Max Murillo Mendoza
Oficialmente hoy 1 de junio Bolivia nace a la era de las autonomías departamentales, mucha agua ha corrido por debajo del puente en este tema. Y es un tema muy sensible a la hora de hacer balances históricos, porque depende de los filtros por donde se mire los intereses son absolutamente contrarios entre las castas señoriales, que se aprovechan de esta herramienta autonomista para sus oscuros privilegios, y las naciones originarias que desean más bien una mayor descentralización de este estado, a favor de las regiones y su desarrollo.
Colonias y colonialistas de la oligarquía boliviana, utilizaron a lo largo de nuestra historia republicana esta bandera, para proteger el saqueo organizado al estado boliviano. La excusa siempre fue la misma: en nombre del progreso y el desarrollo. Hoy, estas mismas colonias extranjeras repiten el mismo libreto sin cambio alguno. Sus Comités Cívicos son entes absolutamente anti-nacionales con las consignas diseñadas en las oficinas de unas cuantas familias con poder colonial. Los Dabdub, Nayard, Petricevich, Marinkovich, Mustafas, Costas, Sánchez de Lozada, Asbún, y ramas anexas de apellidos colonialistas, definen en algunas regiones del país lo que para ellos significa autonomía. Estas familias con mucho poder económico por cierto, se sirven de muchas familias lacayas mestizas que están dispuestas a todo por defender a sus patrones. Utilizan también sus medios de comunicación masivos, sobre todo el televisivo, para dopar a sectores menos concienciados y vulnerables de la sociedad, en la línea de la autonomía como igual a desarrollo y progreso. Su anti centralismo es tonto y simplemente servil. Porque siempre se sirvieron del estado para su enriquecimiento ilícito. En realidad son los más centralistas a la hora de asaltar y robar al estado. Ese es el sentido de su discurso anti centralista.
En cambio, las naciones originarias siempre deseamos una mayor descentralización de lo que se llama hasta hoy estado boliviano, porque nunca sentimos dicha presencia sino sus coletazos amargos como el sistema educativo o el sistema de salud, que nada interesante aportan en las necesidades de las poblaciones en la Bolivia profunda. El deseo de descentralización responde sin duda alguna a una mayor respuesta a las características nuestras: país desestructurado (sin carreteras modernas, ni trenes) y enorme, con dificultades enormes a la hora de acudir al centralismo estatal por su pesada burocracia, y cruel trato hacia “sus ciudadanos” medios. Burocracia entrenada colonial y republicanamente para destruir las mínimas aspiraciones de sus “ciudadanos” medios. Por todas las características estructurales e históricas pues es una necesidad casi básica la descentralización, sobre todo administrativa y económica. Lo que daría mayor agilidad económica y administrativa a las regiones, incluso mayor independencia a la hora de negociar proyectos y asistencia económica con el exterior del país. Es decir, mayor velocidad y respuestas más objetivas a las distintas necesidades regionales. Por donde se vea, la descentralización o lo que se llama hoy: autonomía, es positiva. Pero eso es sólo el principio, no el fin.
Las naciones originarias en realidad buscamos la AUTODETERMINACIÓN política y económica, de nuestros territorios y de nuestras riquezas. Esta autodeterminación buscará inevitablemente el reacomodo territorial de manera radical. Por ahora lamentablemente casi nadie cree en esta posibilidad, sino como una ocurrencia en contra de la historia tradicional. Y la historia tradicional sólo nos permite pequeños avances como la autonomía, además dentro de sus marcos claramente ya definidos y establecidos por las oligarquías señoriales. Porque la AUTODETERMINACIÓN nos exige acudir a nuestras memorias históricas y recuperar los pisos ecológicos, desde las punas pasando por los valles y terminando en los llanos, como eran nuestros territorios, antes de la llegada de los españoles. Esa manera lúcida y coherente de organizar nuestros territorios ha sido destruida, desde entonces tenemos pobreza y desestructuración económica. Estoy plenamente seguro que la AUTODETERMINACIÓN nos permitiría mejorar nuestra calidad de vida. Tendríamos una mejor organización territorial, más acorde con nuestra realidad, más acorde con nuestras características culturales. Realmente tendríamos la posibilidad de tener un territorio quechua, otro aymara, guaraní, etc. No el desorden que tenemos como herencia del ordenamiento Toledano (virrey Toledo), allá desde 1.574, que responde este territorio para la recolección de impuestos imperiales. Que los republicanos poco han cambiado en el espíritu de este ordenamiento.
Tenemos, por tanto, que empezar a dar ese salto más coherente y realista, más moderno: AUTODETERMINACIÓN de nuestras naciones y nacionalidades. Precisamente para mejorar nuestra calidad de vida, y ordenar en el sentido espacial y cultural nuestros territorios, respondiendo a las pulsaciones de nuestra memoria histórica: Tiahuanacu y Tawantinsuyu.
