Max Murillo Mendoza
El sueño de Banzer, dictador ligado a las colonias alemanas, de traer rodesianos blancos a Bolivia, es una constante en la mentalidad de las colonias extranjeras de nuestro país, desde el siglo XIX y cumpliendo sus propósitos en el XX. Estos extraños siempre consideraron a nuestras culturas como “atrasadas”, “escollo” para el “desarrollo” y el “progreso”, “obstáculo” para la “civilización moderna”. Sus compinches en varios países de América hicieron limpieza étnica: Argentina, Chile, Uruguay. Sus ejércitos “libertadores” a inicios del siglo XIX se dedicaron después a eliminar a los indígenas, pues eran un obstáculo para sus “sueños blancos”. En Bolivia no lograron realizar ese sueño porque los indígenas fueron su base de desarrollo y explotación, es decir la base de su “riqueza moderna”. No podían eliminar a la gallina de los huevos de oro. No les quedó otra que compartir este espacio con lo que ellos consideraban atrasado. De todos modos intentaron muchas limpiezas étnicas, la más notoria en el gobierno de Melgarejo, a mediados del siglo XIX, después a principios del siglo XX cuando la traición a Zárate Willca, se desató las destrucciones más sangrientas y asesinatos en masa de cientos de comunidades indígenas, quizás miles. Temas que la historia tradicional jamás menciona en sus textos oficiales.
Esta enfermedad mental colonial está, tenemos que aceptar, demasiado arraigada, profundamente enraizada en las ciudades bolivianas. Donde el desprecio por lo nuestro está a flor de piel, que se respira desde la escuela, desde la familia y es hasta un “honor” pensar de esa manera. Gran parte de los citadinos consideran que “descienden de linajes europeos” o por lo menos argentinos o chilenos; pero nunca de quechuas o aymaras o guaraníes. Todos ocultan la pollera o el aguayo indígena. Todos se averguenzan de lo nuestro, todos aparentan nacimientos señoriales. Y esta falta de autoestima e identidad típicamente de clase media, es el caballo de Troya de las colonias extranjeras, que aprovechan por sus medios de comunicación para seguir inflando ese ego extranjerizante y absolutamente contrario a nuestros intereses. Lo indígena sigue siendo peligroso: comunista, socialista, fundamentalista, anticristiano, masista y otros demonios más que les desahogue su enfermiza manera de ver este espacio que se llama hoy Bolivia.
Pero está claro que estas colonias extranjeras no entienden, o no quieren entender, que este espacio no es suyo, es nuestro. Y no entienden que los tiempos están cambiando a pesar suyo. Ya no es su hacienda. Ya no es su fábrica. Ya no es su barraca. Los indígenas han decidido retomar su espacio del cuál habían sido arrebatados a sangre y fuego hace siglos. Hoy estamos en pie de guerra, se intentará convencerles a los inquilinos desde la democracia para que entiendan lo que tienen que entender; pero si no tendrán que entender que la convivencia civilizada requiere de consensos, y en esos consensos los dueños de casa son los que mandan. En última instancia tendrán que abandonar este espacio. En esto la historia nos da muchos ejemplos.
Estas mentalidades están mejor expresadas y representadas políticamente en el oriente boliviano. Prefecturas, alcaldías y comités cívicos han sido copados estratégicamente por las colonias extranjeras (sobre todo croatas, árabes y alemanas). Desde esos espacios intentaron incluso defender sus intereses por la violencia, al extremo de contratar mercenarios racistas peligrosos para iniciar guerras “balcánicas” en nuestro país. Estos días intentan desbaratar un plan de asentamientos humanos en el norte del país, con argumentos por demás estúpidos y tontos; sin embargo las aguas del devenir históricos ya están echadas: el volver atrás significaría seguir acompañándoles en sus “sueños blancoides” y sin autoestima o identidad, seguir el juego de ser lacayos del patrón, seguir creyéndonos ese cuento de que somos atrasados o no aptos para el desarrollo y el progreso. Cuando sabemos que “su desarrollo y progreso” sólo nos han traído destrucción ambiental, pobreza, miseria, dependencia y corrupción. Ni siquiera se dan cuenta que los resultados de sus sueños son un fracaso total: cambio climático, debacle económica mundial e incertidumbre global. No tienen salida y repiten como loros que nosotros somos los culpables. En fin.
