La oligarquía paceña, la que inventó Bolivia, ha desaparecido. Es decir, ha sido derrotada. Derrotadísima. Que quede claro. La Paz inventó Bolivia. La Bolivia del siglo XX, la contemporánea, es un invento interesantísimo de La Paz. Y para ser más específicos: es un invento de las elites mineras paceñas. Hoy, de esos minventores, de esa oligarquía tremenda y paceña, capaz de inventarse un país para sacar y vender minerales, no queda ni la sombra.
Porque esa elite, a veces brillante -y a veces no-, hoy es un montoncito de collas blancoides, acorralados y asustados en sus casas de la zona Sur. Y el control de La Paz , el control del poder, el control de lo que queda de ese invento que fue la Bolivia del XX, está ahora en manos de El Alto.
Como en las leyendas clásicas, a La Paz y a sus elites, las derrotó uno de sus hijastros predilectos. El más feo, de cuantos pudo haber parido: El Alto.
La derrota era casi inevitable. El Alto y su elite son jóvenes. La Paz y la suya, viejas El Alto, aunque contiene pobreza profunda, goza –sin embargo- de una burguesía comerciante y despierta. Y rica. E informal.
La Paz, por su lado, empobrecidísima. Y su vieja elite, soñolienta. Caduca. Tomadora de mal vino y singani.
Esa elite paceña, otrora minera, exportadora, otrora funcionaria ministerial, hoy se hunde en un provincianismo sin paliativo. Y su provincia es el barrio: las cuatro calles, los 3 cafés y el supermercado de la zona Sur y aledaños. Las elites paceñas han terminado siendo provincianas de barrio. Sus vidas y sus perspectivas comienzan en el barrio y finalizan en el barrio.
Por eso, ya no existe esa La Paz , cuya dimensión era el país: ese país que fue, precisamente, la más atrevida invención paceña. La Paz de antes está acabada. A los collas blancoides solo les queda Cochabamba o irse al otro pòder: Santa Cruz.
El capitalismo -implacable- impone que la pobreza, te vuelve provinciano. Y a los paceños los ha vuelto. E impone que la riqueza, en tres generaciones, te vuelve universal. Y hasta guapo.
El problema de La Paz y sus elites fue la quiebra de sus dos grandes ingresos: la gran minería y el estatismo. Y ahora que el estatismo intenta recuperase con los precios de las materias primas, entonces, la noticia es que hay materias primas y hay buenos precios, pero lo que ya no hay es Estado. Porque el Estado, o lo que había de Estado, se difuminó. Por ejemplo, se fue a las regiones. A los municipios. A los sindicatos. Se fue lejos de la elite paceña. Y lo que quedó de burocracia en La Paz , para más ironía, se lo llevó el MAS. Con lo cual, la elite paceña está aniquilada. No vale nada.
El Alto y sus elites son infinitamente comerciantes. Ejemplo mundial del capitalismo comerciante. El transporte en el mundo andino -que desde hace siglos es mundo de puro comercio- pertenece al El Alto. El Alto es puerto: da al Pacífico. Nada menos. Y es puerto para el contrabando feroz y para la importación y exportación formal. Puerto para Santa Cruz, por ejemplo. El Alto es una potentísima y muy abierta economía negra. Sería el delirio de los clásicos liberales.
Y la feria de El Alto. La gran feria de El Alto. Feria que dicen, tiene en torno a 350 hectáreas de puestos de venta. Feria, donde contra todo pronóstico, la gente no engaña a la gente. Porque es feria con códigos propios que se cumplen a rajatabla.
Los alteños en su feria son unos caballeros ingleses. Cumplen su palabra porque quieren que al día siguiente los clientes sigan viniendo. Por cierto, los caballeros hispánicos cumplen la suya para honrar a sus muertos y a sus apellidos. Los de El Alto y los británicos, para seguir vendiendo.
