Salvador González Briceño
ALAI AMLATINA, 02/09/2010.- Después de siete años y cinco meses de intervencionismo de Estados Unidos en Irak, a donde llegó el Pentágono enviado por George W. Bush con todo el peso de su maquinaria so pretexto de eliminar las “armas de destrucción masiva” que nunca, ni siquiera la ONU se atrevió a asegurar que existieran, fueron encontradas; después de una persecución sin límites en contra del entonces presidente Saddam Hussein, con su respectivo enjuiciamiento a modo y del asesinato de miles de conciudadanos de aquél país (se dice que la cifra alcanzó a los 100 mil muertos), por fin la decisión está tomada. EU salió este martes de Irak.
La “Operación Libertad iraquí” ha terminado, según lo anunció el presidente de ese país, Barack Obama al mundo. A partir de ahora, ese fue su argumento, la responsabilidad sobre su propia seguridad le compete al pueblo y gobierno iraquí, como si tamaña recomendación fuera suficiente y necesaria para que un pueblo se autogobierne sin el injerencismo extranjero.
Pero la promesa de Obama, desde sus tiempos de campaña cuando se mostró como ferviente opositor a la guerra, por fin pudo cuajar con todo y las presiones continuas de la derecha republicana, no sólo para que mantenga la política intervencionista exterior, sino para que emprenda otras aventuras al estilo Bush, como las que dejó en el tintero contra de Corea del Norte e Irán, países considerados dentro del mal llamado “eje del mal”.
Pero la verdad es que, en el fondo, el envío de tropas al exterior le ha resultado muy costoso al pueblo estadounidense. Dijo Obama que en la última década se ha “pasado de más del billón de dólares para una guerra, a menudo financiada con préstamos del exterior”. Una guerra válida más que nada, porque los beneficiarios son las grandes empresas estadounidenses que participan en las directrices de la reconstrucción.
Porque en esas condiciones, tanto es negocio el presupuesto (que al final de cuentas pagan los contribuyentes) militar disponible con la aprobación del Congreso —y su consiguiente distribución—, como la apropiación de los bienes y recursos materiales y energéticos y el petróleo iraquí. Amén de la reconstrucción, que igualmente representa un jugoso negocio, todo a la cuenta presupuestal del país invadido. Pero la guerra es beneficio para sus promotores.
Negocio redondo, el caso es que Irak no solo fue invadido sin consideración y de ese modo también destruida su infraestructura y su gente (llegó a haber hasta 165 mil soldados en los tiempos más álgidos de la guerra), sino que los militares gringos se erigieron como los avales para el flujo de petróleo a sus emporios petroleros [como la Exxon Mobil-Royal Dutch Shell, que desde 2009 desarrolla el yacimiento Quma Occidental 1, de unos 8,600 millones de barriles de combustible y recibe 1,90 dólares por barril; con una producción de 280 mil barriles diarios hasta los 2,325 millones antes de seis años], al igual que para la elección de un gobierno democrático títere, como el que representa Jalal Talabani. El símil del otro moldeable Hamid Karzai, presidente de Afganistán. A modo, claro de los propios estadounidenses.
No puede cantar victoria, dice Obama, pero no porque no quiera sino porque no la obtuvo. Nada más en el número de caídos, la bitácora registró a 4,247 fallecidos y a 34 mil 268 heridos, según datos del Pentágono. Tampoco, se justifica, porque la incipiente democracia iraquí está en pañales. Pero, ¿qué tiene qué ver la democracia del país invadido para que el Pentágono se retire con la victoria en la bolsa? Distorsiones para justificar la derrota, porque no se le puede llamar de otra manera.
Quedarán eso sí, dijo Obama en su mensaje desde la oficina oval de la Casa Blanca, unos 50 mil soldados para coadyuvar a las fuerzas policiacas locales a conservar la estabilidad y la incipiente democracia. Con todo, la retirada favorece a Obama. Y pronto entrará a discusión también la presencia militar en Afganistán. Para el mes de agosto. Y bajo la misma tesitura, lo más seguro es que se decrete el retiro de los militares también.
Para Obama y los estadounidenses, queda claro que Bush y su gabinete tomaron medidas represivas infundadas en contra de Hussein y del pueblo iraquí. Ahí estaban los operadores bushianos para atizar la guerra: como Rumsfeld en defensa, Cheney vicepresidente, Tenet en la CIA, Rice en seguridad, Powell en la secretaría y Myers en el estado mayor. Todos ellos decidieron la aventura.