Cochabamba, 29 de julio de 2009.
El sueño de Banzer, dictador ligado a las colonias alemanas, de traer rodesianos blancos a Bolivia, es una constante en la mentalidad de las colonias extranjeras de nuestro país, desde el siglo XIX y cumpliendo sus propósitos en el XX. Estos extraños siempre consideraron a nuestras culturas como “atrasadas”, “escollo” para el “desarrollo” y el “progreso”, “obstáculo” para la “civilización moderna”. Sus compinches en varios países de América hicieron limpieza étnica: Argentina, Chile, Uruguay. Sus ejércitos “libertadores” a inicios del siglo XIX se dedicaron después a eliminar a los indígenas, pues eran un obstáculo para sus “sueños blancos”. En Bolivia no lograron realizar ese sueño porque los indígenas fueron su base de desarrollo y explotación, es decir la base de su “riqueza moderna”. No podían eliminar a la gallina de los huevos de oro. No les quedó otra que compartir este espacio con lo que ellos consideraban atrasado. De todos modos intentaron muchas limpiezas étnicas, la más notoria en el gobierno de Melgarejo, a mediados del siglo XIX, después a principios del siglo XX cuando la traición a Zárate Willca, se desató las destrucciones más sangrientas y asesinatos en masa de cientos de comunidades indígenas, quizás miles. Temas que la historia tradicional jamás menciona en sus textos oficiales.
Esta enfermedad mental colonial está, tenemos que aceptar, demasiado arraigada, profundamente enraizada en las ciudades bolivianas. Donde el desprecio por lo nuestro está a flor de piel, que se respira desde la escuela, desde la familia y es hasta un “honor” pensar de esa manera. Gran parte de los citadinos consideran que “descienden de linajes europeos” o por lo menos argentinos o chilenos; pero nunca de quechuas o aymaras o guaraníes. Todos ocultan la pollera o el aguayo indígena. Todos se averguenzan de lo nuestro, todos aparentan nacimientos señoriales. Y esta falta de autoestima e identidad típicamente de clase media, es el caballo de Troya de las colonias extranjeras, que aprovechan por sus medios de comunicación para seguir inflando ese ego extranjerizante y absolutamente contrario a nuestros intereses. Lo indígena sigue siendo peligroso: comunista, socialista, fundamentalista, anticristiano, masista y otros demonios más que les desahogue su enfermiza manera de ver este espacio que se llama hoy Bolivia.
Pero está claro que estas colonias extranjeras no entienden, o no quieren entender, que este espacio no es suyo, es nuestro. Y no entienden que los tiempos están cambiando a pesar suyo. Ya no es su hacienda. Ya no es su fábrica. Ya no es su barraca. Los indígenas han decidido retomar su espacio del cuál habían sido arrebatados a sangre y fuego hace siglos. Hoy estamos en pie de guerra, se intentará convencerles a los inquilinos desde la democracia para que entiendan lo que tienen que entender; pero si no tendrán que entender que la convivencia civilizada requiere de consensos, y en esos consensos los dueños de casa son los que mandan. En última instancia tendrán que abandonar este espacio. En esto la historia nos da muchos ejemplos.
Estas mentalidades están mejor expresadas y representadas políticamente en el oriente boliviano. Prefecturas, alcaldías y comités cívicos han sido copados estratégicamente por las colonias extranjeras (sobre todo croatas, árabes y alemanas). Desde esos espacios intentaron incluso defender sus intereses por la violencia, al extremo de contratar mercenarios racistas peligrosos para iniciar guerras “balcánicas” en nuestro país. Estos días intentan desbaratar un plan de asentamientos humanos en el norte del país, con argumentos por demás estúpidos y tontos; sin embargo las aguas del devenir históricos ya están echadas: el volver atrás significaría seguir acompañándoles en sus “sueños blancoides” y sin autoestima o identidad, seguir el juego de ser lacayos del patrón, seguir creyéndonos ese cuento de que somos atrasados o no aptos para el desarrollo y el progreso. Cuando sabemos que “su desarrollo y progreso” sólo nos han traído destrucción ambiental, pobreza, miseria, dependencia y corrupción. Ni siquiera se dan cuenta que los resultados de sus sueños son un fracaso total: cambio climático, debacle económica mundial e incertidumbre global. No tienen salida y repiten como loros que nosotros somos los culpables. En fin.
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5 comentarios:
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