En esa Feria, cuatro metros cuadrados cuestan 250 USD y se usan para poner un kiosco por dos días a la sema¬na. El kiosco, a veces, no ofrece nada a la venta -pone de muestra calcetines militares usados, por ejemplo-, pero lo importante para el propietario es tenerlo, poseer el kiosco. Si tienes kiosco, podrás utilizarlo cuando haya algo que vender. Tengo kiosco, luego existo.
La feria de El alto -"la 16 de julio" se llama- vende desde periódicos con números del mes pasado hasta Mercedes Benz y otros coches que la vieja elite paceña ya no puede comprar. Vende lagartos vivitos y coleando, vende ma¬pas militares en japonés. Ofrece pescado frito, niños en adopción, medicinas para evitar el mal aliento y las ven¬to¬sidades (así, literalmente, se anuncian estas ofertas medicinales desde un megáfono a toda voz); ofrece trenzas postizas de chola rubia y en fin; ofrece todo lo que la imaginación alcance.
El Alto (y sus elites), maravilloso, truculento, fiera. La Paz (y sus elites), cansada, coja, pobre, pueblerina. Sobre todo pobre. Y claro, lo más importante y lo más paceño: La Paz solemne. Sus élites solemnes. A La Paz le queda la solemnidad. Es pobre y solemne como ella sola. Porque el boliviano solemne es paceño de necesidad. Y mien¬tras el paceño de elite, mestizo solemne, busca pegas que el MAS ya no le da; el alteño, mestizo avispado, se limita a ganar dinero.
¿Cómo no iba a ganar El Alto a La Paz ? ¿Cómo no iban a sustituir las elites alteñas a las paceñas?
El Alto en 20 años pasó de ser la barriada más inhóspita de Bolivia a ser una de las ciudades con el metro cuadra¬do más caro del país. Es el caso de esa zona alteña llamada La Ceja. En menos de una generación esa barriada creció y hasta se montó en una identidad: El Alto, en identidad, es mezcla de lo indio con lo urbano. Y funciona.
En menos de una generación, El Alto tuvo éxito vendiendo de todo, sufriendo la seca y la meca, muriendo y ma¬tando, no pagando impuestos (como en toda sociedad salvajemente capitalista, en El Alto, la palabra "impuesto" es pecado).
Y si todo eso ocurre en menos de una generación, ¿saben qué es lo próximo?
Lo próximo es que esa comunidad quiera el poder. Y si puede, lo lógico es que lo tome.
Érase una vez una barriada que tomó el poder en Bolivia. Y érase la misma vez, que La Paz y su elite lo perdió. Ahora, el poder económico, social y político del Altiplano, lo tiene El Alto. No digo el poder de Bolivia entera, porque Santa Cruz es lo que es; es el otro poder.
A ver ¿No era que el poder -gracias a la economía- tendría que haber salido de La Paz y haber venido íntegro a Santa Cruz? Era. Pero no lo fue. Porque el poder del occidente boliviano, el poder político colla, hoy por hoy, lo ha tomado El Alto. Y lo ha tomado bien. A votos y a patadas. Como tiene que ser. No hay que equivocarse. Los alte¬ños no son unos indios martirizados y tristes al son de una quena. No estamos ante unos indígenas explotados, buscando el socialismo místico y la reivindicación telúrica de la raza y de la montaña. Ni siquiera son nacionalis¬tas. Esos son inventos de los políticos y sobre todo, de los politólogos. Paceños, por cierto.
Los alteños son tipos y tipas super racionales. Y lo de los ritos, los humos mágicos, la hoja de coca para leer la suerte, la llamita muerta con el cuello torcido, las piedras porno y el gran sexo que practican, el Dios sol y las ideologías del XIX y del XX como el nacionalismo, son detalles decorativos en el hombre de El Alto.
