* Oscar Bazoberry Chali
El mundo se ve distinto desde Charagua. Recibí al año 2010 en esta localidad del Chaco Boliviano, que acaba de ganar por referéndum su reconocimiento como municipio indígena, aunque realmente es intercultural, debido a una presencia importante de población guaraní, criolla, mestiza, menonita, quechua y aymara. Gran parte de sus habitantes se dedica a actividades agropecuarias como principal fuente de ingresos.
Como en otras partes del mundo, aquí también los cambios climáticos están produciendo desconciertos. Las lluvias se retrasaron en la región, característicamente seca, y con retraso empezó también, ya en enero del 2010, la intensa actividad de preparación de tierras para la siembra de maíz, sésamo, fréjol, soya y sorgo, principales cultivos anuales. Si hubiera lluvias regulares en enero, febrero y marzo, la cosecha puede ser abundante.
Aquí en Charagua, como cada año en esta época, las conversaciones giran en torno a la variedad y calidad de las semillas, a la disponibilidad de mano de obra y maquinaria para la preparación de los suelos, a los pronósticos del tiempo, y se especula sobre los mercados y los precios de los productos. Y en la práctica se realizan transacciones de todo tipo y bajo diversas modalidades, desde la compra y venta directa de semillas y adquisición de créditos, hasta la firma de contratos anticipados por el producto. En todo ello participan comunidades, productores, jornaleros, empleados de empresas y entidades privadas, ONG y funcionarios de gobierno, sabiendo inconcientemente que el éxito de cada unidad productiva depende de que un conjunto de factores ocurra en un orden preciso y oportuno.
Mientras en éste y millones de otros pequeños municipios de Sudamérica los agricultores toman sus decisiones y echan a la suerte la semilla, cifrando sus esperanzas en las lluvias, cosecha e interés de los consumidores y de los mercados, parecería que existe una gran distancia entre estas realidades locales y los niveles de agregación como son los países, las regiones y el propio mundo.
De hecho, comenzamos el año 2010 con los ecos de la Reunión de Ministros sobre Agricultura y Vida Rural en las Américas (octubre 2009), Cumbre Mundial sobre la Seguridad Alimentaria (Roma, noviembre 2009), Conferencia sobre Cambio Climático de la (Copenhague, diciembre 2009), y otras de menos cobertura en el número de países representados. Participaron, presidentas y presidentes en unos casos, delegados de gobierno en otros; también representantes de organismos multilaterales, ONG, organizaciones campesinas e indígenas, gremios, algunos invitados especiales, académicos y activistas.
Como en otros eventos similares, la fase de diagnóstico no presenta grandes diferencias: el hambre sigue siendo una realidad cotidiana y una amenaza para millones de personas. En cambio, existen mayores diferencias al momento de identificar las causas, para mencionar algunas: una inadecuada distribución de recursos productivos, un sistema comercial mundial que invisibiliza la pobreza, un inadecuado desempeño de los organismos multilaterales y de las políticas públicas.
Quedan dudas razonables sobre los compromisos y las acciones futuras. ¿Qué de lo dicho y hecho podría hacernos suponer, desde los niveles nacionales y locales, que cambiará la orientación de las políticas alimentarias en el mundo al mismo tiempo que la situación de los agricultores más empobrecidos?, ¿cómo se modificará la preeminencia de la deforestación? ante la necesidad de conservación de recursos naturales y en muchos casos el habitad de no solo especias animales y vegetales, sino también de culturas. ¿Qué nos puede llevar a suponer que se homogeneizarán los estándares en el uso de productos químicos y tecnologías a nivel mundial?, ¿dejarán de existir los consumidores de primera y de segunda?, ¿los pobres dejarán de orientarse a los productos exóticos como vía de incorporación en el mercado?
En una proyección de metas para un proyecto entre los pueblos indígenas del Beni, uno de los nueve departamentos de Bolivia, una señora insistió en que ser rico "es disponer de alimento para todo el año, poder compartir y recibir visitas". En esa medida, ¿Qué puede hacernos pensar que la diplomacia mundial nos está caminando a construir una sociedad de ricos? ¿Dónde se encuentran los puntos neurálgicos para retomar la confianza y el entusiasmo con los resultados de los eventos regionales y mundiales?
