Max Murillo Mendoza
Víctor Hugo Cárdenas, obra de los misioneros de la compañía de Jesús en sus proyectos de desarrollo rural, y luego por supuesto saltó a ser teórico de las nacionalidades allá en los años 80 del anterior siglo, poniéndose a la moda de los vientos intelectuales de la antropología europea, promovidos por el talentoso filósofo Javier Medina en Bolivia. Este aymara migrante era, por lo menos en esos momentos, una suerte de esperanza en el atropello del neoliberalismo y la destrucción de la izquierda a mediados de los años 80. Él mismo planteaba una radical transformación de las estructuras sociales en Bolivia. Habiendo llegado al parlamento por ese esfuerzo novedoso y nuevo a nivel de lo político.
Pero la vorágine de lo político se fue imponiendo en aquel personaje más bien misionero de las buenas causas, las mañas criollas de las cloacas politiqueras se notaban cuando más se enmarañaba con lo tradicional. Entonces, oh sorpresa, apareció pactando con el mismísimo dueño del neoliberalismo: Sánchez de Lozada. Y eso ya eran palabras mayores: negocios, proyectos, puertas abiertas al infinito mundo del poder económico, es decir político. Esa inmensa trampa y telaraña y tentación mortal que es la política boliviana se había adueñado de otro ser, como muchísimos, que prometía otra cosa, otra esencia. Lo que vino después es cuento conocido: los pasillos del poder para aprovechar y codearse con los gurús de los altos cargos, y los contactos señoriales incluso para dejar después la política.
Habiendo cumplido con sus sueños de aprovechar la oportunidad, empezó a dedicarse a sus contactos heredados, siendo un indio civilizado “mostrando sus amplios conocimientos y buena educación”, y representando además en eventos internacionales a los indígenas de nuestro continente. Ya no necesitaba estar en marchas y huelgas de hambre, había subido su cotización y representatividad social. Pero el país y sus nacionalidades seguían en las calles pidiendo reconocimiento colectivo, reconocimiento a sus mínimos derechos sociales y políticos. La suma de todos esos enormes esfuerzos se dio finalmente. Entonces, era de esperar, se empezó a pedir cuentas de lo sucedido. Le llegó la factura al señor Víctor Hugo Cárdenas, y él responde como tienen que responder los señoritos de su clase: con soberbia, mintiendo, insultando a su propia nación y amenazando postulándose a la presidencia de la república. No justifico lo que hicieron con su casa en su comunidad.
Su profundo resentimiento le hace demasiado amargo en su retorno a la política. Sigue siendo el “catedrático” que enseña “como se debe gobernar” y “modernizar” este indio país. Su forzado tono encholado, que es para el consumo citadino, no le permite desarrollar algo nuevo o novedoso. Actúa, se disfraza, y su guión es realmente patético atacando a los “salvajes” de la política actual. Dice lo mismo que Tuto Quiroga; pero con adornitos, con serpentinas multicolores dirigiéndose a sus antiguos enemigos (clases medias y altas) para que le entiendan y le vuelvan a comprender. No le interesa para nada referirse a sus connacionales, hace tiempo que los ha descartado en sus objetivos. Este indio civilizado, o en tránsito a la civilización se presta además como figura decorativa a los intereses del separatismo y la ultraderecha. Él sabe; pero su bronca y su resentimiento van más allá de lo que él mismo vale: nada. No sería raro que Víctor Hugo Cárdenas le pida consejos a su maestro Sánchez de Lozada en esta etapa, y que invite a Marinkovich como su vice-presidente.
Cochabamba, 18 de Agosto de 2009.
Víctor Hugo Cárdenas, obra de los misioneros de la compañía de Jesús en sus proyectos de desarrollo rural, y luego por supuesto saltó a ser teórico de las nacionalidades allá en los años 80 del anterior siglo, poniéndose a la moda de los vientos intelectuales de la antropología europea, promovidos por el talentoso filósofo Javier Medina en Bolivia. Este aymara migrante era, por lo menos en esos momentos, una suerte de esperanza en el atropello del neoliberalismo y la destrucción de la izquierda a mediados de los años 80. Él mismo planteaba una radical transformación de las estructuras sociales en Bolivia. Habiendo llegado al parlamento por ese esfuerzo novedoso y nuevo a nivel de lo político.
Pero la vorágine de lo político se fue imponiendo en aquel personaje más bien misionero de las buenas causas, las mañas criollas de las cloacas politiqueras se notaban cuando más se enmarañaba con lo tradicional. Entonces, oh sorpresa, apareció pactando con el mismísimo dueño del neoliberalismo: Sánchez de Lozada. Y eso ya eran palabras mayores: negocios, proyectos, puertas abiertas al infinito mundo del poder económico, es decir político. Esa inmensa trampa y telaraña y tentación mortal que es la política boliviana se había adueñado de otro ser, como muchísimos, que prometía otra cosa, otra esencia. Lo que vino después es cuento conocido: los pasillos del poder para aprovechar y codearse con los gurús de los altos cargos, y los contactos señoriales incluso para dejar después la política.
Habiendo cumplido con sus sueños de aprovechar la oportunidad, empezó a dedicarse a sus contactos heredados, siendo un indio civilizado “mostrando sus amplios conocimientos y buena educación”, y representando además en eventos internacionales a los indígenas de nuestro continente. Ya no necesitaba estar en marchas y huelgas de hambre, había subido su cotización y representatividad social. Pero el país y sus nacionalidades seguían en las calles pidiendo reconocimiento colectivo, reconocimiento a sus mínimos derechos sociales y políticos. La suma de todos esos enormes esfuerzos se dio finalmente. Entonces, era de esperar, se empezó a pedir cuentas de lo sucedido. Le llegó la factura al señor Víctor Hugo Cárdenas, y él responde como tienen que responder los señoritos de su clase: con soberbia, mintiendo, insultando a su propia nación y amenazando postulándose a la presidencia de la república. No justifico lo que hicieron con su casa en su comunidad.
Su profundo resentimiento le hace demasiado amargo en su retorno a la política. Sigue siendo el “catedrático” que enseña “como se debe gobernar” y “modernizar” este indio país. Su forzado tono encholado, que es para el consumo citadino, no le permite desarrollar algo nuevo o novedoso. Actúa, se disfraza, y su guión es realmente patético atacando a los “salvajes” de la política actual. Dice lo mismo que Tuto Quiroga; pero con adornitos, con serpentinas multicolores dirigiéndose a sus antiguos enemigos (clases medias y altas) para que le entiendan y le vuelvan a comprender. No le interesa para nada referirse a sus connacionales, hace tiempo que los ha descartado en sus objetivos. Este indio civilizado, o en tránsito a la civilización se presta además como figura decorativa a los intereses del separatismo y la ultraderecha. Él sabe; pero su bronca y su resentimiento van más allá de lo que él mismo vale: nada. No sería raro que Víctor Hugo Cárdenas le pida consejos a su maestro Sánchez de Lozada en esta etapa, y que invite a Marinkovich como su vice-presidente.
Cochabamba, 18 de Agosto de 2009.
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