Porque en realidad, realidad, los alteños son los primeros collas en llegar al siglo XXI. En abandonar el siglo XX, tan paceño y modernizador. Y desde esta su posmodernidad, los alteños, no están para pasarse la vida en folklore y pachangas emotivas, están para comprar y vender. Están aptos para los retos del presente y del futuro.
La verdad es que a primera vista, el modo de organizarse de los alteños es medio arcaico: el sindicato. Pero los objetivos de sus sindicatos, son auténticamente posmodernos. Sus modos de organizarse son el sindicato vecinal y el sindicato de servicios. El sindicato vecinal son las famosas juntas, cuyo principal objetivo es cuidar la propie¬dad urbana: evitar impuestos y a la vez, apreciar la propiedad con servicios, losetas, seguridad y todo eso que se le puede sacar a la política. Y el sindicato de servicios -comerciantes y transportistas- da organización a auténticos imperios económicos.
Los alteños son como los chinos. Milenarios, con dioses hasta por los codos, llenos de rituales y bailes folklóricos aburridísimos y reiterativos. Pero eso es para la diversión y la estética. Para el domingo. Porque a la hora de la plata, los alteños son como los californianos. Unas fieras capitalistas. O más claro: los alteños son unos tipos que quieren progresar y que para eso, le echan de lo lindo -y con gran éxito- al capitalismo comercial.
¿Y el Estado? ¿Qué hacen los alteños, esos posmodernos, con el Estado que es una cosa tan moderna? ¿Qué Estado? La propia existencia de El Alto es la negación del Estado en Bolivia. La Paz y sus elites eran el Estado boliviano. El Alto es la superación de La Paz. Y del Estado andino.
El Alto es el caos convertido en poder, en comercio y negando siempre al Estado. Por eso, El Alto se pasa por donde mejor le place al mundo de lo político y a sus instituciones. De verdad: los alteños son como los auténticos liberales. O sea, con el Estado -o mejor con lo político- se divierten y de vez en cuando, muestran los dientes. Derrocan uno que otro gobernante y ponen sobre la mesa su listado largo de necesidades: calles, carreteras, hospitales, agua, escuelas, putas en redención, anulación de impuestos y todo eso.
Los alteños son unos tipos serios: no están para la política. La política se la encargan a los políticos. Hasta hace poco se la encargaban con entusiasmo a Goni, Banzer, Palenque & Cia. Hoy se la encargan a los cocaleros. Y en eso, el MAS debe tenerlo claro. El MAS es un inquilino circunstancial del poder. Y el poder es de El Alto.
El MAS es un alojado que por hoy es bienvenido en la casa del El Alto. Y por eso, los masistas nunca deben olvi¬dar que todo alojado es como el pescado, huele al tercer día. El MAS estará en Palacio hasta que su aliado físico y capitalista que es El Alto, lo decida Ni todo el ejército venezolano sostiene el Palacio si El Alto se opone.
¿El MAS pensaba que la caída de las elites paceñas era obra del MAS? Por favor. La caída de esas elites es obra de la pobreza y el empujón no lo da el MAS, lo da El Alto: la nueva elite del altiplano.
Hoy el panorama es claro. Se acabó La Paz y sus elites monopolizando el poder con celo de loba parida Se acabó el siglo de La Paz. Se acabó el estaño. Se acabó el poder paceño: primero se acabaron los patiños, esos. Y luego, se acabó la COMIBOL , las pegas y todo eso otro.
El último pataleo paceño y blanco fue Goni. La caída de Goni no sólo representa el fin político de La Paz. Goni , el último minero, representa el fin económico de aquella vieja elite minera y paceña, elite que desde la minería priva¬da o la estatal, inventó la Bolivia del XX.
¿Y Mesa? Mesa nada. Ya con Mesa, la elite paceña era lo que es: nada. Nada en TV.
¿Y no existe hoy en día una elite paceña, blancona, tendiendo nexos con El Alto? Cómo no. Si algo aprendieron las elites paceñas, de izquierdas y de derechas, fue cómo hacer política. Y ahora, esa izquierda blaquillosa no iba a dejar pasar la ocasión. Existe esa izquierda paceña jugando al indigenismo. Y haciéndole venias al nuevo poder que es El Alto y su inquilino el MAS.