Oficialmente hoy 1 de junio Bolivia nace a la era de las autonomías departamentales, mucha agua ha corrido por debajo del puente en este tema. Y es un tema muy sensible a la hora de hacer balances históricos, porque depende de los filtros por donde se mire los intereses son absolutamente contrarios entre las castas señoriales, que se aprovechan de esta herramienta autonomista para sus oscuros privilegios, y las naciones originarias que desean más bien una mayor descentralización de este estado, a favor de las regiones y su desarrollo.
Colonias y colonialistas de la oligarquía boliviana, utilizaron a lo largo de nuestra historia republicana esta bandera, para proteger el saqueo organizado al estado boliviano. La excusa siempre fue la misma: en nombre del progreso y el desarrollo. Hoy, estas mismas colonias extranjeras repiten el mismo libreto sin cambio alguno. Sus Comités Cívicos son entes absolutamente anti-nacionales con las consignas diseñadas en las oficinas de unas cuantas familias con poder colonial. Los Dabdub, Nayard, Petricevich, Marinkovich, Mustafas, Costas, Sánchez de Lozada, Asbún, y ramas anexas de apellidos colonialistas, definen en algunas regiones del país lo que para ellos significa autonomía. Estas familias con mucho poder económico por cierto, se sirven de muchas familias lacayas mestizas que están dispuestas a todo por defender a sus patrones. Utilizan también sus medios de comunicación masivos, sobre todo el televisivo, para dopar a sectores menos concienciados y vulnerables de la sociedad, en la línea de la autonomía como igual a desarrollo y progreso. Su anti centralismo es tonto y simplemente servil. Porque siempre se sirvieron del estado para su enriquecimiento ilícito. En realidad son los más centralistas a la hora de asaltar y robar al estado. Ese es el sentido de su discurso anti centralista.
En cambio, las naciones originarias siempre deseamos una mayor descentralización de lo que se llama hasta hoy estado boliviano, porque nunca sentimos dicha presencia sino sus coletazos amargos como el sistema educativo o el sistema de salud, que nada interesante aportan en las necesidades de las poblaciones en la Bolivia profunda. El deseo de descentralización responde sin duda alguna a una mayor respuesta a las características nuestras: país desestructurado (sin carreteras modernas, ni trenes) y enorme, con dificultades enormes a la hora de acudir al centralismo estatal por su pesada burocracia, y cruel trato hacia “sus ciudadanos” medios. Burocracia entrenada colonial y republicanamente para destruir las mínimas aspiraciones de sus “ciudadanos” medios. Por todas las características estructurales e históricas pues es una necesidad casi básica la descentralización, sobre todo administrativa y económica. Lo que daría mayor agilidad económica y administrativa a las regiones, incluso mayor independencia a la hora de negociar proyectos y asistencia económica con el exterior del país. Es decir, mayor velocidad y respuestas más objetivas a las distintas necesidades regionales. Por donde se vea, la descentralización o lo que se llama hoy: autonomía, es positiva. Pero eso es sólo el principio, no el fin.
Las naciones originarias en realidad buscamos la AUTODETERMINACIÓN política y económica, de nuestros territorios y de nuestras riquezas. Esta autodeterminación buscará inevitablemente el reacomodo territorial de manera radical. Por ahora lamentablemente casi nadie cree en esta posibilidad, sino como una ocurrencia en contra de la historia tradicional. Y la historia tradicional sólo nos permite pequeños avances como la autonomía, además dentro de sus marcos claramente ya definidos y establecidos por las oligarquías señoriales. Porque la AUTODETERMINACIÓN nos exige acudir a nuestras memorias históricas y recuperar los pisos ecológicos, desde las punas pasando por los valles y terminando en los llanos, como eran nuestros territorios, antes de la llegada de los españoles. Esa manera lúcida y coherente de organizar nuestros territorios ha sido destruida, desde entonces tenemos pobreza y desestructuración económica. Estoy plenamente seguro que la AUTODETERMINACIÓN nos permitiría mejorar nuestra calidad de vida. Tendríamos una mejor organización territorial, más acorde con nuestra realidad, más acorde con nuestras características culturales. Realmente tendríamos la posibilidad de tener un territorio quechua, otro aymara, guaraní, etc. No el desorden que tenemos como herencia del ordenamiento Toledano (virrey Toledo), allá desde 1.574, que responde este territorio para la recolección de impuestos imperiales. Que los republicanos poco han cambiado en el espíritu de este ordenamiento.
Tenemos, por tanto, que empezar a dar ese salto más coherente y realista, más moderno: AUTODETERMINACIÓN de nuestras naciones y nacionalidades. Precisamente para mejorar nuestra calidad de vida, y ordenar en el sentido espacial y cultural nuestros territorios, respondiendo a las pulsaciones de nuestra memoria histórica: Tiahuanacu y Tawantinsuyu.
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