Por: Alicia Tejada Soruco
Las caricaturescas imágenes con las que se representan a los Pueblos Indígenas del oriente, amazonía y Chaco bolivianos hubiesen hecho temblar de indignación a los beligerantes Tupí Guaranies. El compromiso y la militancia patriótica exigen crespones negros y ausencia de humanidad: Se representa a los indígenas como de seres alados sin ningún tipo de interés, deseos ni pecados terrenales y, para completar la oda lacrimosa, en permanente duelo.
A contrapelo se condena a los otros; a los indios del poder político arrebatado a la República, son el pecado original de Bolivia. Se condena su torpeza y sus vínculos con todo tipo de maledicencia terrenal. Hay hasta quienes reciben mensajes celestiales que revelan a lucifer. Se eligen a los chivos expiatorios en acalorados juicios de adjetivos vergonzosos. Una sociedad en completa catarsis no podrá salir de esta sin el “sacrificio” prometido a sus dioses que reclaman a quien pague las culpas de toda omisión colectiva. Las hordas, de uno y otro lado, reclaman holocaustos ancestrales que rediman.
Puesto que los proyectos políticos que rescaten y salven a los bien intencionados han envejecido; puesto que los proyectos religiosos han sido interpelados, se buscan respuestas en el hombre nuevo. Necesitamos con urgencia demostrar-nos que el hombre nuevo e inmaculado pre destinado a salvarnos está a punto de nacer de alguna virginal doncella; las selvas; o el TIPNIS y de un ingenuo carpintero; capaz de comprender la grandeza de este engendro espiritual (seguramente un ilustrado viejo de barba blanca que ya lo sabe todo).
Los neo ambientalistas descubrieron que el equilibrio ecológico está ligado a los pueblos indígenas de Bolivia; no se tomarán el tren que los lleve hacia los orígenes de la destrucción del planeta; resultaría muy incómodo este viaje. Reducirán su convicción a una cuestión de estética, a una cirugía menor que opere en remotos parajes en los que no se incomode la pacífica convivencia entre ángeles y demonios. Mientras más alejados estén, mejor, mientras no nos exijan mirarnos uno a uno y en nuestros propios espacios; mucho mejor. Lo ambiental reducido a lo exótico; a las flechas y los avatares de Hollywood; fashion y espectacular.
Ni la ley de la Madre Tierra ni los Derechos Indígenas provocaron tanto entusiasmo hasta que se anunció su violación a miles de kilómetros de las narices de quienes pierden el olfato cuando la podredumbre de toneladas de peces muertos; de animales y bosques calcinados, de basura y nauseabundas aguas petroleras y agro químicas nos inundan.
Las movilizaciones por la vida iniciadas por los universitarios a nadie convienen. Estos piensan por cuenta propia. Hay que reponer a los de siempre. Tendrán que revivir los elegidos con el soplo de vida indígena y según los designios de analistas prestigiosos. Las credenciales son partidarias: hay que demostrar lealtad o resignarse a la traición perpetua. A los universitarios se les arrebató la palabra para que no se infecten con la gripe. La exclusividad del verbo se revelará en la Paz.
Las caricaturescas imágenes con las que se representan a los Pueblos Indígenas del oriente, amazonía y Chaco bolivianos hubiesen hecho temblar de indignación a los beligerantes Tupí Guaranies. El compromiso y la militancia patriótica exigen crespones negros y ausencia de humanidad: Se representa a los indígenas como de seres alados sin ningún tipo de interés, deseos ni pecados terrenales y, para completar la oda lacrimosa, en permanente duelo.
A contrapelo se condena a los otros; a los indios del poder político arrebatado a la República, son el pecado original de Bolivia. Se condena su torpeza y sus vínculos con todo tipo de maledicencia terrenal. Hay hasta quienes reciben mensajes celestiales que revelan a lucifer. Se eligen a los chivos expiatorios en acalorados juicios de adjetivos vergonzosos. Una sociedad en completa catarsis no podrá salir de esta sin el “sacrificio” prometido a sus dioses que reclaman a quien pague las culpas de toda omisión colectiva. Las hordas, de uno y otro lado, reclaman holocaustos ancestrales que rediman.
Puesto que los proyectos políticos que rescaten y salven a los bien intencionados han envejecido; puesto que los proyectos religiosos han sido interpelados, se buscan respuestas en el hombre nuevo. Necesitamos con urgencia demostrar-nos que el hombre nuevo e inmaculado pre destinado a salvarnos está a punto de nacer de alguna virginal doncella; las selvas; o el TIPNIS y de un ingenuo carpintero; capaz de comprender la grandeza de este engendro espiritual (seguramente un ilustrado viejo de barba blanca que ya lo sabe todo).
Los neo ambientalistas descubrieron que el equilibrio ecológico está ligado a los pueblos indígenas de Bolivia; no se tomarán el tren que los lleve hacia los orígenes de la destrucción del planeta; resultaría muy incómodo este viaje. Reducirán su convicción a una cuestión de estética, a una cirugía menor que opere en remotos parajes en los que no se incomode la pacífica convivencia entre ángeles y demonios. Mientras más alejados estén, mejor, mientras no nos exijan mirarnos uno a uno y en nuestros propios espacios; mucho mejor. Lo ambiental reducido a lo exótico; a las flechas y los avatares de Hollywood; fashion y espectacular.
Ni la ley de la Madre Tierra ni los Derechos Indígenas provocaron tanto entusiasmo hasta que se anunció su violación a miles de kilómetros de las narices de quienes pierden el olfato cuando la podredumbre de toneladas de peces muertos; de animales y bosques calcinados, de basura y nauseabundas aguas petroleras y agro químicas nos inundan.
Las movilizaciones por la vida iniciadas por los universitarios a nadie convienen. Estos piensan por cuenta propia. Hay que reponer a los de siempre. Tendrán que revivir los elegidos con el soplo de vida indígena y según los designios de analistas prestigiosos. Las credenciales son partidarias: hay que demostrar lealtad o resignarse a la traición perpetua. A los universitarios se les arrebató la palabra para que no se infecten con la gripe. La exclusividad del verbo se revelará en la Paz.
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