El problema es que El Alto y el MAS no necesita a la tal izquierda blanquecina. Es decir. La izquierda blanca y colla "está lista". Está acabada. Es innecesaria. Prescindible. Es más, resulta molesta, para El Alto.
¿Qué le queda entonces a esta elite blanca e izquierdosa de La Paz ?.
Varias opciones. Una, hacer sala de espera en el despacho de Choquewanca o de uno de esos. Ni se sabe para qué. Otra, ir a la Higuera cada octubre. Otra, que los cubanos les inviten a una recepción. Que el vicepresidente les de una consultoría. Abrir una fundación para algo de derechos humanos. O de ecología. Estudiar antropología y decir frases en algún dialecto u idioma de aquellos tan exóticos.
En suma, el poder colla lo tiene El Alto y no necesita a nadie. Sus condiciones geopolíticas, sus energías genera¬cionales, su capacidad capitalista, su arrojo y organización para la toma física del poder en la plaza murillo y todo eso, le ha dado el poder. Por eso, Bolivia o lo que queda de ella, es en este momento, la relación de poder entre dos fuerzas: El Alto por un lado y Santa Cruz por otro.
Que Bolivia -ese invento de las derrotadas elites paceñas- siga existiendo, depende de cómo se lleven estas dos fuerzas.
Y si ya no está el inventor ¿puede el invento seguir adelante?
¿Quieren y pueden El Alto y Santa Cruz seguir cargando con Bolivia? Habrá que ver.
Por lo pronto, el MAS y sus cosas -nacionalizaciones, spots, constituyentes, venezolanos y todo eso- está atra¬pa¬do entre El Alto y Santa Cruz. Si el MAS cree que tiene proyecto propio, se equivoca. El Alto es El Alto con o sin el MAS. Y ni qué decir de Santa Cruz, donde el MAS ha terminado siendo una anécdota.
Por eso no deja de ser absurda e ingenua la aspiración del MAS de resucitar el viejo proyecto paceño -el naciona¬lismo centralista, estatista y todo eso- tan típico del 52. O sea, tan típico de unas elites paceñas.
Lo curioso: el MAS acaba siendo la única esperanza de reconstruir, de restaurar, el antiguo régimen; restaurar el estatismo fundado por las elites paceñas. Claro, la verdad es que ningún masista inteligente se toma esa resurrec¬ción -esa restauración- en serio. El único era Soliz Rada. Por eso lo botaron.
Por su parte, la vieja elite blanca y paceña también tiene oficio: limpiar sus viejos volvos, hablar en voz baja en su mal español (es un español bastante aimarizado), aburrirnos con las historias sobre sus abuelos (sus abuelos eran la cholada de finales del XIX que desplazó a los apellidos chuquisaqueños) y mostrarnos sus oscuros cuadros -tan fuera del circuito universal de la estética- colgando de sus paredes en la zona Sur.
Además, esa elite ya puede desechar sus corbatas (por lo general, corbatas de poliéster, porque madre mía, qué elite tan mal vestida, mal comida y mal bebida).
La otra tarea histórica que tiene la vieja elite paceña es casar –sin demora- a sus hijas con alteños o con cruce¬ños. Lo primero, les permitirá permanecer en el Altiplano por derecho propio. Lo segundo, entrar al "Cantri".
Finalmente, la labor esencial de la caduca elite paceña de aquí en adelante, será rogar. Rogar para que sus cap¬tores, los alteños, no amanezcan de mal humor y por cualquier motivo, bajen un día a sacarles la entretela.