Craso error, porque pronto se descubrió al mundo que ni existían las presuntas armas de destrucción masiva, como tampoco que Hussein abastecía a los terroristas de Al Qaeda de armamento o cosa por el estilo, como argumentó Bush en su momento. Todo ello sin contar que crece la suspicacia de que el motor de tales invasiones fueron programadas. Es decir, que así como nunca cayó un tal avión en la sede del Pentágono [véase la investigación de Thierry Meyssan, 11 de septiembre de 2001. La terrible impostura. “Ningún avión se estrelló en el Pentágono”], los ataques a las Torres Gemelas del 11/S fueron algo si no tolerado sí sobre aviso o descubierto con anticipación sin mover un dedo. Cualquiera de las tres hipótesis, menos una sorpresa “terrorista”. ¿Por qué Bin Laden sigue vivo? ¿Se olvida que en los tiempos de la guerra contra la URSS en Afganistán, Osama fue preparado y apoyado por la CIA?
No sólo eso. El camarógrafo estadounidense, Kurt Sonnenfeld, quien está desde hace siete años como refugiado en Argentina, perseguido por autoridades de su país bajo acusaciones falaces, tiene filmaciones sobre los atentados a las Torres en las que, asegura, lo sucedido es una farsa. Con 22 horas grabadas, la teoría de Sonnenfeld es que “altos funcionarios del gobierno estadounidense estaban al tanto de los ataques a las Torres Gemelas en el 2001 antes de que sucedieran”. En el momento de los hechos del 11 de septiembre, Sonnenfeld era camarógrafo de una agencia federal, razón por la que tuvo acceso ilimitado a la zona cero. Durante la filmación, vio muertos, se adentró en los escombros y hasta fue el encargado de proporcionar imágenes del desastre a la prensa internacional, se dice de buena fuente.
Al traste con la guerra en Irak. Pronto viene la retirada de Afganistán. Bonos para Obama. Eso le acarreará mayores disputas con la derecha republicana la víspera de las elecciones. Por donde se mire, EU carga con la derrota.
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ALAI AMLATINA, 02/09/2010.- Después de siete años y cinco meses de intervencionismo de Estados Unidos en Irak, a donde llegó el Pentágono enviado por George W. Bush con todo el peso de su maquinaria so pretexto de eliminar las “armas de destrucción masiva” que nunca, ni siquiera la ONU se atrevió a asegurar que existieran, fueron encontradas; después de una persecución sin límites en contra del entonces presidente Saddam Hussein, con su respectivo enjuiciamiento a modo y del asesinato de miles de conciudadanos de aquél país (se dice que la cifra alcanzó a los 100 mil muertos), por fin la decisión está tomada. EU salió este martes de Irak.
La “Operación Libertad iraquí” ha terminado, según lo anunció el presidente de ese país, Barack Obama al mundo. A partir de ahora, ese fue su argumento, la responsabilidad sobre su propia seguridad le compete al pueblo y gobierno iraquí, como si tamaña recomendación fuera suficiente y necesaria para que un pueblo se autogobierne sin el injerencismo extranjero.
Pero la promesa de Obama, desde sus tiempos de campaña cuando se mostró como ferviente opositor a la guerra, por fin pudo cuajar con todo y las presiones continuas de la derecha republicana, no sólo para que mantenga la política intervencionista exterior, sino para que emprenda otras aventuras al estilo Bush, como las que dejó en el tintero contra de Corea del Norte e Irán, países considerados dentro del mal llamado “eje del mal”.
Pero la verdad es que, en el fondo, el envío de tropas al exterior le ha resultado muy costoso al pueblo estadounidense. Dijo Obama que en la última década se ha “pasado de más del billón de dólares para una guerra, a menudo financiada con préstamos del exterior”. Una guerra válida más que nada, porque los beneficiarios son las grandes empresas estadounidenses que participan en las directrices de la reconstrucción.
Porque en esas condiciones, tanto es negocio el presupuesto (que al final de cuentas pagan los contribuyentes) militar disponible con la aprobación del Congreso —y su consiguiente distribución—, como la apropiación de los bienes y recursos materiales y energéticos y el petróleo iraquí. Amén de la reconstrucción, que igualmente representa un jugoso negocio, todo a la cuenta presupuestal del país invadido. Pero la guerra es beneficio para sus promotores.
