Esta es la segunda entrega que hacemos de la novela de Juan Carlos Salas, ganadora de un premio.
III
DE VUELTA AL CAMPO
Felicia y José pasaron por muchas penurias al establecerse en Oruro, al igual que todas las familias pobres que van del campo a la ciudad en busca de días mejores, situaciones e historias que bien pueden ser parte de argumentos de varios libros, y que nunca podrán ser ni siquiera imaginados por las personas que no las han vivido. Valentina trabajó desde niña, ella y sus tres hermanos ayudaron a mantener su hogar, era la mayor y la más decidida. Cuando terminó el colegio, sus papás le habían recomendado aprender un oficio o vender en el mercado, pero ella quiso entrar a la universidad, muchos pensaron que nunca terminaría sus estudios, sus hermanos no habían podido terminar siquiera la secundaria.
Valentina con toda entereza demostró lo contrario, se graduó con honores y siempre fue la primera de su clase, estudio agronomía pues nunca perdió su amor al campo y sentía un llamado interior para trabajar por su comunidad, por su pueblo, por su campo. No fue difícil para Valentina conseguir trabajo, empezó trabajando para una Organización No Gubernamental (ONG) que se la llevó a la ciudad de La Paz, pasó mucho tiempo entendiendo y trabajando en los Yungas paceños, luego se fue a Cochabamba, allí paso otros cinco años de su vida.
Valentina había aprendido a trabajar la tierra, a conservarla y a comprenderla. En todo ese tiempo en contacto con la naturaleza, aprendió el lenguaje natural intuitivo, el lenguaje por medio del cual se comunican todos los seres vivos y la madre tierra.
Un día, la institución para la que Valentina trabajaba anunció que había obtenido financiamiento para trabajar en conservación de suelos en Oruro. Esta noticia no pudo ser más oportuna para Valentina, hace mucho esperaba una oportunidad para volver a su tierra, ella había oído que todo el altiplano se estaba convirtiendo en un desierto y que las personas que vivían allí habían salido en éxodo masivo hacia las ciudades, nada se podía producir en este desierto y la vida ya era imposible. Valentina convenció a sus superiores para que la transfirieran hacia ese proyecto que no solo representaba un reto profesional, sino una oportunidad de hacer algo por su sitio natal.
Luego de tres semanas, aprobaron su traslado, ella sería la coordinadora de este proyecto. Prepararon todo lo necesario, contrataron nuevo personal y también realizaron todos los arreglos con las autoridades de los sitios donde el proyecto se iba a ejecutar. La sede del proyecto sería Salinas, por ser el pueblo donde existían todas las condiciones necesarias para establecer una oficina.
Al llegar a Salinas, Valentina fue bien recibida por autoridades originarias de la región, la prefectura de Oruro también había destinado a su propio personal para que este proyecto llegue a un buen final. Lamentablemente la sede del proyecto tuvo que ser cambiada a Quillacas, Salinas había sido invadida por el desierto y todas las personas salieron de allí, ya no quedaba nada, sus fabulosos campos de quinua fueron invadidos por la arena y su manantial de agua mineral se secó. Entre los salares de Uyuni y Coipasa solo quedaba arena.
El objetivo del proyecto era frenar el avance del desierto, recuperar la capacidad productiva de los suelos y salvar las especies naturales de vegetación y animales que se estaban extinguiendo sin razón aparente desde hace un año y a paso acelerado. Una vez instaladas las oficinas y realizadas las reuniones, los técnicos se pusieron manos a la obra, algunos investigando las causas de este desastre y otros buscando vestigio de vida en las arenas que cubrían todo ese paisaje.
IV
EL INCENDIO
Mientras esto sucedía en Oruro, otras tierras en toda Bolivia también estaban en peligro, ya sea por la excesiva explotación del suelo o por la falta de cuidado al momento de realizar las actividades agropecuarias, varios ecosistemas estaban perdiendo su productividad.