Frivolidades aparte, lo cierto es lo siguiente: ¿tiene algún interés El Alto o Santa Cruz en sostener el invento de la oligarquía paceña derrotada? Es decir, qué interés tiene El Alto y Santa Cruz en sostener Bolivia? Y por eso: el fin de la oligarquía paceña, ¿es el fin de Bolivia tal y como la conocimos en los 100 últimos años? Quizá.
Porque esa elite, a veces brillante -y a veces no-, hoy es un montoncito de collas blancoides, acorralados y asustados en sus casas de la zona Sur. Y el control de La Paz , el control del poder, el control de lo que queda de ese invento que fue la Bolivia del XX, está ahora en manos de El Alto.
Como en las leyendas clásicas, a La Paz y a sus elites, las derrotó uno de sus hijastros predilectos. El más feo, de cuantos pudo haber parido: El Alto.
La derrota era casi inevitable. El Alto y su elite son jóvenes. La Paz y la suya, viejas El Alto, aunque contiene pobreza profunda, goza –sin embargo- de una burguesía comerciante y despierta. Y rica. E informal.
La Paz, por su lado, empobrecidísima. Y su vieja elite, soñolienta. Caduca. Tomadora de mal vino y singani.
Esa elite paceña, otrora minera, exportadora, otrora funcionaria ministerial, hoy se hunde en un provincianismo sin paliativo. Y su provincia es el barrio: las cuatro calles, los 3 cafés y el supermercado de la zona Sur y aledaños. Las elites paceñas han terminado siendo provincianas de barrio. Sus vidas y sus perspectivas comienzan en el barrio y finalizan en el barrio.
Por eso, ya no existe esa La Paz , cuya dimensión era el país: ese país que fue, precisamente, la más atrevida invención paceña. La Paz de antes está acabada. A los collas blancoides solo les queda Cochabamba o irse al otro pòder: Santa Cruz.
El capitalismo -implacable- impone que la pobreza, te vuelve provinciano. Y a los paceños los ha vuelto. E impone que la riqueza, en tres generaciones, te vuelve universal. Y hasta guapo.
El problema de La Paz y sus elites fue la quiebra de sus dos grandes ingresos: la gran minería y el estatismo. Y ahora que el estatismo intenta recuperase con los precios de las materias primas, entonces, la noticia es que hay materias primas y hay buenos precios, pero lo que ya no hay es Estado. Porque el Estado, o lo que había de Estado, se difuminó. Por ejemplo, se fue a las regiones. A los municipios. A los sindicatos. Se fue lejos de la elite paceña. Y lo que quedó de burocracia en La Paz , para más ironía, se lo llevó el MAS. Con lo cual, la elite paceña está aniquilada. No vale nada.
El Alto y sus elites son infinitamente comerciantes. Ejemplo mundial del capitalismo comerciante. El transporte en el mundo andino -que desde hace siglos es mundo de puro comercio- pertenece al El Alto. El Alto es puerto: da al Pacífico. Nada menos. Y es puerto para el contrabando feroz y para la importación y exportación formal. Puerto para Santa Cruz, por ejemplo. El Alto es una potentísima y muy abierta economía negra. Sería el delirio de los clásicos liberales.
Y la feria de El Alto. La gran feria de El Alto. Feria que dicen, tiene en torno a 350 hectáreas de puestos de venta. Feria, donde contra todo pronóstico, la gente no engaña a la gente. Porque es feria con códigos propios que se cumplen a rajatabla.
Los alteños en su feria son unos caballeros ingleses. Cumplen su palabra porque quieren que al día siguiente los clientes sigan viniendo. Por cierto, los caballeros hispánicos cumplen la suya para honrar a sus muertos y a sus apellidos. Los de El Alto y los británicos, para seguir vendiendo.
En esa Feria, cuatro metros cuadrados cuestan 250 USD y se usan para poner un kiosco por dos días a la sema¬na. El kiosco, a veces, no ofrece nada a la venta -pone de muestra calcetines militares usados, por ejemplo-, pero lo importante para el propietario es tenerlo, poseer el kiosco. Si tienes kiosco, podrás utilizarlo cuando haya algo que vender. Tengo kiosco, luego existo.