Negocio redondo, el caso es que Irak no solo fue invadido sin consideración y de ese modo también destruida su infraestructura y su gente (llegó a haber hasta 165 mil soldados en los tiempos más álgidos de la guerra), sino que los militares gringos se erigieron como los avales para el flujo de petróleo a sus emporios petroleros [como la Exxon Mobil-Royal Dutch Shell, que desde 2009 desarrolla el yacimiento Quma Occidental 1, de unos 8,600 millones de barriles de combustible y recibe 1,90 dólares por barril; con una producción de 280 mil barriles diarios hasta los 2,325 millones antes de seis años], al igual que para la elección de un gobierno democrático títere, como el que representa Jalal Talabani. El símil del otro moldeable Hamid Karzai, presidente de Afganistán. A modo, claro de los propios estadounidenses.
No puede cantar victoria, dice Obama, pero no porque no quiera sino porque no la obtuvo. Nada más en el número de caídos, la bitácora registró a 4,247 fallecidos y a 34 mil 268 heridos, según datos del Pentágono. Tampoco, se justifica, porque la incipiente democracia iraquí está en pañales. Pero, ¿qué tiene qué ver la democracia del país invadido para que el Pentágono se retire con la victoria en la bolsa? Distorsiones para justificar la derrota, porque no se le puede llamar de otra manera.
Quedarán eso sí, dijo Obama en su mensaje desde la oficina oval de la Casa Blanca, unos 50 mil soldados para coadyuvar a las fuerzas policiacas locales a conservar la estabilidad y la incipiente democracia. Con todo, la retirada favorece a Obama. Y pronto entrará a discusión también la presencia militar en Afganistán. Para el mes de agosto. Y bajo la misma tesitura, lo más seguro es que se decrete el retiro de los militares también.
Para Obama y los estadounidenses, queda claro que Bush y su gabinete tomaron medidas represivas infundadas en contra de Hussein y del pueblo iraquí. Ahí estaban los operadores bushianos para atizar la guerra: como Rumsfeld en defensa, Cheney vicepresidente, Tenet en la CIA, Rice en seguridad, Powell en la secretaría y Myers en el estado mayor. Todos ellos decidieron la aventura.
Craso error, porque pronto se descubrió al mundo que ni existían las presuntas armas de destrucción masiva, como tampoco que Hussein abastecía a los terroristas de Al Qaeda de armamento o cosa por el estilo, como argumentó Bush en su momento. Todo ello sin contar que crece la suspicacia de que el motor de tales invasiones fueron programadas. Es decir, que así como nunca cayó un tal avión en la sede del Pentágono [véase la investigación de Thierry Meyssan, 11 de septiembre de 2001. La terrible impostura. “Ningún avión se estrelló en el Pentágono”], los ataques a las Torres Gemelas del 11/S fueron algo si no tolerado sí sobre aviso o descubierto con anticipación sin mover un dedo. Cualquiera de las tres hipótesis, menos una sorpresa “terrorista”. ¿Por qué Bin Laden sigue vivo? ¿Se olvida que en los tiempos de la guerra contra la URSS en Afganistán, Osama fue preparado y apoyado por la CIA?
No sólo eso. El camarógrafo estadounidense, Kurt Sonnenfeld, quien está desde hace siete años como refugiado en Argentina, perseguido por autoridades de su país bajo acusaciones falaces, tiene filmaciones sobre los atentados a las Torres en las que, asegura, lo sucedido es una farsa. Con 22 horas grabadas, la teoría de Sonnenfeld es que “altos funcionarios del gobierno estadounidense estaban al tanto de los ataques a las Torres Gemelas en el 2001 antes de que sucedieran”. En el momento de los hechos del 11 de septiembre, Sonnenfeld era camarógrafo de una agencia federal, razón por la que tuvo acceso ilimitado a la zona cero. Durante la filmación, vio muertos, se adentró en los escombros y hasta fue el encargado de proporcionar imágenes del desastre a la prensa internacional, se dice de buena fuente.
Al traste con la guerra en Irak. Pronto viene la retirada de Afganistán. Bonos para Obama. Eso le acarreará mayores disputas con la derecha republicana la víspera de las elecciones. Por donde se mire, EU carga con la derrota.
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