Gerardo Honty
ALAI AMLATINA, 07/11/2009.- Un periodista amigo que por primera vez asiste a estas negociaciones me lo describía de esta manera al final de la reunión: “Es como si fueras a comprar una casa con tu esposa y discutieras sobre el color de las paredes, el estilo de canillas que habrá en los baños y si en las ventanas habrá persianas o postigos, pero esquivaras discutir cuánto disponen para gastar o hasta qué punto están dispuestos a endeudarse”. Creo que es una buena imagen acerca de los asuntos en los que se avanzó en esta reunión.
La cuestión de las cifras
En el plenario de cierre del pasado viernes, las diferencias en la evaluación del resultado de la reunión dejaron en claro que hay perspectivas divergentes acerca de lo que significa “avances”. Para algunos –los menos- el progreso había sido notorio. El más optimista fue el jefe de la delegación de Estados Unidos, Jonathan Pershing, que se autodefinió como “bicho raro” por su visión positiva de los resultados en contraste con las otras visiones que estaba escuchando. Para otros, particularmente los países en desarrollo, no se había avanzado en absoluto.
Uno de los principales temas que sigue sin resolverse es la cuantificación de los compromisos de reducción de emisiones que asumirán los países industrializados, en su conjunto y cada uno en particular (“las cifras” en la jerga de las negociaciones). Junto con ello, qué porcentaje de esos compromisos deberán cumplirse domésticamente y cuánto podrá ser cumplido a través de la adquisición de créditos de carbono por reducciones realizadas en otros países. Y además, cuánto de las reducciones domésticas podrá ser cumplido por la vía de las absorciones de los sumideros (bosques y forestación) en esos países. El otro gran tema que no tuvo avances fue la cuantificación de los recursos que los países industrializados deberán disponer para el financiamiento de la adaptación y desarrollo de los demás países. Al decir de mi amigo el periodista, cuánto están dispuestos a gastar para comprar la casa.
El marco legal
El romance con la nueva administración de Estados Unidos duró poco. En junio cuando la nueva delegación de Barack Obama llegó a Bonn hubo grandes aplausos y recibimientos, El hijo pródigo volvía al hogar. Pero cuatro meses después Estados Unidos volvió a ser el muchacho malo de la película como en la época de G. W. Bush. Muestra de ello son los varios premios “Fósil del Día” que se llevó esta semana, un galardón que las ONGs entregan cada día a la peor perfomance en las negociaciones desde el punto de vista de los intereses del clima. Particularmente causó mucho rechazo el anuncio de la delegación estadounidense cuando informó que el congreso retrasaría el tratamiento de la ley sobre cambio climático, una pieza clave para su política internacional en la materia.
En la última reunión de Bangkok (28 de setiembre al 9 de octubre) Estados Unidos había introducido un nuevo enfoque para el debate: No debía haber un protocolo con compromisos solo para los países industrializados y otro acuerdo aparte para los países en desarrollo sino que todos los países debían tener compromisos en un mismo nivel bajo un mismo tratado.
En esta reunión de Barcelona la novedad la aportó la ministra danesa Connie Hedegaard cuando anunció que el objetivo era llegar en Copenhague a un acuerdo “políticamente vinculante” sustituyendo el compromiso adquirido por las Partes de alcanzar un acuerdo “jurídicamente vinculante” es decir, que obligue a su cumplimiento bajo un tratado internacional. “¿Qué quiere decir políticamente vinculante?” se preguntaban los delegados por lo bajo. La intención de la ministra podía ser bajarle las exigencias al acuerdo, pero también podría leerse como un intento de bajar las expectativas sobre a la COP 15, algo que ya había hecho antes Ivo de Boer, Secretario de la Convención.
En cualquier caso, estas expresiones demuestran cuán lejos están los negociadores de alcanzar un acuerdo en torno a la arquitectura jurídica y los alcances legales que tendrán los resultados esperados de la COP 15.
Patear el tablero
Pero quizá la novedad más impactante de este período de sesiones fue la actitud de África cuando al inicio de la reunión planteó que no continuaría las discusiones en los demás temas hasta que no se terminara la discusión sobre “las cifras”, es decir, los compromisos de reducción de emisiones de los países industrializados. Al día siguiente, luego de varias horas de conversaciones, se logró un acuerdo: se dedicaría el 60% del tiempo a “cifras” y el 40% al resto de los temas. Si bien en la práctica la movida del Grupo Africano no logró lo que buscaba, sí sentó un antecedente que debe poner en alerta a los negociadores. La posibilidad de “patear el tablero” es algo que siempre está latente para muchos delegados aunque no se expresa con frecuencia. La prioridad para todas las delegaciones sigue siendo mantener abierto el espacio de las negociaciones, pues es el único camino posible para alcanzar una solución. Pero la actitud africana está señalando que todo tiene un límite y que puede haber llegado el momento de jugar la última carta. En última instancia de lo que se trata no es de “salvar las negociaciones” sino “salvar el planeta”, como recordó un activista presente en Barcelona. ¿Hasta donde vale la pena mantener este proceso de negociación si no hay resultados a la vista? Para los países desarrollados el problema son los costos económicos del futuro acuerdo, pero para los países en desarrollo los problemas son más acuciantes. El delegado de Leshoto hablando en nombre de los países menos desarrollados lo dijo claramente en el plenario de cierre: “algunos de nosotros nunca llegaremos a ser economías emergentes, seremos sumergentes” haciendo alusión a las amenazas que se ciernen sobre ellos por la elevación del nivel del mar.
A 30 días
Es muy difícil que en el poco tiempo que queda se puedan alcanzar acuerdos en todos estos temas. Pareciera haber dos escenarios posibles: Uno –poco probable- es que, siguiendo el camino mostrado por África, alguno de los grupos de los países en desarrollo se levanten de la mesa de negociaciones y aborten todo el proceso. Otro -más probable- es que se avance un poco en Copenhague pero se postergue un acuerdo final para una segunda fase de la COP 15 a realizarse en junio de 2010 o incluso para la COP 16 de México en diciembre de ese año. Como dijo la delegada china en el cierre de la sesión: no tenemos esperanzas, pero siempre se puede esperar un acto de magia que haga que el acuerdo finalmente llegue. Esta discusión comenzó hace dos años, apenas quedan dos semanas de reuniones para alcanzar un acuerdo y aún seguimos discutiendo de canillas, colores y postigos.
- Gerardo Honty es analista en energía y cambio climático de CLAES (Centro Latinoamericano de Ecología Social). Observador en la reunión de la Convención de Cambio Climático en Barcelona.
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