Veamos algunas pistas que podrían hacer la diferencia: a) Enfrentar el hambre generando condiciones de desarrollo de los pueblos. Significa no solo discutir la provisión de alimentos, sino el origen de estos, los sistemas productivos, la población involucrada, su costo ambiental, social y cultural.
b) Introducir principios de equidad y solidaridad en la gestión global de la alimentación. Significa que al ubicar la alimentación como un problema mundial, global, su respuesta debe incorporar criterios de equidad y solidaridad y no de subordinación. La alimentación, la producción y comercialización, no puede ser utilizada como fuente de dominio político y de sostenimiento de relaciones asimétricas entre países.
c) Una adecuada distribución de tareas. El concepto de gobernanza que se ha incorporado en la descripción del contexto multilateral, para adquirir un grado de coherencia en su uso debe incluir principios democráticos en la toma de decisiones así como introducir mecanismos claros de evaluación y rendición de cuentas, tanto para los organismos dependientes de Naciones Unidas como para las estructuras de cada Estado y gobierno.
Interesa llamar la atención sobre el hecho de que entre el nivel local, la comunidad, el municipio, el país, y el nivel global, existe una amplia institucionalidad de organismos multilaterales que podrían jugar un rol protagónico al establecer acciones que reviertan la inseguridad alimentaria de la población a tiempo de responder a criterios de sostenibilidad y condiciones de desarrollo y dignidad de la población.
En el nivel intermedio, Sudamérica es un claro ejemplo de lo que ocurre en el mundo, a pesar de tener recursos productivos suficientes y diversos, de ser uno de los principales exportadores de alimentos e insumos alimenticios a nivel mundial, el hambre persiste. Por esta razón, un una región con abundantes recursos, la simple ampliación del sistema económico y productivo vigente no es suficiente para afrontar las consecuencias que el mismo ha venido generando.
Los gobiernos de Sudamérica pueden tomar iniciativas conjuntas, ordenadas y sistemáticas, de manera que se complementen con los otros bloques del mundo con una posición sólida que permita garantizar la protección de los recursos naturales en base a sistemas productivos preferentemente establecidos por el sector de la pequeña producción.
Un buen comienzo sería avanzar en las reformas institucionales, de las que tanto se ha hablado en los diversos eventos internacionales. Sudamérica, a través de sus gobiernos, tiene la posibilidad de ser un ejemplo en acercar las instancias políticas con las estructuras técnicas transnacionalizadas, principalmente la FAO y el IICA, de manera que se fomente una compatibilización de acciones en base a un adecuada comprensión de las decisiones y voluntades políticas de los Estados y de su población. La preeminencia de los Estados (democráticos) sobre los organismos multilaterales debe trascender los eventos formales y traducirse también en una constante en las relaciones cotidianas. Sólo así, la contribución y responsabilidad de unos y otros será posible de valorar y juzgar.
Al mismo tiempo es necesario posicionar una actitud crítica sobre la orientación y la acción de los activistas y los movimientos sociales, que hasta ahora ni con piedras ni con discursos parece hayan tenido la capacidad de modificación las políticas de los países con más influencia en el mundo. Sin dejar de lado la activa presencia en los eventos internacionales, sería necesario ser más efectivos en interpelar a cada uno de los gobiernos en asumir con responsabilidad y pertinencia su participación en el ordenamiento global.
En todo caso, mientras yo escribo y ustedes leen, el tiempo sigue su curso. Así, este inicio del año 2010, con lluvias en el sur y nieve en el norte de nuestro planeta, millones de agricultores persisten esperanzadamente en sus siembras, y autoridades de nuestros gobiernos, funcionarios y activistas alistan maletas para el siguiente evento. Habrá que construir un puente entre estas dos rutinas para evaluar oportunamente el impacto que pudieran tener los unos sobre los otros.
* Sociólogo con maestría en Investigación en Ciencias Sociales para el Desarrollo. Es Coordinador General del Instituto Para el Desarrollo Rural de Sudamérica (IPDRS). Coordinador de la Maestría de Desarrollo Rural Sostenible CIDES-UMSA y Director Ejecutivo (Ad honorem) de la Fundación Xavier Albó.
17 de enero de 2010
Época de siembra y Cumbres
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