La feria de El alto -"la 16 de julio" se llama- vende desde periódicos con números del mes pasado hasta Mercedes Benz y otros coches que la vieja elite paceña ya no puede comprar. Vende lagartos vivitos y coleando, vende ma¬pas militares en japonés. Ofrece pescado frito, niños en adopción, medicinas para evitar el mal aliento y las ven¬to¬sidades (así, literalmente, se anuncian estas ofertas medicinales desde un megáfono a toda voz); ofrece trenzas postizas de chola rubia y en fin; ofrece todo lo que la imaginación alcance.
El Alto (y sus elites), maravilloso, truculento, fiera. La Paz (y sus elites), cansada, coja, pobre, pueblerina. Sobre todo pobre. Y claro, lo más importante y lo más paceño: La Paz solemne. Sus élites solemnes. A La Paz le queda la solemnidad. Es pobre y solemne como ella sola. Porque el boliviano solemne es paceño de necesidad. Y mien¬tras el paceño de elite, mestizo solemne, busca pegas que el MAS ya no le da; el alteño, mestizo avispado, se limita a ganar dinero.
¿Cómo no iba a ganar El Alto a La Paz ? ¿Cómo no iban a sustituir las elites alteñas a las paceñas?
El Alto en 20 años pasó de ser la barriada más inhóspita de Bolivia a ser una de las ciudades con el metro cuadra¬do más caro del país. Es el caso de esa zona alteña llamada La Ceja. En menos de una generación esa barriada creció y hasta se montó en una identidad: El Alto, en identidad, es mezcla de lo indio con lo urbano. Y funciona.
En menos de una generación, El Alto tuvo éxito vendiendo de todo, sufriendo la seca y la meca, muriendo y ma¬tando, no pagando impuestos (como en toda sociedad salvajemente capitalista, en El Alto, la palabra "impuesto" es pecado).
Y si todo eso ocurre en menos de una generación, ¿saben qué es lo próximo?
Lo próximo es que esa comunidad quiera el poder. Y si puede, lo lógico es que lo tome.
Érase una vez una barriada que tomó el poder en Bolivia. Y érase la misma vez, que La Paz y su elite lo perdió. Ahora, el poder económico, social y político del Altiplano, lo tiene El Alto. No digo el poder de Bolivia entera, porque Santa Cruz es lo que es; es el otro poder.
A ver ¿No era que el poder -gracias a la economía- tendría que haber salido de La Paz y haber venido íntegro a Santa Cruz? Era. Pero no lo fue. Porque el poder del occidente boliviano, el poder político colla, hoy por hoy, lo ha tomado El Alto. Y lo ha tomado bien. A votos y a patadas. Como tiene que ser. No hay que equivocarse. Los alte¬ños no son unos indios martirizados y tristes al son de una quena. No estamos ante unos indígenas explotados, buscando el socialismo místico y la reivindicación telúrica de la raza y de la montaña. Ni siquiera son nacionalis¬tas. Esos son inventos de los políticos y sobre todo, de los politólogos. Paceños, por cierto.
Los alteños son tipos y tipas super racionales. Y lo de los ritos, los humos mágicos, la hoja de coca para leer la suerte, la llamita muerta con el cuello torcido, las piedras porno y el gran sexo que practican, el Dios sol y las ideologías del XIX y del XX como el nacionalismo, son detalles decorativos en el hombre de El Alto.
Porque en realidad, realidad, los alteños son los primeros collas en llegar al siglo XXI. En abandonar el siglo XX, tan paceño y modernizador. Y desde esta su posmodernidad, los alteños, no están para pasarse la vida en folklore y pachangas emotivas, están para comprar y vender. Están aptos para los retos del presente y del futuro.