En Guarayos, se desarrollaba una campaña muy intensa para evitar las quemas y chaqueos, varias ONG´s e instituciones del estado se habían desplegado para concientizar a la gente de los peligros de los incendios forestales.
En la última campaña de concientización un técnico le hablaba a Lino Egües
- No vas a quemar – le dijo el encargado de una ONG a Lino, un anciano de 60 años
- No, no voy a quemar – respondió Lino
- Porque si quemas, toda la comunidad te va a azotar
- No se preocupen, no quemaré
- Te vamos a controlar, si quemas te mandamos a la cárcel, es delito cometer incendio forestal.
- No voy a quemar, no voy a quemar, no me molesten más, ya he dicho que no quemo
La época seca había llegado a Guarayos, el viento arreciaba y la mayor preocupación de todos era que no vuelva el fuego, ya habían sufrido mucho por el desastre de hace dos años, la mayor parte de los guarayos habían perdido sus casas, sus cultivos y todas sus pertenencias, ninguno de los que vivieron este desastre estaban dispuestos a pasar de nuevo por esta situación. El pasado año no habían sufrido una catástrofe semejante pero de igual manera el fuego había consumido gran parte del bosque.
Ese año, gracias a las campañas intensas, los guarayos se organizaron, decidieron enfrentar el problema siendo ellos mismos los primeros en no quemar, cuidarían sus bosques y no permitirían que suceda nuevamente un desastre, sus chacos iban a ser limpiados comunitariamente por medio de la minga, las ONG´s amigas ayudaron en la concientización y capacitación, el proceso se realizó con mucha responsabilidad y los resultados de todo este trabajo no podían ser negativos.
Lino Egües había aprendido a trabajar la tierra con los k´aray que se instalaron en Guarayos, aprendió a tumbar el bosque, a plantar plátano y yuca, y también a quemar los chacos para preparar la tierra para los siguientes cultivos. Era uno de los Guarayos más viejos de la comunidad, lo respetaban por su conocimiento del bosque y por ser el mejor cazador. Sus abuelos le habían enseñado a cuidar su territorio y vivir de los frutos del bosque, pero por la necesidad de alimento había aprendido la labor agrícola, cada año más y más tierras eran ocupadas por extraños que destruían el bosque, las especies animales fueron disminuyendo, y al no haber mucho que cazar los guarayos aprendieron a cultivar.
Luego de concluir la campaña de capacitación y concientización, comunarios y cooperantes de las ONG´s decidieron clausurar el evento en Urubichá, asistieron de todas partes, venían de Cururú, Yaguarú y también de El Puente, todos contentos porque la campaña había tenido total recepción en las comunidades, se esperaba que las quemas en Guarayos sean mínimas y en el mejor de los casos inexistentes. La clausura se convirtió en una fiesta que se prolongó hasta la madrugada.
Entre festejos y alegría se fue la noche y al amanecer, Tomás comentaba con su compadre:
- Parece que estoy borracho o estoy viendo salir el sol por el otro lado
- Cierto - contesto el compadre- debe ser nomás que estamos mareados
- No puede ser, el sol sale siempre por el oriente, por el lado de la iglesia y esta vez está saliendo al revés
- No debe ser el sol, debe ser uno de eso fenómenos que dicen, llámale al técnico, el nos va a decir que está pasando.
Tomás entró a la sala donde estaban reunidos todos y llamo a un técnico de las ONG´s presentes, cuando el técnico salió, grande fue su sorpresa, aquel brillo era tan fuerte como el mismísimo sol, pero no era el lado correcto por el que debería salir. Esperaron un momento, de pronto sintieron que una ola de calor los golpeó hasta casi desmayarlos, no era el sol el que salía, era fuego que se propagaba rápidamente y que se extendía en una superficie diez veces más grande que el mismo pueblo.
