Desde enero de 2.020, la mayor preocupación de los países es como
combatir mejor al flagelo del Coronavirus (COVID-19) y preservar la salud
pública. Una de las medidas más extensamente aplicada ha sido la implantación
de cuarentenas; que han disminuido la velocidad del contagio a expensas de casi
paralizar la economía mundial. Aunque se anuncia una recesión global por esta
causa, para el período post pandemia, por lo pronto la atención se concentra en
salvar vidas.
El secretario general de la OMS, Tedros Ghebreyesus, ha señalado que:
“No se puede combatir un incendio a ciegas, y no se puede detener una pandemia
si no sabes quién está infectado”. En esta línea, la prioridad de los países es
identificar a los portadores del virus, aislarlos y cortar así la cadena de
transmisión de la enfermedad. A mayor cantidad de testeos, y seriedad en la
identificación de los contactos de los contagiados, se puede establecer mejores
parámetros de control y definir acciones para preservar mejor la salud pública
y establecer condiciones para reanimar la economía.
Las acciones emprendidas por el Gobierno para la gestión de la crisis,
con excepción de las declaraciones de cuarentena y el pago de bonos, han sido,
por decir lo menos, algo erráticas, por ejemplo, cuando, el 6 de marzo pasado,
el ex ministro de salud Aníbal Cruz declaraba a los medios: “el coronavirus nos
está tocando la puerta, pero estamos preparados”. La realidad fue distinta. Las
pruebas y reactivos para realizar esta tarea son tan limitados en el país, que
solo se aplican a quienes presenten claramente síntomas de la enfermedad. El
actual Ministro de Salud, Marcelo Navajas, informó días atrás que: “la demanda
mundial de estos insumos es alta y que Bolivia está al final de la cadena de
compras y que dentro de un mes se dispondrá de mayor cantidad de pruebas”. Es
decir, nunca estuvimos preparados.
Insuficiente
El pasado 21 de marzo el Gobierno dispuso la cuarentena en todo el país.
Pero, con carácter previo, gobernaciones y alcaldías de cuatro departamentos
declararon la misma medida. La pregunta es: ¿hubo una línea de coordinación
entre los niveles nacional y subnacional? La impresión que quedó es que el
nivel nacional reaccionó tardíamente. En el ámbito externo medidas similares
las habían tomado días antes Perú, Argentina y Chile. El 14 de abril se amplía
la cuarentena en Bolivia, en un contexto en que se repiten similares hechos
previos a los acaecidos antes del 21 de marzo.
Si bien la aplicación de la cuarentena ha funcionado ralentizando la
cantidad de contagios, se ve que la medida ya no es suficiente, porque el
incremento del universo de contagiados está en franco crecimiento (60%, si se
compara entre las dos últimas semanas). Este 28 de abril, Bolivia ha reportado
un acumulado de 1.053 contagios con la aplicación de aproximadamente 6.300
tests de corononavirus. Para determinar similar número de contagios Perú aplicó
15.500 pruebas y Chile 29.000. Es decir, que la escasa medición realizada en
nuestro país está encubriendo un probable universo no identificado de entre 2 y
3 veces más de contagios existentes, que los que se declara oficialmente. De
otra manera no se explica la situación de los departamentos de Oruro y el Beni,
que pasaron del estado de silencio epidemiológico a tasas de contagio 10 veces
mayores, en un lapso de dos semanas; además de la cuarentena, ¿cuál era la
estrategia para contener el virus en estos departamentos?.
La pregunta es, entonces ¿Cómo se toman las decisiones de política
pública desde el Gobierno Nacional para enfrentar el Covid 19? La respuesta
probable es que la decisión es una combinación entre los escasos datos
estadísticos que se disponen, las recomendaciones genéricas de la OMS, las
acciones que encaran los países vecinos y la presión ejercida por los niveles
subnacionales que toman sus propias decisiones, prescindiendo del rol
coordinador del nivel central.
Esfuerzos de articulación
En el fondo, el problema de atender solventemente la crisis está más
allá del sistema de salud y tiene que ver con construir esfuerzos de
articulación, entre todos los niveles del Estado y las representaciones de la
sociedad civil. Muestras visibles que algo anda mal son: el conflicto del
11 y 12 de marzo de 2020, suscitado entre la Dirección Departamental de
Educación de Oruro y el Ministerio de Educación, por la decisión del primero de
suspender clases y la oposición del segundo; la poca coordinación entre los
municipios rurales y el gobierno nacional que no define una estrategia clara de
abastecimiento de alimentos a las ciudades y pone en riesgo la frágil economía
campesina; la inauguración de laboratorios para la detección del covid 19, en
prácticamente todo el país, que no funcionan; y la reciente intervención de los
SEDES de los departamentos de La Paz y Cochabamba, por fallas de coordinación.
Este 25 de abril, la Alcaldía de Santa Cruz comunicó la intención de
ampliar la cuarentena al mes de mayo, iniciativa absolutamente racional ante la
falta de más información que permita asumir otras medidas y es probable que en
los próximos días otras alcaldías y gobernaciones hagan pronunciamientos
similares, con el resultado, también previsible, de un anuncio del Ejecutivo de
ampliación de la cuarentena.
La ciudadanía encerrada en casa, con cansancio espera medidas que
mejoren su situación y permitan un paulatino arranque de la economía. Se le
demanda al Gobierno lucidez, realismo y ante todo transparencia, no impostura.
Todos esperamos que este trance se supere al final. Pero por hoy, una
vez más, el país está al borde del precipicio. Las evidencias del manejo de
esta crisis arrojan más dudas que certezas sobre sus conductores; tanto, que
sus acciones parecen más una declaración de fe, que un hecho de gestión pública
¿ante la realidad del abismo, haremos un salto de fe?.
Juan de Dios Fernández es investigador en gestión pública y desarrollo
rural. Es MSc en Gestión y Políticas