La verdad es que a primera vista, el modo de organizarse de los alteños es medio arcaico: el sindicato. Pero los objetivos de sus sindicatos, son auténticamente posmodernos. Sus modos de organizarse son el sindicato vecinal y el sindicato de servicios. El sindicato vecinal son las famosas juntas, cuyo principal objetivo es cuidar la propie¬dad urbana: evitar impuestos y a la vez, apreciar la propiedad con servicios, losetas, seguridad y todo eso que se le puede sacar a la política. Y el sindicato de servicios -comerciantes y transportistas- da organización a auténticos imperios económicos.
Los alteños son como los chinos. Milenarios, con dioses hasta por los codos, llenos de rituales y bailes folklóricos aburridísimos y reiterativos. Pero eso es para la diversión y la estética. Para el domingo. Porque a la hora de la plata, los alteños son como los californianos. Unas fieras capitalistas. O más claro: los alteños son unos tipos que quieren progresar y que para eso, le echan de lo lindo -y con gran éxito- al capitalismo comercial.
¿Y el Estado? ¿Qué hacen los alteños, esos posmodernos, con el Estado que es una cosa tan moderna? ¿Qué Estado? La propia existencia de El Alto es la negación del Estado en Bolivia. La Paz y sus elites eran el Estado boliviano. El Alto es la superación de La Paz. Y del Estado andino.
El Alto es el caos convertido en poder, en comercio y negando siempre al Estado. Por eso, El Alto se pasa por donde mejor le place al mundo de lo político y a sus instituciones. De verdad: los alteños son como los auténticos liberales. O sea, con el Estado -o mejor con lo político- se divierten y de vez en cuando, muestran los dientes. Derrocan uno que otro gobernante y ponen sobre la mesa su listado largo de necesidades: calles, carreteras, hospitales, agua, escuelas, putas en redención, anulación de impuestos y todo eso.
Los alteños son unos tipos serios: no están para la política. La política se la encargan a los políticos. Hasta hace poco se la encargaban con entusiasmo a Goni, Banzer, Palenque & Cia. Hoy se la encargan a los cocaleros. Y en eso, el MAS debe tenerlo claro. El MAS es un inquilino circunstancial del poder. Y el poder es de El Alto.
El MAS es un alojado que por hoy es bienvenido en la casa del El Alto. Y por eso, los masistas nunca deben olvi¬dar que todo alojado es como el pescado, huele al tercer día. El MAS estará en Palacio hasta que su aliado físico y capitalista que es El Alto, lo decida Ni todo el ejército venezolano sostiene el Palacio si El Alto se opone.
¿El MAS pensaba que la caída de las elites paceñas era obra del MAS? Por favor. La caída de esas elites es obra de la pobreza y el empujón no lo da el MAS, lo da El Alto: la nueva elite del altiplano.
Hoy el panorama es claro. Se acabó La Paz y sus elites monopolizando el poder con celo de loba parida Se acabó el siglo de La Paz. Se acabó el estaño. Se acabó el poder paceño: primero se acabaron los patiños, esos. Y luego, se acabó la COMIBOL , las pegas y todo eso otro.
El último pataleo paceño y blanco fue Goni. La caída de Goni no sólo representa el fin político de La Paz. Goni , el último minero, representa el fin económico de aquella vieja elite minera y paceña, elite que desde la minería priva¬da o la estatal, inventó la Bolivia del XX.
¿Y Mesa? Mesa nada. Ya con Mesa, la elite paceña era lo que es: nada. Nada en TV.
¿Y no existe hoy en día una elite paceña, blancona, tendiendo nexos con El Alto? Cómo no. Si algo aprendieron las elites paceñas, de izquierdas y de derechas, fue cómo hacer política. Y ahora, esa izquierda blaquillosa no iba a dejar pasar la ocasión. Existe esa izquierda paceña jugando al indigenismo. Y haciéndole venias al nuevo poder que es El Alto y su inquilino el MAS.