Nadie hubiera creído que esto fuera posible, luego de tanto esfuerzo invertido, de tantas clases de concientización, se esperaba que la población respondiera bien, pero era imposible eliminar las quemas por completo. Afortunadamente, habían previsto que algo semejante podía ocurrir y formaron a bomberos forestales, también acopiaron agua en estanques de fácil movilización y todos habían recibido la capacitación suficiente para poder apagar el fuego por medio del uso de contrafuego y aperturas de espacios cortafuego.
El alarma fue dada inmediatamente y todos los presentes fueron a frenar el avance del fuego.
- Tenemos que hacer una línea cortafuego aquí – decía el técnico
- ¡Traigan los tanques de agua!- gritaban otros
- ¡Salven lo que puedan! – gritaban las mujeres recordando anteriores desastres causados por incendios
Todos se pusieron en movimiento y colaboraron como pudieron, los bomberos forestales habían llegado, los tanques de agua fueron trasladados al frente del fuego y se roció con esta todo el material combustible para retardar el avance del fuego. Las líneas cortafuegos abiertas, fueron una a una sobrepasadas por el fuego que tomaba dimensiones descomunales. Al salir el sol el fuego se hizo más y más vigoroso, nada podía frenar su paso, pese a todo el esfuerzo invertido, finalmente la gente vio que era inútil tratar de frenarlo y solo acertó a salvar algunas de las pertenencias que tenían. Guarayos ardió por más de una semana, el fuego persistía, el desastre más grande que este pueblo podía imaginar sucedió.
Lino estaba asustado, su chaco estaba en llamas y su casa se quemaba, el pensó que quemar una sola “tarea” no le haría daño a nadie, había tomado todas las medidas de seguridad que le enseñaron. Luego que los técnicos se fueran, había limpiado su chaco en los bordes para evitar que el fuego pase al bosque, había también alistado un par de barriles con agua por si acaso el viento se le pusiera en contra, al fin agarró la caja de cerillas y la encendió, el fuego empezó y se mostraba inofensivo, con llamas tan uniformes que se asemejaba a bailarines de ballet, no se mostró en absoluto peligroso, el viento había cesado y no había peligro de propagación. Lino decidió descansar cuando el fuego casi se extinguía, entro en su casa y se acomodó en la estera, su sueño fue placentero durmió como un niño, el día había sido muy agotador.
Repentinamente lino despertó, sintió calor excesivo que le producía una fatiga y sudoración molesta, salió de su casa a tomar aire fresco, y recién allí se dio cuenta que todo el bosque ardía en llamas, un escalofrío recorrió su cuerpo, se sintió como un criminal que observa el cuerpo inerte de su víctima. Todos le habían recomendado no quemar y él había hecho caso omiso a esta recomendación, ahora era demasiado tarde, el fuego había alcanzado el bosque y era preciso apagarlo antes que avance hasta el pueblo.
Lino pensó en las advertencias vertidas por sus hermanos y tuvo miedo, entonces decidió combatir el fuego, se enfrentó a él como si fuera otro hombre, Lino trató de abrir brechas cortafuego, pero el bosque era muy denso para que un solo hombre pueda hacer este trabajo, era inútil no podría frenar el incendio sólo, este se extendía con rapidez y pese al agua derramada seguía su paso. Lino con quemaduras severas y casi sin aliento corrió hacia el pueblo, era necesario advertirles y buscar ayuda, pero el fuego lo alcanzó antes y lo devoró al igual que al bosque, Lino no sentía dolor, tampoco tuvo miedo de la muerte, su única preocupación era pedir perdón por su descuido, cuando ya estaba dando su último aliento se despidió del bosque y pidió perdón a este por haber provocado el incendio. Lino murió culpándose, sin saber que en realidad su acción no había sido la única culpable, otras personas más habían quemado aquella noche, varias haciendas y empresas ganaderas asentadas en Guarayos habían realizado quemas sin control alguno, y entre todos ellos dieron inicio a la catástrofe.