioridad” les brota de la piel en sus comentarios cotidianos, en contra de lo indígena y campesino. Varios otros deciden aliarse al ganador, pues perder sus privilegios y negocios no es tan práctico: cambiar de camiseta no duele tanto, la vergüenza pasa. La idea es “optar por la democracia y el reino de las libertades”. La democracia de las oligarquías extranjerizantes ya pasó, ahora reina la democracia popular, por así decirlo, pero al fin es también democracia.
Las camaleónicas clases altas se transforman en bichos democráticos. Pero no su mentalidad, no su comportamiento y accionar cotidiano. Tienen que ceder sus privilegios venidos de designios colonialistas. Aunque no se han rendido todavía, los discursos y escritos de curas católicos, sobre todo jesuitas, entran en pánico viendo fantasmas por todos los lados: indigenismos, masismos, comunismos, etc. Otros hablan, también en pánico, de que “pronto regresará el voto calificado y consciente “, refiriéndose a que el pueblo se ha equivocado. Con todo, hay que subrayar que estos grupos empiezan a acomodarse a los acontecimientos. Su mentalidad no cambiará todavía en diez años más, pues debemos reconocer que esta mentalidad es muy fuerte, que tiene todos los medios a su disposición: medios de comunicación, escuelas, colegios, universidades, iglesia e incluso estado. Medios por donde se transmite el odio a Bolivia, el odio a campesinos e indígenas. Odio que llevan en la sangre y los pensamientos: sean izquierdistas, derechistas, comunistas o liberales, son lo mismo. Tienen la bendición del cristianismo.
El próximo gobierno tiene, debe ir al encuentro, al rescate de lo mejor que se pueda rescatar de estos grupos amantes y endiosantes de la cultura occidental. Hacerles entender de su fracaso estrepitoso en un país como Bolivia. No lograron industrializar, ni vertebrar los caminos y las comunicaciones, ni mínimamente contagiar los valores liberales de competencia y transparencia en la economía, además de estructurar sistemas educativos altamente competitivos. Bolivia sigue siendo el país que es desde hace 500 años: exportador de materias primas; pero con la tragedia de que los gobiernos republicanos empobrecieron sistemáticamente este espacio, expandiendo sus negocios ilícitos (hacienda, latifundio, minería) sobre la base esclavista de explotación, destruyendo comunidades y destruyendo la naturaleza misma de la sobrevivencia: medio ambiente. Por lo que se debe tender puentes de entendimiento y comunicación civilizatoria, para iniciar un diálogo con sus representantes que quieran quedarse en Bolivia y trabajar por ella.
Y claro está, será un proceso lento, ojala seguro, el recambio generacional. Si las intenciones son sinceras y claras de parte del próximo gobierno, los niños y jóvenes de este proceso serán los cimientos más importantes para las transformaciones mentales, actitudinales, de visiones, ideológicas, políticas y culturales, para las nuevas estructuras institucionales de las sociedades y nacionalidades de Bolivia. Son la esperanza más importante. Este espacio debe ser compartido, sin ciudadanos de tercera y primera, donde el estado por fin atienda al menos las necesidades básicas de la inmensa población, rural y citadina, que hoy están al margen de las mínimas satisfacciones humanas: alimentarias, educativas y de salud. Las complejidades de los desafíos nos requieren a todos, y el tiempo siempre es corto cuando se trata de transformaciones colosales, como las mentales y de costumbres.
Cochabamba, 14 de Enero de 2010.
17 de enero de 2010
La colonialidad se disfraza de demócrata
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