El problema es que El Alto y el MAS no necesita a la tal izquierda blanquecina. Es decir. La izquierda blanca y colla "está lista". Está acabada. Es innecesaria. Prescindible. Es más, resulta molesta, para El Alto.
¿Qué le queda entonces a esta elite blanca e izquierdosa de La Paz ?.
Varias opciones. Una, hacer sala de espera en el despacho de Choquewanca o de uno de esos. Ni se sabe para qué. Otra, ir a la Higuera cada octubre. Otra, que los cubanos les inviten a una recepción. Que el vicepresidente les de una consultoría. Abrir una fundación para algo de derechos humanos. O de ecología. Estudiar antropología y decir frases en algún dialecto u idioma de aquellos tan exóticos.
En suma, el poder colla lo tiene El Alto y no necesita a nadie. Sus condiciones geopolíticas, sus energías genera¬cionales, su capacidad capitalista, su arrojo y organización para la toma física del poder en la plaza murillo y todo eso, le ha dado el poder. Por eso, Bolivia o lo que queda de ella, es en este momento, la relación de poder entre dos fuerzas: El Alto por un lado y Santa Cruz por otro.
Que Bolivia -ese invento de las derrotadas elites paceñas- siga existiendo, depende de cómo se lleven estas dos fuerzas.
Y si ya no está el inventor ¿puede el invento seguir adelante?
¿Quieren y pueden El Alto y Santa Cruz seguir cargando con Bolivia? Habrá que ver.
Por lo pronto, el MAS y sus cosas -nacionalizaciones, spots, constituyentes, venezolanos y todo eso- está atra¬pa¬do entre El Alto y Santa Cruz. Si el MAS cree que tiene proyecto propio, se equivoca. El Alto es El Alto con o sin el MAS. Y ni qué decir de Santa Cruz, donde el MAS ha terminado siendo una anécdota.
Por eso no deja de ser absurda e ingenua la aspiración del MAS de resucitar el viejo proyecto paceño -el naciona¬lismo centralista, estatista y todo eso- tan típico del 52. O sea, tan típico de unas elites paceñas.
Lo curioso: el MAS acaba siendo la única esperanza de reconstruir, de restaurar, el antiguo régimen; restaurar el estatismo fundado por las elites paceñas. Claro, la verdad es que ningún masista inteligente se toma esa resurrec¬ción -esa restauración- en serio. El único era Soliz Rada. Por eso lo botaron.
Por su parte, la vieja elite blanca y paceña también tiene oficio: limpiar sus viejos volvos, hablar en voz baja en su mal español (es un español bastante aimarizado), aburrirnos con las historias sobre sus abuelos (sus abuelos eran la cholada de finales del XIX que desplazó a los apellidos chuquisaqueños) y mostrarnos sus oscuros cuadros -tan fuera del circuito universal de la estética- colgando de sus paredes en la zona Sur.
Además, esa elite ya puede desechar sus corbatas (por lo general, corbatas de poliéster, porque madre mía, qué elite tan mal vestida, mal comida y mal bebida).
La otra tarea histórica que tiene la vieja elite paceña es casar –sin demora- a sus hijas con alteños o con cruce¬ños. Lo primero, les permitirá permanecer en el Altiplano por derecho propio. Lo segundo, entrar al "Cantri".
Finalmente, la labor esencial de la caduca elite paceña de aquí en adelante, será rogar. Rogar para que sus cap¬tores, los alteños, no amanezcan de mal humor y por cualquier motivo, bajen un día a sacarles la entretela.
Frivolidades aparte, lo cierto es lo siguiente: ¿tiene algún interés El Alto o Santa Cruz en sostener el invento de la oligarquía paceña derrotada? Es decir, qué interés tiene El Alto y Santa Cruz en sostener Bolivia? Y por eso: el fin de la oligarquía paceña, ¿es el fin de Bolivia tal y como la conocimos en los 100 últimos años? Quizá.
2 comentarios:
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Now repeat the process by mining and dropping simultaneously.
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